El presidente Andrés Manuel López Obrador hizo el miércoles un emotivo llamado para que le ayuden a combatir el robo de combustible, al tiempo que se formaban largas filas en las gasolineras de la capital.

El desabasto en la Ciudad de México y en otras partes del país se produjo debido a la decisión de López Obrador de cerrar los oleoductos del gobierno perforados ilegalmente por los ladrones de combustible, y en cambio distribuir la gasolina y diésel mediante camiones cisterna.

Los camiones son insuficientes y las filas en las gasolineras se han alargado por horas en los estados alejados de la capital. Pero el martes por la tarde y el miércoles por la mañana ya se veían filas similares en la Ciudad de México, debido a que los nerviosos conductores buscaban llenar sus tanques.

Raymundo Cabrera Díaz, taxista, esperó una hora en una gasolinera del centro de la capital y llegó a los surtidores con el tanque prácticamente vacío.

“Llevo una hora esperando. No traigo nada (de gasolina), llegué por milagro”, dijo. “Se tenía que combatir el robo de combustible... pero esto está afectando a la ciudadanía en general, los choferes, el transporte de personal, el transporte escolar”, agregó.

La lucha contra el robo de combustible, que suma anualmente 3 mil millones de dólares, se ha vuelto la primera gran batalla interna para el presidente izquierdista, que asumió el cargo el 1 de diciembre.

López Obrador dijo el miércoles que pedía “a todos los ciudadanos que nos ayuden, que nos apoyen para no dejarnos someter, vencer por la delincuencia; que entre todos triunfemos y acabemos con el robo de combustible”.

Podría ser una batalla políticamente costosa para López Obrador, a medida que los conductores expresaban su fastidio por tener que esperar horas, en algunos casos, para llenar sus tanques. Algunas gasolineras impusieron límites de venta a entre 10 y 20 litros (2,5 a 5 galones).

El problema se extendió a la Ciudad de México luego de que un oleoducto empezó a filtrarse. López Obrador dijo que no estaba claro si lo habían taladrado intencionalmente o se trató de una simple avería.

En un video, el gobierno pidió a los conductores evitar las compras provocadas por el pánico, como parte de una campaña para “rescatar la soberanía”.

López Obrador dijo que el problema se resolvería pronto, pero rechazó fijar una fecha para la reapertura de los oleoductos, capaces de transportar combustible en cantidades mucho mayores que los camiones.

Algunos mexicanos están dispuestos a sacrificarse para combatir a los grupos criminales, que han llevado violencia y asesinatos a estados otrora pacíficos como Puebla y Guanajuato, en donde ahora se disputan el territorio y los clientes.

“Yo creo que estamos dispuestos a esperar un poco, para combatir el robo de combustible”, dijo Leonel Iván, chofer de una familia que esperaba en la fila para llenar su tanque.

El desabasto de combustible tuvo efectos un tanto peculiares: el municipio de Nezahualcóyotl, uno de los más grandes y pobres del Estado de México, envió a 200 elementos de la policía a patrullar en bicicletas el miércoles, para ahorrar gasolina. Las patrullas estarán estacionadas en puntos estratégicos para perseguir a los delincuentes, en caso de ser necesario.

El jefe del departamento de la policía de Neza, Jorge Amador, dijo que sus agentes no tienen miedo de andar en bicicleta, aunque pocos utilizaban casco.

El problema empezó a gestarse hace años y los últimos gobiernos hicieron poco por tratar de resolverlo: Violentos grupos organizados abren diariamente, en promedio, unos 42 boquetes ilegales en los oleoductos del gobierno.

Por lo general las perforaciones producen explosiones o fugas, y los grupos suelen reclutar a barrios enteros para vigilar o enfrentar a las patrullas militares que traten de cerrar los boquetes o incautar la gasolina y diésel robado.

El presidente dijo que gobiernos anteriores no hicieron nada para solucionar el problema.

“Había la información, pero no se actuaba”, dijo López Obrador. “Es muy difícil decir, ‘Yo no sabía’, las autoridades sabían. Tolerancia, vamos a decir, de todos. Omisión”.

El analista de seguridad Alejandro Hope dijo que “nadie en sus cabales podría estar en contra de esto. El problema no es el objetivo, es el método”.

“Es como si cierras las carreteras para acabar con el robo de transporte”, dijo Hope, quien añadió que está por verse qué sucederá cuando el gobierno reabra los oleoductos, muchos de los cuales han sido perforados con cientos o miles de boquetes ilegales.

Hope dijo que, tal como ha ocurrido anteriormente, se persigue a poca gente por el delito y algunos barrios pobres de estados como Puebla, Guanajuato y Jalisco viven de robar los ductos del gobierno. A menudo, cuando se produce un derrame, aparecen multitudes de residentes con cubos para recoger el combustible.

“Una parte de la respuesta tiene que ser social, una intervención social en las comunidades que dependen del robo del combustible, y esto no lo hemos visto todavía”, señaló.

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