De cerca, sin el anonimato que dan las curules alejadas y de espaldas al público, como están en el Palacio Legislativo de San Lázaro, los diputados de la mayoría en el gobierno se mostraron tal cual en su sede alterna, donde aprobaron ayer el Presupuesto de Egresos de la Federación 2020: una bancada unida, alegre, de risa fácil, que ganó por números… pero perdió el debate.
“¡Quieren moche, quieren moche!”, fue su respuesta a toda demanda: más recursos a la atención del cáncer; para combatir violencia contra la mujer; atender a la niñez; restablecer estancias para mujeres violentadas; delinear responsabilidades para garantizar abasto de medicinas, y restablecer recursos para agua, seguridad y carreteras.
Los legisladores de profesión economistas, abogados, maestros o líderes sociales, todos invocaron como un mantra: “¡Quieren moches!”, ese que fue empleó a modo de argumento para no modificar un peso al dictamen de presupuesto, que en el debate en lo general y en lo particular se llevó nueve horas.
En Santa Fe, en donde se exiliaron por no poder ingresar a su sede oficial y que estuvo hasta ayer bajo asedio de organizaciones sociales, los diputados de Morena, PT, PES, PVEM e independientes acuñaron esa frase como la explicación universal para decir no a todo reclamo por más recursos.
El coordinador de la bancada de la mayoría morenista en la Cámara Baja, Mario Delgado, somnoliento y despeinado, pero feliz por el resultado, festejó a carcajadas la ocurrencia de los moches, que logró implantar él mismo.
La oposición, más reducida sin 77 de 78 diputados del Partido Acción Nacional (PAN) —que prefirieron no acudir— intentó convencer, aunque fue en vano.
Cayó en lo mismo y terminó revirando: “¡Beeee¡, ¡beee¡” a los de la Cuarta Transformación, a quienes consideraron como los diputados “borregos”.
Así fue la discusión del primer Presupuesto de Egresos de la Federación, 100% diseñado por el presidente López Obrador y avalado con cambios de 0.6% por 302 legisladores, con 65 en contra y sólo una abstención.
Dos morenistas: Lorena Villavicencio y Fernando García promovieron reservas, pero el bloque guinda ni se rebeló ni se inmutó.
Fue así que casi 70 oradores no lograron cambiar un peso y sólo 2 de 287 reservas (20 retiradas) prosperaron, una sobre el Consejo para el Desarrollo Metropolitano, otra para el aseguramiento de cosechas.
Y cuando ya estaba por despuntar el alba, pareció que la priista Dulce María Sauri lo lograría: hipnotizó con oratoria y pidió que las becas escolares se entreguen a las jefas de familia para garantizar su aplicación. Sin embargo, su propuesta, oída con respeto, fue rechazada sin piedad.
Este es un presupuesto “presidencialista, a capricho de un solo hombre, ¡es un presupuesto de cuarta!”, sintetizó la coordinadora del PRD, Verónica Juárez Piña, quien llevó 31 reservas, todas expuestas por asistentes al parlamento abierto.
Moches, dijo la mayoría. Del mismo modo, su compañero Fernando Galindo (PRI) les respondió: “Lo que aquí critican lo piden en privado y no se los dieron”.
El intento fallido también lo hizo Martha Tagle, de Movimiento Ciudadano (MC), con una “reserva madre”, con 15 cambios. No pasó y ya para entonces la urgencia era acabar, pues se veía a diputados y asesores dormidos, exhaustos.
Entonces, lo impensable: la Cuarta Transformación aplaudió a uno, otro y otro diputado de oposición, un veintenar del PRI, MC e incluso del PT o PES, que con el amanecer comenzaron a declinar subir a tribuna.
Ahí si el “moche” de tiempo, bienvenido. Casi tres horas menos de debate, así que la presidenta de la Cámara de Diputados, Laura Rojas (PAN), pudo cerrar ayer a las 6:15 horas la sesión legislativa más larga de su historia, que inició el 6 de noviembre en San Lázaro y, gracias al reloj legislativo, terminó en Santa Fe, a 23 kilómetros, casi 17 días después.