Washington.- La capital estadounidense amaneció con una temperatura que casi llegaba a los cero grados centígrados, un amanecer lluvioso que daba una percepción de frío aún más bajo.  Fue un 18 de enero de pronóstico, la antesala del grado de congelación que el próximo 20 de enero se vivirá en la capital de, durante la juramentación del presidente 47, . Pero un día que testificó uno de los eventos más significativos de inicios de año y del nuevo gobierno. Las calles, normalmente vibrantes con la actividad cotidiana, se transformaron en un espacio de resistencia colectiva contra Trump. El aire frío, impregnado de una humedad persistente por la llovizna, no ahogaba el entusiasmo de quienes llegaban desde distintos puntos del país, convergiendo en una marcha que sería recordada como un símbolo de unidad y determinación.

Desde tempranas horas, Franklin Park, Farragut Square y McPherson Square en DC, comenzaron a llenarse de una marea multicolor y multi étnica de personas. Había mujeres de todas las edades, jóvenes con gorros tejidos, familias completas, parejas de enamorados de todas las preferencias, mamás que empujaban carritos de bebé cubiertos con plásticos improvisados para protegerlos de la lluvia. Cada rincón de estos puntos de encuentro se llenó de vida; pancartas hechas a mano, tambores que marcaban ritmos ancestrales, conjuntos musicales en distintos puntos de la marcha, incluidos ritmos latinos; oradores de Dios y voces que practicaban consignas. Las ligeras gotas que a esa hora goteaban en el pavimento se mezclaban con la creciente energía de la multitud, creando una sinfonía que resonaba como un eco de esperanza, de fortaleza, de reto y actitud.

Cuando el reloj marcó las 10:00 a.m., las primeras filas comenzaron a avanzar. La marcha, como un río que encuentra su cauce, fluyó desde los puntos de concentración hacia las principales avenidas de la ciudad, para converger más adelante todos como una cascada abrumadora y refrescante, llena de música, consignas y cánticos. La distancia que separaba los puntos de partida hasta el Monumento a Lincoln, pasando por el National Mall fue de aproximadamente 2 kilómetros y medio; una distancia que pareciera corta en el papel, pero en realidad fue un camino cargado de simbolismo y determinación; más allá de quienes estén con ellos o no. Cada paso dado sobre el asfalto húmedo era una declaración, una forma de resistencia; cada grito, cada baile, cada consigna una promesa de fortaleza. Las calles resonaban con cánticos, tambores y aplausos sincronizados. A medida que avanzaban, los sonidos se volvían más intensos, rebotando entre los edificios y llenando cada esquina de la ciudad.

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Las participantes en la protesta llevaban mensajes como: “¡Somos mujeres, escúchanos rugir!” 19 de enero. Foto: Max Aub / EL UNIVERSAL
Las participantes en la protesta llevaban mensajes como: “¡Somos mujeres, escúchanos rugir!” 19 de enero. Foto: Max Aub / EL UNIVERSAL

La nieve al lado de las banquetas y en su esplendor al pasar por el espejo de agua entre el obelisco y Lincoln al paso de los contingentes parecían conmemorar las distintas luchas sociales que por ahí mismo han pasado. La diversidad de los asistentes era abrumadora; había mujeres vestidas con trajes tradicionales, reflejo de sus raíces indígenas, hombres y mujeres jóvenes con banderas arcoíris y trans colgando de sus hombros, adultos mayores que caminaban con bastones decorados con cintas violetas y niños que, aunque pequeños, portaban carteles que parecían demasiado grandes para sus manos.

Las pancartas en general entre los adultos eran un espectáculo por sí mismos, Frida Kahlo iba presente en varios de ellos; cada mensaje era una declaración personal y grupal, una sinfonía con sus propias letras. Desde “Mi cuerpo, mi decisión” hasta “La justicia no tiene fronteras”, pasando por “Elon Musk y Mark Zuckerberg se aman” con una fotografía creada con Inteligencia Artificial donde se ven estos dos multimillonarios besándose en la boca. Cada frase parecía latir con el peso de una historia individual y todas juntas componen un mosaico poderoso imposible de detener.

