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San Mateo del Mar, Oax.— La fotografía de Adal Jair Marcos con su uniforme blanco de la Marina está rodeada de coronas de flores. La entrada a la casa es custodiada por dos marinos, uno de ellos con uniforme militar y un arma de fuego larga; al fondo, en el interior de un cuarto situado al lado izquierdo de la vivienda está el féretro acompañado… hasta allá sólo llegan sus padres y familia cercana.
Afuera hay dos módulos bajo los cuales aguardan las personas que desde el domingo esperaban la llegada del cuerpo de este joven de 23 años, que murió el sábado pasado cuando el Buque Escuela ARM Cuauhtémoc de la Marina se estrelló en el puente de Brooklyn, en Nueva York.
En el velorio están presentes siete jóvenes marinos con sus uniformes blancos. La familia reitera que no dará entrevistas ni permitirá tomar fotografías o videos; esta indicación se extiende a toda persona que conoció a Adal, prácticamente toda la comunidad.
El presidente municipal de San Mateo del Mar, Raúl Rangel, acepta hacer una declaración con reservas. “Lo recuerdo desde que éramos niños y salíamos a jugar futbol en la calle, a echar cascaritas”, relata Enrique, su vecino, en una plática informal. A Adal Jair le encantaba el futbol y era parte del equipo de Liverpool de San Mateo del Mar; sus compañeros de equipo llevaron para él una corona de flores.
También amaba a la Marina y siguió los pasos de su padre Adalberto Marcos, quien también fue parte de la Armada de México, cuenta Enrique, y revela que éste era el segundo viaje que Adal Jair realizaba en el velero escuela.
El cuerpo llegó a San Mateo del Mar a las 03:00 de la mañana del martes, escoltado por convoyes de la Marina desde el aeropuerto de Ciudad Ixtepec, municipio del Istmo de Tehuantepec.
Desde temprana hora, familiares, amigos y conocidos arribaron a la vivienda para llevar flores, dar el pésame a los padres, su hermano y hermana, así como para participar en el sepelio.
San Mateo del Mar es una comunidad ikoots del Istmo de Tehuantepec, en la que aproximadamente 80% de la población se dedica a la pesca, una actividad que es complementaria a otras que deben realizar para sostenerse económicamente durante todo el año, como la albañilería o el comercio, de acuerdo con el edil.
“Es una comunidad celosa de sus tradiciones”, afirma el regidor de Cultura Crescencio Platas Hernández. Cuando una persona muere, explica, la familia busca una rezadora para que el “alma del muerto navegue tranquila”, y a cuatro personas que serán las encargadas de cargar el féretro y cavar la tumba en el panteón.
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Si la familia es católica, durante la procesión se hace una parada en la iglesia para la celebración de una misa de cuerpo presente y, en algunas ocasiones, también se detienen en las capillas que están sobre el camino principal y en dirección al panteón.
A los nueve días posteriores al entierro, nuevamente se convoca a la rezadora y la familia prepara atole y tamales para quienes acompañan el rezo y llevan flores, que después adornarán el camposanto.
Si así lo desean los familiares, esto se repite a los 40 días.
En esta ocasión no hubo el tradicional perifoneo en la comunidad, con el que se anuncia el sepelio y el lugar donde se llevará a cabo. A las 13:00 horas, funcionarios municipales empezaron a despejar las calles por donde pasaría el cortejo fúnebre y pidieron el retiro de vehículos y motocicletas estacionadas. La música de una agencia de autos fue apagada y cambiaron de lugar las canastas de la cancha de basquetbol para que no obstruyeran el paso de la procesión.
El cortejo fúnebre inició poco antes de las 15:00 horas; su primer destino fue la iglesia, donde se rofició una misa de cuerpo presente. Posteriormente siguió hacia el panteón municipal. Efectivos de la Marina cargaron el féretro, cubierto con una Bandera de México.
