nacion@eluniversal.com.mx
Un dolor casi imperceptible en la rodilla se convirtió en un martirio que no dejaba caminar a Lorena; el diagnóstico: un sarcoma.
Cuando a Lorena le detectaron osteosarcoma, que es un tipo de cáncer en los huesos, apenas tenía 13 años. Sintió miedo por lo que representaba su enfermedad, pero nunca perdió el entusiasmo de salir adelante para sobrevivir.
Hoy, Lorena es una de las 15 jóvenes que ayer celebraron su cumpleaños como parte del programa Mis XV en el Hospital, el cual realiza el voluntariado del Hospital Infantil de México Federico Gómez para festejar a las pacientes de esa institución que reciben tratamiento para cáncer, VIH, anorexia, insuficiencia renal, esclerosis múltiple, entre otras afecciones.
“Le decía a mi mamá que tenía que echarle ganas, estaba muy asustada y fueron años muy difíciles, pero mi familia me apoyó mucho para seguir el tratamiento”, dice mientras la estilista le cepilla el cabello.
Durante dos años, Lorena luchó contra este tipo de cáncer, que es el más común en los menores de edad. Enfrentó dos operaciones y por 43 semanas recibió quimioterapias, pero todos esos recuerdos parecen lejanos cuando se mira al espejo ataviada con su vestido rosa para celebrar sus 15 años.
“Estoy muy feliz, muy contenta de que este día llegó, siempre quise festejar mis 15 años, hacer una fiesta, me daba mucha ilusión y no puedo creer que esté pasando”, expresa con una sonrisa mientras sostiene el ramo de flores del mismo tono que su vestido.
Lorenza, madre de Lorena y originaria de Hidalgo, comenta que cuando los doctores le dijeron que su hija tenía cáncer sintió que “su mundo se derrumbaba”, lo único que tenía en mente era hacer todo lo posible para que tuviera los mejores doctores y un buen tratamiento.
La voz se le entrecorta a Lorenza al expresar la felicidad que siente de ver a su hija tan arreglada y sonriente. Detalla que aunque Lorena concluyó su tratamiento, continúa en vigilancia por si el cáncer regresa.
El hospital como locación. Los pasillos del Federico Gómez se convirtieron en locaciones para sesiones fotográficas. En los jardines, las jóvenes quinceañeras posaban con sus vestidos de crinolina y sus peinados de salón. Bailaron el vals con sus chambelanes y escucharon la música que un DJ puso para amenizar la fiesta.
Ataviada con un vestido morado, Abril posa ante la cámara en un kiosco frente al edificio principal del hospital, sonríe y arregla su peinado antes de que el lente capture su imagen.
Hace un año y medio le diagnosticaron disgerminoma ovárico, es decir, le salió un tumor en el ovario derecho, el cual le retiraron; sin embargo, meses después de la operación le detectaron un quiste en el ovario izquierdo, por lo que continúa en tratamiento.
“Siempre le he dicho a mi mamá que hay que echarle ganas para vencer a la enfermedad, debemos salir a adelante. Trato de no perder el entusiasmo”, afirma mientras los fotógrafos le dan indicaciones.
Leticia, madre de Abril, recuerda que su hija perdió peso y el vientre se le abultó: “Bajó mucho de peso y se le empezaba a caer el cabello, su pancita le quedó dura y fue como nos dimos cuenta de que tenía un tumor, hace un año se lo quitaron, estaba bastante grande”.
En dos años Abril ha pasado por dos operaciones y cuatro quimioterapias, no obstante, ni ella ni su madre pierden la esperanza de librar la batalla: “Es un tratamiento muy fuerte, pero ella tiene mucha voluntad y no deja de luchar”.