San Felipe, BC.— Dos pequeñas aletas grises emergen del agua en el Alto Golfo de Baja California, frente a las costas de San Felipe. A bordo del Bob Barker, navío de Sea Shepherd Conservation Society, el silencio domina la cubierta ante la posibilidad de que sea lo que la tripulación afanosamente ha estado buscado.
De pronto una voz alerta por la radio: “¡Up!”, confirma que a un costado del barco dos vaquitas marinas, una madre y su cría, pasean entre las olas.
En ese momento, las más de 30 personas que participan en la Operación Milagro 2025, distribuidas en los barcos Bob Barker y Seahorse, celebran la noticia entre abrazos y lágrimas al considerar que, aunque la acción es mínima, representa esperanza para la vida de la marsopa más pequeña del mundo que tardará hasta 60 años en reconquistar el Alto Golfo.
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Durante casi 40 minutos, la tripulación observa atónita a la madre, que fue nombrada Frida en honor a la pintora mexicana, y a su cría, que se desplazan en círculos lentos, alejándose y regresando a los barcos.
El dron sigue sus movimientos mientras los científicos actualizan las coordenadas del avistamiento, dentro de la Zona de Tolerancia Cero (ZTC), área en la que el gobierno mexicano sembró trampas con inmensos bloques de cemento que sostienen ganchos de acero para atorar redes de enmalle de totoaba y así disuadir la pesca ilegal en el hábitat de la vaquita marina.
El registro forma parte del informe de la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp) y de Sea Shepherd, que este año reveló el avistamiento de entre siete y diez ejemplares distintos, entre ellos al menos una o dos crías, incluidos Frida y la pequeña marsopa que nadaba junto a ella.

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El hallazgo, según Barbara Taylor, científica que por más de 20 años ha trabajado por la conservación de la especie endémica de México, marca uno de los momentos más alentadores de los últimos dos años, dice, pues es muestra de que la vaquita vive, se reproduce y que los esfuerzos de conservarla con la Operación Milagro están dando resultado pese a que existen muy pocos ejemplares.
Incrédula, tras mirar a detalle a las especies con ayuda de binoculares de largo alcance llamados big eyes y un dron, la científica Taylor ratificó: “Hay dos vaquitas, una madre y su cría”.
“Ver una cría siempre es una señal de esperanza. Significa que las vaquitas siguen reproduciéndose y que, a pesar de todo lo que enfrentan, todavía tienen una oportunidad. Este año vimos una cría, y eso es mucho mejor que el año pasado, cuando no observamos ninguna. Cada vez que confirmamos una nueva cría, sabemos que los esfuerzos de conservación están funcionando y que la especie aún puede recuperarse”, dice en entrevista con EL UNIVERSAL.
“Verlas con vida es algo que no se olvida. Pasamos semanas sin encontrar nada, con la duda de si todavía existen y, cuando de pronto las ves saltar, todo cobra sentido. Es la prueba de que no estamos trabajando en vano, de que todavía hay esperanza”, relató desde la cabina del barco Ernesto Vázquez, observador de animales marinos de Sea Shepherd.
Con los resultados del informe, la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa), la Secretaría de Marina (Semar), la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), aseguran que la tendencia a la baja de años anteriores se revirtió.
Gustavo Cárdenas, investigador de la Conanp, refuerza esta hipótesis pues este año se registraron 93 encuentros acústicos de la marsopa endémica de México en 24 de los 66 sitios monitoreados.

