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Un incendio migratorio rebasó varias de las fronteras terrestres y marítimas de América en 2023.
Del atestado pueblo caribeño de Necoclí, en el norte de Colombia, a las trampas mortales del Tapón del Darién, en el este de Panamá, y a los saturados pasos limítrofes de Costa Rica y de Nicaragua por el sur y por el norte o a los de Guatemala y Honduras por el oriente y el occidente, una masiva migración irregular de americanos, africanos y asiáticos, sin visas, hambrientos, agotados y casi sin esperanza, golpeó a América.
En un conflicto que se agudizó esta semana, el caos de la onda expansiva migratoria rebotó en las fronteras terrestres de México, por el norte con Estados Unidos y por el sur con Guatemala.
“Lo que estamos presenciando, desde el Tapón del Darién hasta la frontera México—EU, es una de las mayores crisis humanitarias de la historia reciente de las Américas”, explicó el relacionista internacional estadounidense Adam Isacson, experto en defensa y seguridad de la Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos (WOLA por siglas en inglés), institución no estatal de EU de derechos humanos.
“La violencia, la pobreza, la corrupción y el autoritarismo están empujando hasta a 10 mil personas diarias a arriesgarlo todo y huir”, dijo Isacson a EL UNIVERSAL.
Tras describir que “muchos” se asientan en otros lugares de América Latina, planteó que la (estatal) Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (COMAR) “podría recibir 150 mil solicitudes de asilo este año en México. Pero muchos se dirigen a EU”.
“Este es un momento que exige calma, para tramitar las solicitudes de protección de las personas con la mayor eficacia posible y respetando al mismo tiempo sus derechos y su dignidad”, alertó.
Al sugerir que “mientras lo hacemos, debemos resistirnos al lenguaje que presenta a los inmigrantes que buscan protección como una amenaza”, instó a “oponernos con más fuerza a los gobiernos, y a las políticas que empeoran las causas de raíz que están provocando la huida de tantos”.
“A los migrantes no se les pueden poner muros, no se les puede imponer barreras, se les debe garantizar sus derechos humanos”, instó, por su parte, el abogado colombiano Carlos Camargo, Defensor del Pueblo de Colombia (instancia estatal).
Camargo adujo que “no tiene sentido imponer restricciones adicionales a las ya difíciles condiciones de la travesía por (…) el Darién. Esto generaría incentivos para que los migrantes busquen rutas más peligrosas”.
“Esta migración no se va detener hasta tanto no se mejoren las condiciones socioeconómicas en los países de origen de la migración”, aseveró.
La Defensoría reportó que, del primero de enero al 21 de septiembre de 2023, más de 380 mil migrantes transitaron de Colombia a Panamá por el Darién, temible selva del occidente colombiano y del oriente panameño.
Del total, 59% son de Venezuela, 13% de Ecuador, 11% de Haití, 3% de Colombia y el 14% restante de África, Asia y de otras naciones de América, precisó.
Panamá informó que se subió de unos 20 mil migrantes irregulares en ruta por Darién en 2016 a 133 mil 726 en 2021, 248 mil 284 en 2022 y 320 mil 98 del 1 de enero al 28 de agosto de 2023.
Camargo narró que los migrantes están en Colombia “sin atención en salud, alimentación adecuada, acceso al agua potable y viviendo a la intemperie” y expuestos “todo el tiempo a condiciones adversas” y a un trato inhumano, xenofobia y al rechazo, odio o aversión a personas pobres o desfavorecidas.
Urgió a atender a niñas, niños y adolescentes migrantes y a menores sin compañía.