Jonathan, Liliana, Ángel Jesús y Luis, de nueve, seis, cuatro y tres años de edad, quedaron huérfanos desde hace dos años cuando asesinaron a su madre María de Lourdes Martínez Sánchez y abandonaron su cuerpo en un canal de aguas negras en Ixtapaluca, Estado de México.
Ellos viven ahora con su abuela Ana Lilia Sánchez, cuya vista está disminuida, pues no ve con el ojo derecho, es diabética y le diagnosticaron síndrome de Sjögren, que produce sequedad ocular y oral.
Lulú no llegó a su casa la madrugada del 6 de febrero como se esperaba luego de doblar turno. Su madre estaba intranquila, pero se fue a dormir con la esperanza de que su hija estuviera aún en el trabajo.
Ana Lilia cuenta que en sueños escuchó que alguien le gritó “¡mamá!” con una voz desgarradora; despertó pensando que su hija había llegado, pero no fue así. Presintió que a Lulú le había pasado algo.
“‘Les voy a traer a su mami, regreso más tarde’, les dije a mis nietos, y fui al bar”, recuerda. Cuando llegó al sitio se enteró a través de un comentario en el post sobre la desaparición de Lulú sobre un cuerpo encontrado en un canal de la zona.
Las meseras entraron a sus propios perfiles de Facebook y sus caras se descompusieron de inmediato al ver la imagen del cuerpo de la mujer tirada junto al canal, que más tarde se confirmaría que era Lulú.
Luego, acudió al Ministerio Público de La Perla, en Neza, donde estaba el cuerpo hallado en el canal, y al decirle a la autoridad que era de su hija, la respuesta fue: “¿Cómo está usted tan segura?, ¿usted la mató y la fue aventar?”, narra.
“De acuerdo con las investigaciones, Lulú salió de trabajar la madrugada del 6 de febrero y se subió al automóvil de un hombre que, por como se ve que platica con el dueño y varios trabajadores, lo conocían y mi hija también. Él esperó a que ella terminara de trabajar y a partir de ahí no se sabe qué sucedió con mi hija”, cuenta la mujer.
Un policía de investigación en el Ministerio Público de Neza le pidió dinero para “agilizar el proceso”. “Me dijo: ‘Es que a nosotros no nos dan para el tamal ni café’, pero tenían que hacer guardias. Así que me contó la historia de una viejita que vendió su terrenito y les regaló 100 mil pesos por haber resuelto el caso de su hija, ‘porque si hay dinero le entregamos al feminicida de su hija’”.
En la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas del Estado de México (Ceave) le brindan un apoyo de mil pesos que no puede gastar en cualquier cosa. Pidió que la apoyaran con el tratamiento de su nieto, pero se lo negaron por considerar que el padecimiento lo tenía antes del feminicidio de su madre. Se quejó y sólo obtuvo que si la Ceave cambia de parecer le reembolsarán los gastos.
El 14 de noviembre pasado se había planteado pintar un mural cerca de donde vivía Lulú, pero su mamá Ana no pudo completar el dinero para la pintura y estaba delicada de salud, por lo que inició una colecta a través de su Facebook para lograr plasmar en un muro lo ocurrido con su hija.
Mira aquí la galeria completa: "En sueños escuché un grito y supe que algo le pasó a Lulú"