En la era digital, la banca tradicional enfrenta un desafío y una oportunidad sin precedentes: facilitar el acceso a instrumentos financieros formales y seguros a un segmento mucho más amplio de la población. La digitalización bancaria no solo ha transformado la forma en que consumimos servicios financieros, sino que se ha convertido en un motor clave para ampliar la inclusión financiera, permitiendo que más mexicanos participen activamente en el sistema de inversiones.
Al eliminar barreras operativas y la necesidad de trámites presenciales, la banca digital amplió la transparencia y la eficiencia, permitiendo agilizar procesos y hacerlos mucho más accesibles.
Hoy, 69.1% de los usuarios utiliza ya la banca móvil (contra 54.3% en 2021), y en 2024 el 8.5% contrató productos de ahorro y 12.2% productos de crédito a través de canales digitales, según datos de la ENIF del Inegi. Esto demuestra que invertir desde el celular ya no es una tendencia, sino una práctica consolidada.
La democratización es vital en un entorno donde las condiciones del mercado cambian rápidamente y la agilidad para tomar decisiones informadas se vuelve una ventaja competitiva para el inversionista común.
Las barreras psicológicas y culturales son factores que han mermado el acceso al mercado de inversión. Muchas personas consideran que invertir es complejo, inaccesible o riesgoso. Este sesgo es producto de años donde la educación financiera formal ha sido limitada y la oferta de productos parecía enfocada solo en quienes contaban con grandes capitales o conocimientos técnicos. Romper esta percepción implica no solo acercar información clara y práctica, sino también fomentar una cultura de planeación financiera a largo plazo y diseñar herramientas intuitivas que generen confianza.
En materia de perspectivas de inversión, el segundo semestre de 2025 presenta un panorama interesante. Tras meses de recortes en las tasas de referencia (8.0% actual), la renta fija recupera protagonismo, especialmente aquellos instrumentos con tasas reales positivas, que permiten preservar valor en un entorno inflacionario. Más allá del ciclo monetario, destacan sectores con fundamentales sólidos y potencial estructural: el nearshoring, la infraestructura y la transición energética están atrayendo inversión no solo por coyuntura, sino por su capacidad de generar valor sostenido a largo plazo.
El sector financiero colabora activamente con empresas de estos sectores, financiando proyectos estratégicos que se alinean con el Plan México y su visión de crecimiento económico con impacto local.
Este escenario refuerza un debate clásico con vigencia actual: ¿el inversionista debe elegir entre una posición conservadora o una búsqueda agresiva de rendimiento? La respuesta es una estrategia equilibrada personalizada y bien informada. La clave está en entender el perfil del inversionista, definir un horizonte temporal claro y evitar reacciones impulsivas a la volatilidad diaria, que solo agregan ruido y generan decisiones contraproducentes.
Finalmente, para quienes ya invierten, un punto clave es saber cuándo una estrategia requiere revisión o ajuste. El indicador más sólido no son movimientos aislados del mercado, sino la alineación constante del portafolio con los objetivos del inversionista y el perfil de riesgo.
Si los rendimientos reales se han deteriorado, o si las condiciones de mercado evolucionan de forma estructural —como cambios en política monetaria o en el entorno económico— es momento de hacer ajustes. No se trata de reaccionar ante cada movimiento del mercado, sino de revisar con claridad cuándo una estrategia dejó de responder al momento que se está viviendo.
En el mercado nacional sí existen productos de inversión regulados y bien vigilados, con tasas reales positivas, sin comisiones ni barreras de entrada, pensados para quienes buscan invertir por primera vez o hacer crecer su patrimonio con respaldo institucional.
La digitalización bancaria abre la puerta para que el inversionista mexicano que busca hacer crecer su patrimonio acceda a productos formales y seguros con mayor facilidad. Pero el verdadero cambio está en derribar mitos, educar con claridad y diseñar estrategias de inversión que sean no solo accesibles, sino también coherentes con las realidades y objetivos de cada persona.
Invertir no debe ser un privilegio, sino una posibilidad real. En la era digital, invertir con confianza significa contar con plataformas formales, seguras y alineadas a tus objetivos. Esa es la promesa —y la responsabilidad— de una banca cuyo principal aliado deben ser las pymes de México.
Cofundador de Covalto