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La caída del dictador sirio Bashar al-Assad no solo puso fin a un régimen de represión, sino que ha significado la liberación de los presos de las temibles prisiones, incluyendo la de Sednaya, conocida como “el matadero humano”, y de donde surgen historias de horror.
Los rebeldes que tomaron Damasco liberaron a su paso las infames prisiones donde Al-Assad mantenía a opositores políticos, mujeres y hasta niños.
En redes sociales circulan videos de cómo encontraron los rebeldes las prisiones, en particular Sednaya, conocido centro de tortura. Entre las grabaciones que circulan, una que se volvió viral es la de mujeres en una celda, de la que sale incluso un niño pequeño, nacido en prisión. Las violaciones en esos lugares eran conocidas por todos.
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Muchos de los preos salían frágiles y demacrados a la brillante luz del sol de diciembre, recibidos por familiares llorosos que no tenían ni idea de que seguían vivos. Muchas mujeres se negaban a abandonar sus celdas, sin poder creer que el régimen de Al-Assad había caído y que por fin eran libres.
Imágenes satelitales mostraron un nuevo crematorio que fue construido en 2017 para deshacerse de los cuerpos.
La Defensa Civil siria, conocidos como los cascos blancos, llegaron este lunes a Sednaya, conocida por el uso de la tortura contra los miles de presos, para rescatar a los detenidos en “celdas subterráneas ocultas”.
Raghad al-Tatary, piloto que se negó a bombardear la ciudad de Hama durante el levantamiento contra Hafez al-Assad en la década de 1980, fue liberado tras 43 años; Tal al-Mallouhi, de 19 años cuando fue detenida en 2009 por un blog en el que criticaba la corrupción del Estado, fue hallada con vida.
Un hombre con la cabeza rapada y tembloroso salió de Sendata. Durante los años que pasó en prisión, perdió la memoria y le costaba hablar. Su familia dijo que tenía 20 años y era estudiante de medicina cuando desapareció, hace 13 años.
Miles de manifestantes fueron detenidos durante la revolución de la primavera árabe de 2011 por manifestarse en contra del gobierno. Documentos filtrados mostraron que el aparato de seguridad del Estado consideraba el encarcelamiento una forma clave de aplastar la disidencia.
A medida que la guerra se intensificaba, la vasta red de cuerpos de seguridad, centros de detención y prisiones se hizo famosa por sus brutales métodos de tortura.
La Asociación de Presos y Desaparecidos en la Prisión de Sedaya (ADMSP) dieron a conocer en 2022 un informe donde describen la existencia de las llamadas “celdas de sal”. Había por lo menos dos.
El informe incluye el testimonio de Abdo, un hombre al que, en el invierno de 2017, su carcelero lo encerró en una celda donde, de inmediato, los pies se le hundieron en lo que parecía ser una montaña de sal.
Abdo, quien llevaba ya dos años presos, tenía tiempo sin apenas probar la sal en la comida que le servían en prisión. Rápidamente se llevó a la boca un puñado.
Entonces, tropezó con un cadáver demacrado y semienterrado en la sal. Al poco, Abdo se encontró con otros dos cuerpos, deshidratados por el mineral.
Entonces supo que se encontraba en una “celda de sal”, una suerte de mortuorios muy básicos concebidos para preservar los cuerpos, a falta de morgues refrigeradas. Abdo logró sobrevivir, pero la mayoría no lo lograron.
El método se remonta a los embalsamadores del antiguo Egipto, y encontró su versión moderna en la Siria de Bashar al Assad, superada por las matanzas perpetradas a escala industrial en las cárceles.
En Sednaya, las detenidas, algunas con sus hijos, gritaban mientras los hombres rompían los candados de sus celdas. Amnistía Internacional y otros grupos dicen que docenas de personas fueron ejecutadas secretamente cada semana en este centro, estimando que hasta 13 mil sirios fueron asesinados entre 2011 y 2016.
“No tengan miedo... ¡Bashar Assad ha caído! ¿Por qué tienen miedo?”, dijo uno de los rebeldes mientras intentaba apresurar a las mujeres fuera de sus celdas abarrotadas y diminutas.
Omar Alshogre, quien estuvo detenido durante tres años y sobrevivió a una tortura implacable, observó asombrado desde su hogar lejos de Siria mientras los videos mostraban a docenas de detenidos huyendo.
“Cien democracias en el mundo no habían hecho nada para ayudarlos, y ahora unos pocos grupos militares bajaron y abrieron prisión tras prisión”, le dijo Alshogre a The Associated Press.
Mientras tanto, las familias de los detenidos y desaparecidos omitieron las celebraciones de la caída de la dinastía Assad. En cambio, esperaban fuera de las prisiones y centros de sucursales de seguridad, esperando que sus seres queridos estuvieran allí. Tenían grandes expectativas para los recién llegados que ahora dirigirán el país devastado.
“Esta felicidad no se completará hasta que pueda ver a mi hijo fuera de la prisión y saber dónde está”, dijo Bassam Masri. “Lo he estado buscando durante dos horas. Ha estado detenido durante 13 años”, desde el inicio del levantamiento sirio en 2011.
Una mujer dijo que su hijo tenía 18 años cuando fue capturado en 2012; desde entonces no ha vuelto a saber nada de él. “Todas estas familias aquí tienen mucho miedo en sus corazones de que sus hijos estén muertos”, dijo. “Algunas de ellas tienen una pequeña esperanza, una ventana de esperanza, de que sus hijos estén vivos”.