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“Si me enfermo, no voy a poder terminar la maestría”, pensó Liz Anel Cruz Rangel, estudiante de 28 años, quien regresó hace dos días de China ante el nuevo coronavirus.
Con gran alivio, la mujer y 17 más de sus compañeros lograron volver a México luego de que el gobierno de Guanajuato y la Cancillería los evacuaron de aquel país asiático.
Liz Anel llevaba viviendo cinco meses en China preparándose para su ingreso formal a la maestría en Turismo, en la Universidad Internacional de Heilongjiang, ubicada en la ciudad de Harbin.
Desde que se encontraba en la preparatoria, el sueño de esta joven guanajuatense era cursar un posgrado en el extranjero.
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Después de años de estudio y trabajo, finalmente lo logró y se encontraba cumpliendo su meta. El programa le exige estudiar y aprender chino durante un año para después tomar sus clases de la maestría en este idioma.
A los cinco meses de haber comenzado su capacitación, justo en medio de las celebraciones por el Año Nuevo chino, inició a extenderse la alerta sobre una enfermedad peligrosa que se había originado en la nación asiática.
“Comenzaron a surgir rumores de que había un virus peligroso, así lo escuchamos. Luego en las noticias nos dimos cuenta de que sí había uno y que debíamos tener cuidado. Nosotros estábamos muy lejos de Wuhan —el epicentro del brote—, y como hace mucho frío, no creímos que hubiera una gran posibilidad de que se desarrollara el virus.
“No estábamos tan alarmados, pero poco a poco se fue extendiendo y se salió de control. Estuvimos resguardados, aislados y estudiando. Nuestra rutina era ir del salón a la habitación y de regreso. Después me daba miedo salir al mercado o a algún lugar concurrido”, cuenta.
Así, mientras el virus se iba extendiendo por las diferentes provincias de China, también crecía la preocupación de la joven, puesto que temía que pudiera estar en riesgo todo el esfuerzo que ha realizado por obtener y mantener su beca.
Lo anterior implicaría perder todo lo que ha aprendido en sus jornadas de estudio de hasta 12 horas diarias para dominar el idioma, que califica como “uno de los más difíciles” que ha conocido.
Sin embargo, el temor por su vida y las de sus compañeros comenzó a ser más grande que el de perder sus avances académicos, especialmente luego de que dos de sus amigas viajaron a Shanghái y comprobaron la situación de emergencia: el turismo se redujo y la gente no salía a las calles. La palabra “cuarentena” adquirió un nuevo significado.
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“Nos empezaron a mandar mensajes de que la situación estaba bien fea, que las calles estaban solas, que todo el mundo traía sus máscaras y no había tiendas abiertas.
“Nos alarmamos y cuando vimos que varias ciudades estaban entrando en cuarentena, la cosa comenzó a ser muy grave. Era miedo. Primero está la salud y eso es algo que no se puede poner en riesgo nunca. Pensé: ‘Si me enfermo, no voy a poder terminar la maestría’. Por eso decidí regresarme”, explica la joven desde su casa en León, Guanajuato.
Fue entonces cuando la Cancillería y el gobierno estatal de Guanajuato se pusieron en contacto con ella y le ofrecieron sacarla de China. Esta era una opción que ya había considerado, pero como estudiante becada ni a ella ni a sus compañeros les era posible pagar un boleto de avión, con un costo de 40 mil pesos para regresar a su país. Es por ello que Liz Anel dijo estar agradecida con la administración estatal.
Ahora que está de regreso, le sorprende lo que ha considerado como apatía de personas conocidas y que la han contactado en redes sociales para reclamarle que se haya regresado a México, puesto que los acusan de traer el virus al territorio nacional, y pedía al gobierno mexicano que los dejaran allá con el argumento de que “ellos se quisieron ir”.
“Estoy muy contenta de regresar con mi familia, pero también siento tristeza de ver la reacción de la gente y la apatía. Haber regresado de esta forma no es algo que quisiéramos, y sabemos que si estuviéramos contagiados habríamos traído el virus, pero hemos sido bien conscientes y tomado todas las medidas necesarias para evitarlo”, afirma.
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La mujer explica que desde su salida de China fue revisada en al menos tres filtros sanitarios en los distintos aeropuertos en los que transbordó; además de que en México, la Secretaría de Salud (Ssa) los puso en vigilancia durante 14 días en los que estará monitoreando su estado, en busca de cualquier síntoma de enfermedad respiratoria. Hasta el momento, dice, no está enferma.
“Vamos a estar aislados, pero en nuestras casas. Nos pidieron que en este periodo no vayamos a lugares muy concurridos. Con cualquier síntoma que se presente, inmediatamente nos van a llevar a checar. Mis papás están muy contentos de que estaré acá [en territorio nacional] y de que el gobierno haya visto por nosotros”, detalla.