Los dictadores disfrutan el silencio; les gusta oír su propia voz y, de los demás, el “sí, señor”. Las críticas les causan ronchas. Estados Unidos no es una dictadura, pero el comportamiento de Donald Trump es cada vez más parecido al de cualquier dictador patentado. Para no escuchar los cuestionamientos, ha optado por imponer nuevas reglas a la prensa en la Casa Blanca y apostado por influencers que lo alaban. Pero también, por los recortes.
La orden presidencial para “seguir reduciendo la burocracia federal” es el ejemplo más reciente. Elimina funciones y reduce el desempeño y personal al mínimo de siete agencias o instituciones, incluyendo el Centro Internacional para Académicos Woodrow Wilson y la Agencia de Estados Unidos para Medios Globales, matriz de la Voz de América (VOA).
Establecido en 1968, el Wilson Center se ha convertido en un espacio esencial de diálogo, un centro de análisis que busca dar sentido no sólo a lo que ocurre en Estados Unidos, sino en el mundo entero. Sirve lo mismo a políticos que a académicos o a quien quiera que desee entender algún tema a profundidad, desde la perspectiva de gente profesional y experta. De los refugiados al T-MEC y la relación trilateral Estados Unidos, Canadá y México, sus análisis y estudios anuales arrojan luz sobre asuntos complejos, o de los que poco se habla.
El recorte a la Agencia para Medios Globales pega no sólo a VOA, sino a Radio Europa Libre/Radio Libertad, Radio libre Asia y Radio Televisión Martí. En otras palabras, corta la voz de medios que para millones de personas, incluyendo en Cuba, son la única fuente de información independiente.
Para Trump, esas agencias e instituciones son “burocracia” y “gastos innecesarios”, un “derroche”. También lo es, desde el punto de vista del nuevo presidente estadounidense, USAID, por lo que canceló 83% de los programas coordinados por esta agencia. “Los contratos cancelados no servían, y en algunos casos incluso afectaban a los intereses nacionales centrales de Estados Unidos”, alegó el secretario de Estado, Marco Rubio. Se refiere, hay que aclarar, al EU de Trump.
Si bien algunos gobiernos, incluyendo el mexicano, han criticado lo que llaman injerencismo de USAID, la agencia es esencial para programas de desarrollo en distintos países, incluyendo México y otros de América Latina. Apoya clínicas que brindan atención pre y posnatal; financia ONG, instituciones privadas y programas de Naciones Unidas.
En México ha patrocinado proyectos para la prevención de la violencia, una pandemia en el país. El mensaje es claro: para Trump, la solidaridad y la cooperación internacionales son un estorbo. Por eso, también congeló cientos de millones de dólares que financiaban a la Organización de la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y que ahora ya no servirán para apoyar a países tan golpeados por crisis humanitarias como los del Cuerno de África.
Otro derroche, según Trump: financiar a la Organización Mundial de la Salud (OMS). Por eso, puso fin a su aporte, que representaba 18% del total de la organización. Las emergencias sanitarias, de Gaza a Ucrania, pasando por posibles nuevas pandemias, no le parecen importantes. Trump es la nueva bruja de Blanca Nieves. El único espejo que le gusta usar es el que le dice lo maravilloso que es y lo errados que están todos los demás. X, Truth Social, Fox News, son las voces que el presidente EU oye. Los análisis del Wilson Center, como la ayuda a los demás países… le causan ronchas.