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Recientemente, se ha alertado por una nueva estafa en el estacionamiento de los centros comerciales, donde como parte de una supuesta activación de marca, los “promotores” abordan a las víctimas y les invitan a jugar lo que en principio no es más que un juego inocente: canicas, pero que más tarde se convierte en un fraude que despoja a los participantes de miles de pesos y, donde hasta ahora, se realiza sin ningún tipo de regulación ni restricción por parte de las autoridades de la Ciudad de México.
De acuerdo con testimonios de los afectados, el modus operandi consiste en que los estafadores enganchan a las víctimas regalándoles dos tiros, cuyo propósito radica en incitarlos a jugar y, paralelamente, los incentivan con premios atractivos que van desde teléfonos, televisores, motocicletas, dinero en efectivo, entre otros.
Una vez dentro, el objetivo es claro: arrojar canicas en un tablero con números al azar, presuntamente manipulados, donde se deben acumular 100 puntos para ganar el premio. Sospechosamente, esos primeros tiros alcanzan puntajes de hasta 40 o 50 puntos, lo que entre “porras” de los “promotores”, anima a los jugadores a continuar en el juego al verse cerca de la puntuación final. Sin embargo, la sorpresa viene después, pues los tiros gratis se acaban y es entonces cuando deben comprarlos a un precio inicialmente accesible, pero que paulatinamente se va acrecentando.
Vladimir fue una víctima de este engaño y perdió 23 mil 200 pesos en el juego. Salió una tarde con su novia para jugar boliche en una plaza comercial de la alcaldía Tlalpan, cuando fue abordado en el estacionamiento. Ahí, le regalaron dos tiros de cortesía, como parte de una promoción de la marca Dyson, “pero puede ser cualquier otra”. Una vez que aceptó a concursar, le explicaron que estaban realizando una dinámica con juegos. Le enseñaron el tablero y empezó a jugar “con la idea de que puedes ganar premios gratis”.
“Al principio sacas una muy buena puntuación, pero como no conoces el juego y estás confiando en ellos y en la marca, no te das a la tarea de contar la puntuación que estás sacando cada vez que avientas las canicas”, indica.
En entrevista con EL UNIVERSAL, relató que, con sus primeros dos tiros, alcanzó los 50 puntos, pero él no los contó, “porque ellos lo hacen de manera muy rápida, hasta parece impresionante porque dices ‘órale, estos güeyes son muy buenos contando'”. Al verse tan cerca del premio, decidió seguir en el juego, pero fue entonces cuando le comentaron que los tiros gratis se habían terminado y a partir de ese momento éstos tendrían un costo de 50 pesos, "entonces dije, 'bueno, pues no es tanto' y empecé a jugar, a jugar y a jugar”.
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La promesa inicial era ganar 10 mil pesos, no obstante, el precio de los tiros comenzó a aumentar y su costo ascendió de los 50 a los 100 pesos, luego a los 300, los 800, mil pesos, hasta que llegó un punto en que cada tiro valía 3 mil 200 pesos, momento en el que los estafadores le ofrecieron pagar con su tarjeta de crédito, a donde realizaron el cobro desde una terminal bancaria.
Durante los 20 minutos que duró la estafa, Vladimir nunca se percató de que estaba siendo objeto de un fraude “y aunque es algo que sientes, porque te sientes robado, ellos son muy inteligentes, juegan muy bien contigo, tienen mucha labia”.
“Inclusive tienen ahí chicas muy guapas, modelos y todo eso para que de alguna manera tú estés distraído y no poniendo atención a lo que realmente estás haciendo o te des cuenta del lugar en el que te estás metiendo”, señala.
Adicionalmente, confiesa que decidió no detenerse porque, cuando tenía 97 puntos de los 100 que requería para ganar, el premio se había incrementado a 200 mil pesos, y fue entonces cuando lo empezaron a presionar con “porras” como “tú puedes, ya estás a tres puntos, ya casi vas a ganar, estás cerca de ganar”.
“Tú obviamente, ya muy entrado en el juego, ya no puedes parar. Entonces dices 'no manches, ya llegué hasta este punto, y si ya invertí veintitantos miles de pesos, claro que lo voy a recuperar con 200 mil pesos. Voy a tener mi ganancia', pero ahí está el gancho, porque tú piensas que estás invirtiendo, pero no estás invirtiendo nada”, explica.
Tras el robo, los “promotores” le obsequiaron un reloj como “premio de consolación”, algo que, dice, “ni siquiera pensé que me iban a dar, pero yo creo que por el monto que gasté, me dijeron, 'bueno, te vamos a regalar esto', e investigué y costaba 700 pesos”.
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Aunque reconoce que desde el principio se establecieron reglas claras en el juego, acusa que “ellos manipulan los números, porque tú ni siquiera tienes el tiempo de contar tu puntaje, porque ellos ya te están quitando las canicas de los hoyos y ya no puedes contar. Entonces es una manera de robarte, porque realmente tú no sabes si estás sacando lo que ellos te están contando”.
Además, denuncia que, pese a que no fue su caso, conoce de otros en los que cuando las personas llegan a los 100 puntos, “estos cuates se ponen en un modo agresivo. Te cambian las reglas del juego y te dicen 'no, es que no era así' y de plano no te vamos a pagar”.
Ante el fraude, Vladimir no pensó en denunciarlo ante la administración del centro comercial o las autoridades capitalinas, porque ni siquiera había caído en cuenta que había sido víctima de una estafa, “y porque en ese momento sales demasiado bajoneado, en shock, como de qué acabo de hacer”.
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Al respecto de esto, considera que “estas personas le están haciendo daño a la gente”, por lo que reprocha el inexistente actuar de las autoridades capitalinas y de la administración de las plazas comerciales, quienes, sostiene, “son los verdaderos responsables, porque se prestan a este tipo de prácticas, por eso yo más denunciar a estas personas denunciaría a la plaza comercial”.
Para él, a quien han intentado estafar en varias ocasiones de maneras más “modernas”, como por llamadas telefónicas, extorsiones, transferencias sin fondos, entre otras, jamás pensó que “en mis narices, en persona me estafaran así, de esta manera tan descarada”.
A tres semanas del suceso, Vladimir ha encontrado consuelo en advertir a otras personas de esta estafa para que “no caigan y no pierdan su dinero, su patrimonio, los ahorros de toda su vida”.
Por ello, pide a las autoridades de la Ciudad de México acudir con los responsables de la administración de las plazas comerciales para que reciban una multa o les clausuren, “porque no es que los estafadores vayan y se metan a los estacionamientos sin permiso de nadie. Claro que hay un permiso de alguna persona para realizar esto”.
Asimismo, a aquellas personas que lo culpan por haber sido estafado, les dice que “uno nunca está exento de las estafas y tampoco está preparado para enfrentarlas. Siempre hay nuevas modalidades de robo y ahora sí que no hay que sentir que uno sabe todo, porque todos podemos caer en algún momento de nuestras vidas”.
kicp / apr