El camino estaba flanqueado por voluntarios que organizaron el flujo de personas y aseguraban que nadie quedara atrás. La policía, presente pero discreta, observaba desde los márgenes. Su presencia no generaba tensión; había un entendimiento tácito de que este día pertenecía a la gente diversa, anti-Trump. Los vehículos oficiales permanecían inmóviles, como si fueran testigos mudos de un momento histórico en contraposición de quien asumirá la presidencia estadounidense en las próximas horas. Cada intersección tenía la intención de proteger y facilitar el avance de la multitud. Había algo profundamente conmovedor en esta escena; decenas de policías, hombres y mujeres mirando, escuchando y pensando; ¿Cuántos de ellos se identifican con estos grupos?

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Entre las asistentes a la marcha había quienes llevaban pancartas de Donald Trump y Elon Musk dándose un beso, una imagen creada con IA 19 de enero. Foto: Max Aub / EL UNIVERSAL
Entre las asistentes a la marcha había quienes llevaban pancartas de Donald Trump y Elon Musk dándose un beso, una imagen creada con IA 19 de enero. Foto: Max Aub / EL UNIVERSAL

El sonido de la marcha no era sólo el ruido de una multitud; era un conjunto de voces que, aunque diferentes, resonaban al unísono. Los cánticos eran interrumpidos ocasionalmente por risas, aplausos espontáneos o el ritmo constante de los tambores que marcaban el paso. Cada paso, cada grito, cada aplauso parecía cargar el aire con una energía eléctrica, una sensación de que algo trascendental que estaba ocurriendo dejando su marca perenne en este momento tan trascendente de la historia moderna del país que se denomina como el de las libertades.

Cuando la multitud llegó al Monumento a Lincoln poco después del mediodía, la escena era imponente; un río de colores convergiendo al espejo de agua. El espacio frente al Reflecting Pool, habitualmente tranquilo, estaba ahora lleno de vida. Miles de personas se congregaron frente a las escalinatas del monumento, un lugar que ya había sido testigo de tantas luchas históricas. Desde la base del monumento, la vista era deslumbrante, banderas, carteles y rostros que se extendían hasta donde alcanzaba la vista; se calcula que alrededor de 50 mil personas asistieron al llamado de este año.

El ambiente en el Monumento a Lincoln tenía una cualidad casi sagrada. La lluvia había cesado para entonces. El sonido de los cánticos disminuyó gradualmente mientras las primeras oradoras subían al escenario. Hablaron de los derechos de las mujeres, del aborto, el apoyo a los inmigrantes, el amor de Dios, la exigencia de un trato justo a los afrodescendientes, el cambio climático. Las palabras eran fuertes, el sistema de sonido excelente, con participantes de DC y otros estados de la Unión Americana. El simple hecho de estar allí, de ser parte de ese momento, llenaba a las personas de una sensación de pertenencia y propósito. El eco de las voces que hablaban desde el escenario se extendía como una onda, llegando a cada oído de los presentes.

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En el escenario, Tamika Middleton, directora de Women’s March, fue la primera en tomar el micrófono. La multitud se calló, cada persona en silencio esperando las palabras que marcarían el final de un trayecto físico, pero el comienzo de una lucha que duraría años. Tamika, con lágrimas en los ojos, expresó, "hoy no marchamos solo por nosotras. Marchamos por nuestras hijas, por nuestras madres, por todas las mujeres que no pudieron estar aquí hoy. Esta lucha es nuestra, y no descansaremos hasta que se haga justicia”.

Después, Mini Timmaraju, activista por los derechos reproductivos, agregó con firmeza, “cada mujer que alza la voz hoy lo hace por todas las generaciones que vienen. Cada uno de nosotros tiene la responsabilidad de hacer de este mundo un lugar más justo. Y no nos detendremos. Esta marcha es solo el principio”.

