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San José.— En una esquina hay muerte, miseria, hambre, desabasto de medicinas y alimentos, miedo, odio, desempleo, hiperinflación y devaluación. En otra hay presidio político y represión callejera. En un rincón hay purgas militares, oposición débil y dividida y oficialismo autoritario y rígido. En otro hay corrupción, narcotráfico, guerrilla, mercenarios, paramilitares y bandas criminales.
En un lado hay exilio y éxodo, con Washington, Europa y sus sanciones económicas y asedio diplomático. En otro hay cubanos, iraníes, turcos, rusos y chinos y, como simples espectadores, latinoamericanos y caribeños. Y en el punto principal hay unos 32 millones de seres humanos en el desconcierto y la desesperación y con el protagonismo de una tragedia sin fin.
Esos son los elementos, antagónicos, complejos, contradictorios, explosivos, candentes, que deberían aparecer hoy en una fotografía a todo color de Venezuela, ahora también decorada con la pandemia del coronavirus y su secuela de decesos, enfermos y endémicas carencias sanitarias y de servicios colaterales, como agua y electricidad.
¿Hacia dónde va el rico país petrolero? Si en 2016 iba rumbo al despeñadero, en 2020 cumplió más de tres años de estar hundido en ese barranco sin que nadie realmente tenga certeza hacia dónde se dirige esa conflictiva nación gobernada por un régimen al que, día a día, se le diluye su autoproclamado carácter socialista y revolucionario que en 2021 cumplirá 22 años en el poder y sin visos de cambio.
“No sabemos hacia dónde vamos. Ni siquiera sabemos a quién seguir. No hay un liderazgo político que uno sienta que lo lleva por un camino seguro”, dijo la opositora y exprisionera política venezolana Lizbeth Añez, dirigente de la Fundación Mamá Lis, de ayuda humanitaria.
“Por todos lados uno siente que le están extendiendo una trampa, que nos están engañando, que una vez más nos están pintando un escenario para después volver a caer en lo mismo”, narró Añez a EL UNIVERSAL.
“Escuchamos hablar de elecciones en un escenario que no es ni correcto ni idóneo. Sabemos lo que va a suceder con esas elecciones: se las roba [el oficialismo] y seguimos en lo mismo”, lamentó esta caraqueña que estuvo presa 116 días acusada de traición a la patria y de rebelión militar y procesada en un tribunal castrense. Se refiere a los comicios legislativos programados para el 6 de diciembre.
Deterioro
En una cruda realidad, Venezuela cayó en 2020 a un abismo socioeconómico similar al que azota a algunos países de África, con 96% de los hogares venezolanos atrapado en la miseria y 79.3% hundido en la pobreza extrema. El acuciante drama humanitario, expuesto en julio anterior en un informe de las universidades venezolanas Central y Simón Bolívar (públicas) y Católica Andrés Bello (privada), mostró que hay más de 22 millones de personas en Venezuela sin poder cubrir el costo de una mínima nutrición y con siete de cada 10 familias amenazadas por la inseguridad alimentaria.
La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) reportó que, con 28.5 millones de personas como población urbana y 3.8 millones como rural, hay 9.1 millones con malnutrición.
En este convulso paisaje sin aparente salida con posiciones radicales e irreconciliables, la crisis política e institucional registró desde agosto pasado una variedad de maniobras que provocaron nuevos cismas y ahondaron la zozobra.
Elecciones, sí o no
Enfrentados por el sistema político que proponen para Venezuela, los chavistas (oficialistas) impulsan un modelo de economía socialista y los antichavistas (opositores) promueven uno de economía de mercado, con sus tonalidades en democracia, y desde el mes anterior centraron la batalla en torno a los comicios legislativos de diciembre.
¿Participar o no participar y boicotearlas? Ese es el dilema que acorrala y divide a los opositores, mientras los oficialistas maniobran para agudizar esas desavenencias y fracturas.
En el desarticulado antichavismo pueden visualizarse al menos tres bandos y sus respectivos capitanes: el del proclamado presidente interino o encargado Juan Guaidó, el de María Corina Machado—la principal opositora—y el de Henrique Capriles, excandidato presidencial.
