El ministro en retiro Juan Luis González Alcántara Carrancá alista su regreso como docente en las aulas universitarias, después de haber culminado su paso por la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) el pasado mes de agosto. Convencido de haberse desempeñado conforme a la Ley, reconoce que su generación “falló”, siendo la reforma al Poder Judicial prueba de ello.
En entrevista con EL UNIVERSAL, el jurista de 76 años con más de cinco décadas de trayectoria deposita su confianza en que las nuevas generaciones enmendarán en el devenir las grietas judiciales. Resalta asimismo que los jóvenes tienen la obligación de saber qué se discute en las sesiones y de concientizarse sobre la actividad política del país.
Propuesto como ministro en 2018 por Andrés Manuel López Obrador, reitera su reconocimiento y gratitud hacia el tabasqueño. Sin embargo, defiende que no estaba en sus manos si sus resoluciones en algún momento le desagradaron al propio expresidente o a su círculo político oficialista, ya que las sentencias se elaboraron mediante su juramento de respeto a la Constitución.
¿Qué aspectos positivos reconoce usted en la reforma judicial y en elegir a juzgadores a través del voto popular?
—Cualquier cambio es positivo. Había un reclamo y lo existe todavía, porque no se acaba con una elección judicial. Yo fui crítico en términos generales porque se desperdiciaba una práctica muy larga de gente preparada que tenía 20 o 30 años trabajando en el Poder Judicial y se iba a renovar muy rápidamente. No tanto en el aspecto de la justicia federal, sino de la justicia de los estados.
¿Cuál es el principal cambio entre la reforma de Zedillo y la reforma de la llamada 4T al Poder Judicial?
—La intención a través de la reforma del presidente Zedillo era utilizar los procesos de selección de la gente más capacitada. El proceso de elección (popular) es una forma diferente que no a todos nos gusta. El punto más valioso de la reforma que hubo hace 30 años era que fuera mediante concursos, capacitación y, sobre todo, experiencia. Esperemos que los nuevos saquen el reto adelante.

Se ha advertido que con la llegada de esta reforma podría desaparecer la separación de poderes, particularmente entre el Ejecutivo y el Judicial. ¿Considera que es así?
—La separación tendrán que demostrarla con sus resoluciones, no dejarse imponer criterios. Desde luego que tendrán que procurar y obedecer la ley y aplicarla conforme a derecho, sin favoritismo, sin partidismo, sin favorecer a un sector empresarial, privado o social. Si lo logran, bienvenido. Si no lo logran, pues el pueblo lo va a reclamar, la sociedad lo va a reclamar. No hay nada que sea para siempre. Lo hecho, hecho está.
El nuevo pleno de la Suprema Corte discute la posibilidad de abrir juicios concluidos. ¿Cuál es su opinión al respecto?
—Hay una posición de alguna ministra que considera que hay ocasiones en que hubo alguna resolución que se hizo violentando el derecho. La presidenta de la República lo ha dicho: la cosa juzgada, juzgada está. La doctora Claudia Sheinbaum ha dicho: hay mucho trabajo como para detenerse a analizar hechos del pasado. Si hubo un fraude, tenemos vías para fincar responsabilidades. Más ahora que tenemos un Tribunal de Disciplina que puede analizar resoluciones judiciales.

¿Ve como algo positivo la conformación del Tribunal de Disciplina?
—No soy partidario de la creación de Tribunales de Disciplina. El actual que se ha creado en el Poder Judicial Federal y en los estados tendrá que demostrar su equilibrio, su ecuanimidad. Es parte de la reforma y es parte de la ley que tenemos que aceptar que ya está en la Constitución. Ellos, los responsables, tendrán que demostrar su utilidad, su imparcialidad y que cumplen con la función que les es encomendada.
¿Los gobiernos morenistas, encabezados por Andrés Manuel López Obrador y Claudia Sheinbaum Pardo, debilitaron la independencia judicial?
—Yo no puedo criticar lo que se hizo en el sexenio del presidente Andrés Manuel López Obrador y menos a la actual presidenta. Yo fui propuesto por el expresidente, a quien le reconozco y le agradezco la propuesta. Él tuvo siempre atenciones para conmigo. Que el resultado de mis resoluciones no hubieran agradado a la gente que estaba con él y a él mismo en alguna cosa, pues es que yo creí que era mi deber respetar a la Constitución. Si irritó, si molestó a grupos políticos, eso no estaba en mis manos.

¿Hubo algún momento en el que como ministro sintió presión política hacia sus resoluciones o hacia la Suprema Corte?
—Sí lo hubo. Las mañaneras eran una forma de cuestionar cómo íbamos a resolver los ministros de la Corte. Pero es el reto que acepta uno, que no se puede doblar ante la primera crítica. Se señaló que nos harían un juicio político para desaforarnos, las amenazas estaban presentes. Desde luego había campaña mediática en algunos medios para criticar cualquier cosa que hacíamos.
¿De qué se siente más orgulloso durante su trabajo en el Alto Tribunal? ¿Qué considera que pudo haberse construido de manera diferente?
—De haber trabajado. Hasta el último día presenté mi opinión y lo que yo creía que debía ser tomado en cuenta. Las resoluciones están ahí, fueron revisadas, analizadas muchas elogiadas, también otras criticadas. En la administración de justicia tiene uno dos visiones. Hay una parte que pierde y otra que gana. No siempre se aprobaron mis proyectos, pero están ahí para ser ser analizados en el futuro. El deber moral pintó mi paso por la Suprema Corte, del que me siento muy orgulloso.

¿Cómo es la vida de un ministro en retiro? ¿A qué dedica el tiempo actualmente?
—La vida de ministro en retiro es ya no recibir presiones, no salir en los medios y no salir mencionado en los noticieros. Es una vida multiocupada, digna y muy creativa. Ahora hablo con más gente que no había podido ver durante muchos años, y ya no tengo el temor de que me vean con algunas personas por creer que se trata de recibir consignas o recomendaciones para los asuntos. Yo era profesor de algunas escuelas y pienso regresar a la vida académica. La Universidad Iberoamericana me invita a dar una clase de derechos civiles.
¿Cuál es el papel que tienen las nuevas generaciones dentro del Poder Judicial?
—Eso depende de qué tipo de país quieren construir y con qué instituciones quieren quedarse. Tienen la oportunidad de diseñar el futuro de México. Los jóvenes de hoy serán los legisladores del mañana y tienen la obligación de tomar conciencia de lo que está bien y lo que está mal. Tienen que concientizarse de la actividad política, no tienen que decir que no es asunto suyo.
Después de su paso por la Suprema Corte, ¿qué le gustaría transmitirle a sus alumnos? ¿Cuál es el mensaje que les quiere dar?
—El mensaje que les tendré que dar es que tienen que estudiar más porque va a haber mucha competencia, ser más tolerantes hacia el prójimo, más empáticos y, sobre todo, defender a lo que tienen derecho. ¿Y qué pienso transmitir? La experiencia de más de 50 años de la práctica profesional y cómo ser mejores abogados, porque nuestra generación falló y prueba de ello es que hubo estos cambios. Entonces, tendrán que exigir más, mayor transparencia, tendrán que prepararse en otras áreas que nosotros no nos preparamos.

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