Los rostros en la multitud eran un reflejo de las emociones que dominaban el día; esperanza, determinación, lágrimas y sonrisas compartidas entre amigos y desconocidos. Algunos cerraban los ojos como si absorbieran cada segundo, grabando el momento en su memoria. Otros alzaban los brazos, sosteniendo pancartas que temblaban ligeramente con el viento. La energía era palpable, como si el lugar mismo respirara el peso de las historias y las luchas de todos los presentes en ese espacio.

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Olivia Hoffman, una de las oradoras principales y defensora de los derechos LGBTQ+, habló con firmeza y pasión, “no somos una lucha aislada. El movimiento por los derechos de las mujeres, por la igualdad racial, por los derechos de la comunidad LGBTQ+ son uno solo. ¡La opresión de unos es la opresión de todos! Y aquí estamos para erradicarla, para abrazar la justicia”.

La multitud, de pie, escuchaba y aplaudía, gritaba. Las voces se alzaron nuevamente cuando Analilia Mejía, co-directora de Popular Democracy, dio su discurso. Alzó su micrófono y con voz firme dijo, “este es el momento, el momento en que decidimos no dar un paso atrás. Esta marcha es nuestra forma de decir que no estamos solas y que vamos a seguir luchando, por cada comunidad, por cada mujer, por cada niño”.

A medida que la tarde avanzaba, alrededor de las 4, la multitud comenzó a dispersarse lentamente, dejando atrás un paisaje lleno de energía y potencia y con el eco persistente de las voces que habían llenado el aire horas antes. Pero lo que quedó no fue solo un espacio vacío. Quedó una sensación compartida, una certeza de que ese día no era un final, sino un comienzo; tal y como varios de los oradores lo dijeron. El Monumento a Lincoln, que había sido testigo silencioso de tantas luchas, ahora guarda el recuerdo de esta marcha como un nuevo capítulo en la historia de la resistencia colectiva de las comunidades más vulnerables de la Unión Americana que piden no ser víctimas de acciones de odio en su contra, que vuelvan libertades ganadas en el pasado, como el derecho al aborto y que el presidente Donald Trump deje de fomentar el odio contra sus comunidades.

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Antecedentes

La llamada "People’s March" tiene sus raíces en la histórica "Marcha de las Mujeres" que se llevó a cabo por primera vez el 21 de enero de 2017. Esta marcha se organizó en reacción a la toma de posesión de Donald Trump como presidente en su primer mandato y estuvo principalmente enfocada en los derechos de las mujeres y otras cuestiones de justicia social. La marcha inaugural en Washington, D.C. de 2017 atrajo a aproximadamente 500 mil personas, convirtiéndose en una de las manifestaciones de un solo día más grandes en la historia de los Estados Unidos.

Desde entonces, se llevaron a cabo marchas anuales bajo el nombre de "Marcha de las Mujeres". Sin embargo, en 2025, el evento fue renombrado como "People’s March" para reflejar una agenda más inclusiva que abarca una amplia gama de preocupaciones sociales y políticas.

La "People’s March" de 2025 ha sido particularmente trascendente por varias razones; la marcha tuvo lugar solo dos días antes de la segunda investidura de Donald Trump, lo que brindó a los ciudadanos la oportunidad de expresar su oposición a su administración y las políticas asociadas. A diferencia de las marchas anteriores, esta no se centró exclusivamente en los derechos de las mujeres. En cambio, amplió su enfoque para abarcar temas de justicia racial, derechos LGBTQ+, cambio climático, derecho al aborto, desmilitarización y más. Esto ayudó a atraer un público más diverso y abordar un mayor espectro de preocupaciones.

Después de varios años de activismo, muchos participantes enfrentan un momento de reflexión y cansancio. La marcha de 2025 buscó no solo protestar, sino también revitalizar y energizar a los movimientos progresistas para continuar luchando por sus causas. Además, se llevaron a cabo manifestaciones y eventos simultáneos en varias .

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