Son las 14:00 horas, hace calor, pero parece que lloverá. En la calle Correo Mayor, a espaldas de Palacio Nacional, en la capital del país, parece un día laboral común. El paso de la gente es constante, hay un vaivén de pasos, como si no hubiera una pandemia y se adelantara el camino a la nueva normalidad, como si no pasara nada.
Las personas van en parejas, grupos incluso con niños. Llevan bolsas, cajas o diablitos cargados de mercancía, y dicen que ya no pueden esperar, que urge el ingreso económico para los gastos de la familia.
Son pocos los locales que se mantienen cerrados. En algunos de ellos se escucha una grabación que pide a los clientes que cuando terminen de hacer sus compras, despejen la vía para evitar contagios de Covid-19.
En esos negocios se pueden observar a más de 10 personas en el área, además de los vendedores, situación que hace difícil mantener la sana distancia.
En cada una de las calles que atraviesa ese pasaje peatonal hay un cerco con tiras de plástico amarillo con la leyenda: “Precaución”, que está custodiado por al menos tres policías.
Los oficiales son quienes piden a los capitalinos que hagan una fila para poder ingresar a realizar sus adquisiciones. Las personas entran en grupos de 20 miembros cada 10 minutos.
Omar, policía auxiliar de la Ciudad de México, menciona que no ha disminuido la afluencia de personas, sino todo lo contrario: “Parece que no estamos en código rojo, al mediodía deberías ver cuánta gente hay.
Luis es uno de los asistentes en esta área comercial. Carga dos bolsas con cajas, tubos y cables. Lleva prisa, en unos minutos más comenzarán a cerrar los establecimientos y le falta comprar más material.
Menciona que para él no hay tanta gente, además de que, abunda, todo se está llevando con las medidas de seguridad necesarias.
“Antes ni se podía caminar, pero ahora por lo de la contingencia tenemos que formarnos para entrar menos compradores”, señala.
Respecto a las acciones de prevención que implementó el gobierno federal para no incrementar los contagios y defunciones por el coronavirus, el hombre contesta en tono molesto: “¿Y qué vamos a hacer? Debemos comer, y ni hay tanta gente”.
En las calles que rodean la zona la situación es similar: el flujo de peatones no se detiene, al igual que la circulación de los automóviles.
En la avenida Circunvalación tampoco cesa el ir y venir de asistentes, quienes se mezclan con los vendedores ambulantes. Alfredo suelta a bocajarro: “Está cabrón quedarse en casa. De morirme ahí sin hacer nada, mejor aquí aguanto los golpes. El que tiene hambre y sed debe venir a La Merced aun con contingencia”.
Esa vialidad no es la única con transeúntes, ya que en la calle Corregidora, en sus estrechas banquetas la gente no para de andar. Algunos de ellos se arriesgan sorteando el flujo vehicular.
En este lugar se alcanzan a ver a los peatones y los pocos comercios abiertos; sin embargo, quienes van y vienen con bolsas llenas de mercancía no faltan, unos incluso van acompañados con un diablero.
Isabel, policía auxiliar de la Ciudad de México, dice que ese panorama se ha presentado desde hace al menos una semana.
“Aquí no paran. No entiendo de dónde traen tanta mercancía, si no hay locales abiertos, porque no tienen permitido vender.
“Además, se supone que no debe salir de casa por la contingencia sanitaria; sin embargo, hay cada vez más personas. Ya hay hasta ambulantes otra vez. Según estamos en semáforo rojo, pero creo que les vale. Llegan hasta con niños”, recalca la oficial capitalina.
Nada de eso importa, los visitantes apresuran el paso, ellos ya regresaron a la normalidad.