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Madrid.— El 45 aniversario de la muerte de Francisco Franco sigue generando posiciones enfrentadas en España, aunque este año llega con menos carga simbólica, luego de que a finales de 2019 se procediera al traslado de los restos del dictador desde la basílica de El Valle de los Caídos a un discreto cementerio de El Pardo, lo que dejó a sus seguidores sin el santuario al que peregrinaban anualmente.
Cada 20 de noviembre cientos de simpatizantes acudían al controvertido mausoleo que albergaba los restos de Franco para reivindicar su memoria y lanzar proclamas contra partidos y dirigentes de izquierda por empeñarse en difamar y borrar de la historia al que sus devotos consideran salvador de la patria.
Los grupos franquistas que cada vez son más reducidos, se verán obligados ahora a homenajear al dictador en el panteón de la familia Franco, ubicado en el pequeño cementerio de Mingorrubio, situado también en las cercanías de Madrid, por lo que se prevé que el impacto mediático del conocido como 20N sea considerablemente menor.
Los grupos nostálgicos del franquismo celebrarán varias misas y una peregrinación que irá desde el Valle de los Caídos al cementerio de Mingorrubio, donde se rezará un responso.
Por el contrario, las organizaciones que buscan verdad, justicia y reparación para las víctimas del franquismo y la dictadura, se movilizarán con la misma determinación con la que lo llevan haciendo en los últimos 14 años.
“Nosotros vamos a hacer como siempre, y nos concentraremos en la puerta del Valle de Cuelgamuros [Valle de los Caídos] para exigir su reconversión en un memorial antifascista”, indica a EL UNIVERSAL Arturo Peinado, presidente de la Federación Estatal Foros por la Memoria.
“No nos vamos a olvidar del tema. Reclamamos que se busque a los republicanos que llevan ahí secuestrados toda la vida y que sus restos se entreguen a sus familiares. También queremos que se dé una solución satisfactoria a lo que sigue significando ese lugar y su simbología franquista, incluyendo la orden religiosa que sigue ahí [en la basílica], y que ha mantenido el culto a Franco durante décadas”, agrega Peinado.
Otro de los motivos para la indignación que despierta especialmente cada 20 de noviembre es la incertidumbre que pesa sobre los más de 100 mil represaliados republicanos durante la guerra civil y la dictadura, los cuales permanecen todavía hoy hacinados en fosas comunes y en paradero desconocido.
Mientras la izquierda española y los familiares de los represaliados reclaman la localización y exhumación de los restos, los partidos de la derecha se oponen a cualquier revisión histórica y proponen pasar página para no abrir viejas heridas.
El ajuste de cuentas con uno de sus pasados más conflictivos sigue siendo una asignatura pendiente en España, por lo que la fecha de la muerte de Franco se convierte anualmente en una jornada ominosa para miles de familiares de las víctimas del franquismo; por el contrario, pequeños grupos pertenecientes sobre todo a la extrema derecha, utilizan la efeméride para exaltar al militar. A pesar de la trascendencia de los hechos y del profundo trauma que ocasionó al país, la mayoría de los jóvenes españoles apenas tienen una vaga idea de la guerra civil y la represión desatada durante la dictadura liderada por Franco, lo que mantuvo a España alejada de la Europa democrática.
“Hubo una pervivencia del franquismo porque en la transición democrática no se hicieron cosas que se debían haber hecho, como enseñar a la gente para que el país adquiriese una verdadera conciencia democrática y un conocimiento general de lo que significó el franquismo y de que hay miles de víctimas por ahí que no han recibido todavía ni verdad, ni justicia, ni reparación”, asegura el Presidente de los Foros por la Memoria.
El aniversario del fallecimiento del dictador no es la única excusa que tienen sus seguidores para reivindicar su legado.
Los herederos de Franco, quien gobernó España desde el fin de la guerra civil en 1939 hasta el inicio de la transición democrática en 1975, mantienen fuertes litigios con las autoridades sobre el derecho a una cuantiosa herencia, que en no pocas ocasiones se construyó mediante el abuso de poder o la usurpación directa de los bienes.
Es el caso del Pazo de Meirás, en Galicia, la residencia de verano de Franco que anteriormente perteneció a la escritora Emilia Pardo Bazán. Desde la muerte del dictador, los herederos han venido disfrutando del Pazo a pesar de que su adquisición fue fraudulenta, según documentan numerosas denuncias.
Tras un intrincado proceso judicial, los tribunales ordenaron a la familia de Franco que devolviera las instalaciones al Estado, por lo que se está procediendo a su valioso inventario para impedir que se sustraigan algunos bienes. La justicia considera que se regaló la propiedad al Jefe del Estado y no al dictador a título particular, por lo que la compraventa del Pazo fue una simulación.
Los herederos de Franco accedieron a la devolución provisional de la mansión, pero plantearon un recurso contra la sentencia. La fecha del 20 de noviembre también reactiva las protestas para evitar que los descendientes del dictador sigan considerándose los dueños del Pazo de Meirás.