Guaidó se negó a competir en los comicios por considerar que se carece de garantías de que serán libres, honestos, transparentes y justos y alegar que el chavismo domina el poder electoral y haría fraude para perpetuarse.
Al proponer una vía alternativa con un plebiscito y otros pasos, urgió a “no ir al fraude electoral” y argumentó que esa consulta [todavía en diseño] reactivará la “agitación” callejera y, con ayuda de la presión externa, exigirá “la salida” de “la dictadura”.
Capriles, por el contrario, desafió a Guaidó y entró en tratos secretos con el oficialismo, con la mediación de Turquía, aliado de Caracas, e instó a participar en los comicios para “no dejar a la sociedad civil sin opciones”.
Machado se distanció de Guaidó, rechazó pelear en el proceso electoral legislativo, se opuso a la sugerencia del presidente interino de llamar a la consulta y repudió a Capriles, pero también deslizó uno de sus planes esenciales: sin pedir abiertamente una intervención militar extranjera, con Estados Unidos a la cabeza, ratificó que sólo el uso de fuerzas externas e internas permitirá sacar al chavismo.
Al reafirmar que Venezuela, por lo que repetidamente describió como ocupación por la presencia militar de Cuba, Rusia e Irán, es una “amenaza real al hemisferio”, la opositora declaró a la cadena CNN que “la fantasía es creer que el régimen va a salir por otro mecanismo que no sea por la fuerza”.
Sin embargo, el diplomático estadounidense Elliott Abrams, enviado especial de la Casa Blanca para Venezuela, minimizó esa sugerencia y, en declaraciones en EU, aseveró que la venezolana “vive en un realismo mágico”.
“Los que participan en la farsa electoral del 6D no son candidatos, son traidores”, acusó el diputado Omar González, leal a Machado, en una declaración enviada a este diario. Capriles “se revuelca en el mismo lodo que alguna vez combatió”, añadió, en referencia a las negociaciones con el chavismo.
En otro reproche a Capriles, Machado recalcó que “para sanar a Venezuela se necesita a gente que no se vendió”.
Capriles replicó en redes sociales que “es un falso dilema participar o no participar. El dilema es luchar o no luchar, y yo he decidido luchar. (…) estamos peleando para que las elecciones sean libres y democráticas, esa es nuestra pelea, para que el pueblo venezolano pueda expresarse y que su voto sea respetado”.
“Van a ser derrotados”, pronosticó el cuestionado presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, el 8 de este mes, en un fuerte ataque a Capriles y a los opositores en general. “Inventan excusas para escabullirse cobardemente y no participar en elecciones”.
“Están tratando de levantar una campaña desde Europa y desde algunos factores políticos desesperados por sabotear las elecciones”, acusó, al insistir en que sus rivales “tratan de mentir, manipular, y tratan de imponer una matriz de opinión para que se suspendan las elecciones del 6 de diciembre”.
Histórico triunfo
La oposición asumió el dominio de la Asamblea Nacional (Congreso unicameral) en 2016, tras ganar las elecciones parlamentarias de diciembre de 2015. Guaidó juró el 5 de enero de 2019 a la presidencia parlamentaria y luego como presidente interino al alegar que el Poder Ejecutivo quedó vacante, porque Maduro se convirtió en usurpador al reelegirse en mayo de 2018 en comicios ilegítimos.
Al prometer el cese de la usurpación del Ejecutivo por parte de Maduro, instalar un gobierno de transición y convocar a elecciones democráticas, Guaidó juró basado en un artículo constitucional que, por vacancia, traslada la presidencia interina al presidente legislativo, y fue reconocido por más de 55 países.
En un accidentado proceso, Guaidó se reeligió jerarca del Legislativo el 5 de enero de 2020 y mantuvo el interinato. Maduro respondió que su reelección en 2018 fue legal para un segundo sexenio consecutivo a partir del 10 de enero de 2019. El almanaque político de Venezuela entró hoy a 85 días cruciales, con Maduro decidido a enturbiar las aguas de sus adversarios en un rompecabezas en el que Guaidó, Machado, Capriles y un abultado etcétera de opositores alimentan la tormentosa fotografía de Venezuela.