Después de tantos kilómetros recorridos, de tantos momentos en que han puesto sus vidas en peligro, los migrantes cruzan el río Grande para enfrentarse al último obstáculo que los separa de Estados Unidos: la alambrada de púas.
Desde horas de la madrugada, grupos de migrantes, que cruzan el río acompañados para ayudarse y evitar ahogarse o que se los lleve la corriente, se reúnen para ver cómo cruzar la alambrada de púas que el gobernador Greg Abbott ordenó colocar para impedir el paso de los indocumentados.
En su desesperación, algunos cruzan la alambrada sin protección alguna, y llegan del otro lado, sangrados, pero felices. Sin embargo, otros idean diversas formas de protegerse.
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Un video captado por la emisora Voz de América muestra cómo los migrantes van colocando cobijas sobre la alambrada, para poder pisarla sin lastimarse y, una vez aplastada, toman la cobija y la ponen sobre el siguiente tramo de alambre.
"¡Venga, suba pues!", dice la avanzada, mientras mujeres y niños, que esperan a que los hombres les abran paso, ya sin riesgo, comienzan a cruzar el alambre aplastado.
Con miles de migrantes llegando a diario, la frontera de Estados Unidos y México vive momentos de tensión y emociones marcados por la determinación de quienes buscan sin visa el sueño americano.
Cinturones como cuerda
La madrugada del domingo, decenas de migrantes batallaban en el agua para rescatar a una bebé de un año y a su madre que a mitad de camino fue doblegada por la corriente.
La pequeña Olga quedó en brazos de Yonder Urbina, paralizado en su esfuerzo en la mitad del río mientras su mamá llegaba a la orilla estadounidense.
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Allí los migrantes que habían llegado juntaron sus cinturones para usarlos como cuerda, pero la corriente la reventó. Las personas gritaban, Olga lloraba, los efectivos militares observaban.
El grupo consiguió una soga y la lanzó al primo de Urbina, que caminó hacia mitad del río para alcanzar al hombre y la bebé, ayudándolos a salir de la parte más profunda.
Cuando los primos llegaron a una parte más rasa del río, otro hombre los alcanzó y la tensión se rompió con un aplauso.
Luego, viene la alambrada, colocada en la zona donde faltan trechos del muro que delimita gran parte de los más de 3 mil kilómetros de frontera.
Los que usaron cobijas tienen suerte y ayudan a los que pueden. Pero con una sensación térmica que pasa a veces de los 40 grados centígrados, es la propia Patrulla Fronteriza la que corta parte del alambre para rescatar a los migrantes de la insoportable temperatura.
"Sólo queremos sacar a nuestros hijos adelante", dijo la venezolana Yusmayra Pirela, de 38 años a AFP.
"Nos querían robar los bebés en el supermercado en México"
Ana Hernández pedía agua para echarle en la cabeza a su bebé de 10 meses mientras lloraba. "Nos querían robar los bebés en un supermercado [en México], por eso nos apresuramos", dijo.
Después del mediodía del domingo, cuando más de 300 personas habían cruzado, llegó otra madre con tres hijos a la orilla estadounidense.
Desoyendo a los efectivos fronterizos, esta mujer desesperada hirió a sus hijos al intentar cruzar entre las filosas navajas del alambre.
Rescataron a los niños. En una pequeña isla en el medio del río había una mujer en silla de ruedas.
La hondureña María Argentina de 32 años, con muñones y una bebé de dos años, había llegado allí con ayuda de su hermano y otros migrantes. Pero ahora tenía que cruzar la parte más profunda del río.
Los hombres le colocaron un salvavidas infantil y la cargaron.
Argentina se hundía a pesar del esfuerzo de los hombres que decidieron volver a la isla. Después de una pausa, lo intentaron de nuevo.
Al llegar a la orilla, Argentina rompió en llanto en el suelo, empapada y cubierta de lodo, junto a su hija Nathalie que alguien había cruzado antes.
"Gracias a Dios lo logramos", dijo el venezolano Leonel Fernández.
Al final de la tarde, cuando la temperatura aún derretía, el flujo de personas continuaba.
Mientras los efectivos militares de la operación Lone Star cubrían con nuevo alambre los huecos del día, seguían entrando más migrantes al río.
"Este es un lugar candente", dijo alguien de la Patrulla Fronteriza, mientras el sol se ponía. "Hoy ha estado tenso", concedió. "Pero para nosotros es otro día en la frontera".
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