En tierra, para apoyar en los refuerzos de preservación de la vaquita marina, Cárdenas, también experto en zífidos, coordina el monitoreo acústico de la vaquita marina con pequeños dispositivos llamados Sea Pods, capaces de registrar los sonidos que emiten las marsopas al desplazarse bajo el agua.
Los detectores, que tienen forma de cilindro y miden menos de un metro, se instalan en puntos estratégicos del Alto Golfo de California, dentro de la ZTC, para captar los clics ultrasónicos que emiten las vaquitas. Dichos sonidos ayudan a los científicos a estimar su presencia sin necesidad de verlas directamente y así trazar la ruta que Bob Barker y Sea Horse recorren cada día en búsqueda de la marsopa.
La colocación de los SeaPods está a cargo de voluntarios de la Conanp, también de pescadores locales capacitados este órgano y Sea Shepherd, quienes cada día, durante el periodo operativo de la Operación Milagro, salen a navegar para colocar, revisar y recuperar los anclajes.
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En 2024, el equipo desplegó más de 600 puntos de monitoreo acústico, el mayor esfuerzo realizado hasta ahora, que permitió confirmar 93 registros de actividad de vaquitas en 24 de los 66 sitios observados en el Alto Golfo.
Con unos binoculares colgando del cuello y una camisa con el dibujo de la vaquita marina, Rosa Icela, joven de 21 años, voluntaria en el equipo de Gustavo Cárdenas para actividades de observación y lanzamiento de SeaPods, pasó desde el 2 al 30 de septiembre, tiempo de duración del operativo de Sea Shepherd, en búsqueda de la marsopa, lanzando SeaPods, yendo a recogerlos y observando desde el barco.
Es estudiante de biología marina y dice que llegó ahí “porque sentía que nadie estaba haciendo nada. Pensaba que si me involucraba, algo iba a cambiar. No soy científica todavía, pero aquí entendí que cada red que quitamos y cada vaquita que se ve viva significa que no todo está perdido.

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“No es que no tengamos conciencia o que no queramos cuidarla, es que la indiferencia, la corrupción y el dinero están detrás de su desaparición y de la de varias especies en México. Si dejamos que eso gane, y permitimos que se extinga una especie entera, ¿qué dice eso de nosotros como personas?”, cuestiona desde la oficina donde monitorea los clics de las marsopas.
En suma, este año, a la Operación Milagro se unió un grupo de 270 pescadores locales que, dirigidos por autoridades de la Conanp y Sea Shepherd, grampinean el Alto Golfo, técnica que, con ganchos de arrastre llamados arpones, lanzados desde pequeñas embarcaciones, recupera redes de enmalle ilegales o fantasma cuyo origen es el abandono de pescadores furtivos de totoaba.
Ramón Franco Díaz, presidente de la agrupación pesquera Andrés Rubio Castro, dedicada al grampineo y la pesca artesanal, explica a este medio informativo que, al inicio de los años 90 hasta 2020, el mamífero marino característico por tener los ojos y el hocico anillados en tonalidades grises, fue visto como un enemigo para el pueblo costero de San Felipe pues su protección implicaba vedas, decomisos y pérdida de ingresos para comunidades enteras que dependían exclusivamente del mar, pero hoy eso es diferente.
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“Si nosotros mismos no colaboramos, no solo afectamos al gobierno, sino que nos ponemos la soga al cuello como sector. (…) Cuando vi a la vaquita marina, me pareció una especie preciosa y dije: '¿por qué le voy a hacer daño, si ella no me hace daño a mí?
“Ya no tenemos el mismo territorio de trabajo, pero entendimos que (salvar a la vaquita marina) era necesario para su supervivencia y para quitar presión internacional al país”, expresa Franco.
Barbara Taylor, Gustavo Cárdenas y Lorenzo Rojas-Bracho, cabezas de la Operación Milagro, aseveran que la administración actual duplicó el número de operativos de seguridad y endureció la ley para sancionar la pesca ilegal, razón primordial por la que la vaquita marina se extingue.

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Sin embargo, salvar a la marsopa mexicana depende de reducir a 0 su captura incidental, hecho por el que es urgente crear una estrategia de equilibrio entre la actividad pesquera de los pobladores de San Felipe y la protección del animal.
Aún así, Pritam Singh, presidente de Sea Shepherd asegura que “hay esperanza para la supervivencia de la vaquita marina”.
“Mientras existan vaquitas vivas en el Alto Golfo, aunque sean pocas, hay posibilidades de que la población se recupere. Ya vimos que pueden adaptarse, reproducirse y resistir”, subraya Cárdenas.
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