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Para esta Nochebuena , un puñado de activistas por el libre uso de la marihuana , en el día 326 de plantón a las puertas del Senado de la República , pasarán la fiesta con el compañerismo que los hizo familia a la intemperie, bajo la lluvia, el sol, el coronavirus galopante en la Ciudad de México, todo por un sueño que no llega.
Casi once meses después de que se declararon en protesta por la defensa de su derecho al libre desarrollo de la personalidad, la estatua de Luis Pasteur en una fuente espejo, quedó rodeada por plantas de marihuana, en una cantidad incontable y de tamaños que caben en la mano o que alzan sus ramas cuatro metros.
Reverdece de marihuana la esquina de Paseo de la Reforma e Insurgentes, literalmente a la sombra de la Torre de Comisiones del Senado, un conjunto arquitectónico que incluye los edificios del salón de sesiones, de forma cilíndrica, y de oficinas de los legisladores, que tiene perfil de hemiciclo.
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En centro de este campamento levantado con materiales donados, está una cocina y hay una mesa y unas sillas, y como fue el pasado 15 de septiembre, seis activistas que forman la guardia del plantón celebrarán la Nochebuena y la Navidad, y darán paso a algunos más de los suyos en la causa.
Habrá una pequeña cena, ponche, pollo, y si los amigos pueden traer algo, "es de traje", comenta la activista Guadalupe Espejel. "Por la cuarentena sanitaria no podemos convocar muchas personas, sólo muy cercanas al plantón".
En casi un año de plantón, los compañeros hemos formado una comunidad, y "sentarnos y ver la mesa llena es muy bonito; buscamos hacer algo todos juntos; nos gusta platicar; algunos muy movidos ponen música y bailamos salsa, cumbias, reggae.
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Este movimiento que tiene en la causa del consumo lúdico de marihuana, sin embargo en el plantón es ajeno al "escape"; Espejel dice que "llevamos una convivencia muy sana, muy respetuosa".
Después de los brindis, de fumar un churro, acabará la fiesta de Nochebuena, y como a la una de la mañana se quedarán los activistas de guardia, y no son más por las disposiciones sanitarias que impone el semáforo rojo del Covid-19 .
El lugar casi parece jardín botánico de la abundancia de plantas macho y hembra. Las primeras no sirven para fumar. Y también hay un huerto, y se prepara el cultivo de lechugas, acelgas, plantas aromáticas, chiles. "También buscamos hablar de la soberanía alimentaria, de que podamos tener nuestros propios alimentos", acota.
Este movimiento social requiere apoyos materiales y económicos, y sólo alcanza para la lo básico, de manera que su precaria situación carece de motivos decembrinos, pero a la pregunta de qué pedirle a santaclós, la activista Espejel considera que el gordo de rojo "igual está en cuarentena. Va a llegar, tal vez no mañana, y va a traer muy buenos regalos".
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Le pediría "que sea justo, que la ley que se esté trabajando sea justa para que todos podamos vivir tranquilamente y haciéndonos responsables de lo que nos toca".
Ya que ocupan la principal esquina -Paseo de la Reforma e Insurgentes-, a la Ciudad de México le desea de Navidad "que abran su mente, que conozcan no sólo el tema de la planta y todo lo que la rodea, que se interesen en la naturaleza, de la que estamos tan desconectados".
Le duele ver a una ciudad lastimada por los meses de pandemia, y día tras día, la vio pasar, antes, durante y después del primer encierro.
"Lo he visto: La ciudad, en cuarentena, la gente se volvió loca. Yo lo escuché. Aquí en ningún momento nosotros nos movimos, vemos que si hubo un cambio no tan agradable de todo lo que pasó".
Sicóloga de profesión, Guadalupe Espejel observa: "Siento que hay mucha ansiedad, mucha incertidumbre, más porque si te cierran tu local no vas a poder vender, no vas a poder generar recursos. También que en la tele se diga una cosa y afuera pase otra, que la gente tampoco haga conciencia, la verdad es que esto vino a mostrar cómo somos en crisis, tal cual".
Recuerda que "cuando se levantó la primera vez la cuarentena era un viernes, hubo tres choques en una hora, por aquí y se escuchaba (el golpe de los vehículos). Entonces, comenté: 'El diablo está suelto'. Hoy si se siente que a la gente el encierro les hizo daño y ahorita dices: 'Va el segundo', y que van a ser tres semanas, eso dijeron en marzo y fueron tres meses".
Por eso, "yo deseo que la gente se informe que también sea empática, porque todos tenemos problemas pero si me dejo de importar por el otro y nada más me encierro en mí, no vamos a llegar a ningún lado".
Ahí está el regalo de Navidad de quienes han visto a la Ciudad de México en su frenesí, durante 326 días, de una etapa de prueba para todos.
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