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Hoy recordamos el ambiente que se vivió en los panteones capitalinos el 2 de noviembre de 1967, según las descripciones de las páginas de este diario, cuando miles visitaron a sus familiares muertos y a algunas figuras de la historia y del espectáculo.
En aquél entonces las tumbas de personajes como Benito Juárez, Vicente Guerrero, Javier Solís y Jorge Negrete, pasaron desapercibidas “sin recibir algún tipo de altar”, en comparación de los mausoleos de personajes como Francisco González Bocanegra, Jaime Nunó, José Clemente Orozco y Juventino Rosas, que fueron las “consentidas”.
Miles de personas de todas las condiciones sociales acudieron aquel 3 de noviembre a los diferentes panteones de la capital a depositar ofrendas florales, orar, asear las lápidas, remover la tierra y efectuar toda clase de arreglos.
Una “extraordinaria” afluencia de visitantes se registró en el panteón Dolores, Jardín, San Joaquín, en el civil de Ixtapalapa y en el de La Piedad- este último estaba frente a hoy Centro Médico, sobre la avenida Cuauhtémoc-. Gracias a la vigilancia de autoridades capitalinas se evitaron accidentes, escándalos y riñas.
Hubo embotellamientos de tránsito; abusos de vendedores de flores, refrescos y golosinas afuera de los camposantos; y de quienes se ofrecían para acarrerar agua a las tumbas o realizar limpieza de lápidas.
También hubo contrastes, pues mientras que en el panteón de San Fernando, lugar donde reposan los restos de personajes que participaron en hechos históricos de la patria, se encontraba sin visitante alguno, sin una sola flor en las tumbas y en un ambiente desolador, en el panteón de Dolores, La Piedad, San Joaquín, Ixtapalapa y otros, miles de hombres, mujeres y niños depositaban flores, desde rosas, gladiolas hasta la tradicional cempasúchil.
El panteón Civil de Dolores fue el de mayor afluencia, la cual no dejó de recorrer la entonces Rotonda de los Hombres Ilustres y muchos hombres, mujeres y niños espontáneamente depositaban ahí algunas de las flores de cempasúchil que llevaban para sus seres queridos.
Los restos de Amado Nervo y de Angela Peralta fueron los más visitados y con más flores.
La mayor presencia de visitantes la tuvo el Panteón de Dolores. Matrimonios con sus hijos se organizaron para limpiar y colocar ladrillos alrededor de las modestas tumbas; las adornaron con flores, pintaron cruces de madera, hojalata o fierro y regaron los pequeños predios.
En todas las entradas del Panteón de Dolores se evitó la introducción de bebidas embriagantes. Los sepulcros de artistas como Jorge Negrete, Pedro Infante, Javier Solís, Amanda del Llano, Pedro Armendáriz y muchos más, antes muy queridos y recordados, presentaban un aspecto desolador, al igual que las tumbas del cantante Javier Solís y del autor de “México Lindo”, el gran Chucho Monge. Joaquín Pardavé, una de las estrellas más brillantes de la época del cine mexicano, pasó al olvido y también Pedro Armendáriz.
El público -concluía la nota-, amante de formar sus ídolos, ahora estaba muy ocupado con los artistas de “la nueva ola”.