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La indignación puso los cimientos y las mujeres el material para construir el símbolo de la lucha feminista, un antimonumento que representa a las víctimas de feminicidio y será recordatorio para las autoridades de la impunidad en estos casos.

En el Día Internacional de la Mujer, el clamor por justicia las hizo salir una vez más a las calles a protestar. Las pañoletas verdes y moradas —que representa la despenalización del aborto y la muerte de las mujeres a causa de la violencia— colorearon Paseo de la Reforma, desde el Ángel de la Independencia hasta llegar al Zócalo capitalino.

Mónica Jiménez, integrante del Sindicato Mexicano de Electricistas (SME), quien formó parte de la organización de la marcha, comentó que las demandas principales fueron la eliminación de la violencia y la precareidad laboral, así como el derecho a que la mujer decida sobre su cuerpo.

La exigencia por despenalizar el aborto acompañó la exigencia de castigo a los feminicidios. Un grupo de mujeres a bordo de bicicletas coreaban: “¡Aborto legal y seguro!”, mientras que otras con el torso desnudo realizaban pintas en las paredes de edificios.

En punto de las cuatro de la tarde el contingente de más de 8 mil personas —según autoridades capitalinas— inició su recorrido.

Las madres de víctimas de este delito coinciden en que no es una fecha para festejar, sino para exigir el cese a la violencia.

A la altura de la Alameda Central, la presencia de miembros de partidos políticos, como el PRD, y de representantes sindicales encabezaba la marcha, lo que molestó a los colectivos de familiares de desaparecidas y víctimas de feminicidio, al sentirse desplazadas del movimiento.

El contingente se dividió: la primera parte desembocó en el Zócalo, mientras que el resto de los colectivos se unió al montaje del antimonumento frente al Palacio de Bellas Artes.

Desde las tres de la tarde un grupo de familiares y colectivos apartó el espacio que daría lugar al memorial. Hace un año las familias y colectivos lo planearon. Sobre la acera de avenida Juárez se apilaron los costales, cruces de madera, palas y picos. La tierra de una jardinera fue removida y las manos de diferentes mujeres empezaron a escarbar.

Hace dos años, siete mujeres al día eran asesinadas. Hoy son nueve. Las alertas contra la violencia de género están activas en 13 estados, pero aún así sigue en incremento. Al día de hoy, hay nueve procedimientos de esta alerta en trámite.

En 2015 Fátima fue una de las víctimas de feminicidio en Lerma, Estado de México. Tenía 12 años de edad. Su mamá iba en su representación, como en cada marcha desde que su hija fue asesinada. Mientras se trabajaba en la tierra, las madres, hermanas e hijas contaban los testimonios de búsqueda de justicia en un país que ocupa el primer lugar en América Latina en crímenes contra mujeres.

Entre batucadas y consignas los rostros de las jóvenes víctimas de feminicidio impresos en pancartas se abrían paso. La voz aún se le entrecorta a Yesenia Zamudio al recordar a su hija María Jesús, quien tenía 19 años y cursaba el tercer semestre de la carrera de Arquitectura en el Instituto Politécnico Nacional.

Con los ojos llorosos, Yesenia describía a su hija como una buena estudiante que fue atacada por cuatro jóvenes y su cuerpo, arrojado por la ventana. Tres años después los implicados siguen prófugos, mientras que la madre de la joven mantiene la esperanza de que se castigue a los presuntos responsables.

La lucha contra la impunidad hermanó a Yesenia con otras madres de diversas partes de la República, que como ella comparten su pena. “Sólo quiero que los responsables de la muerte de mi hija paguen por lo que hicieron”, dice mientras sostiene una cruz con la fotografía de María Jesús.

Cayó la noche y las manos de los familiares no pararon hasta ver completado el trabajo que alude a su lucha interminable por justicia.

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