Bruselas.— La (ONU) llega a su aniversario 80 sin elementos de actualidad que le den motivo para celebrar.

Cumple ocho décadas sin poseer las herramientas que le permitan ejercer su propósito principal, el de ser el punto de encuentro para la adopción de medidas audaces que impulsen la .

De acuerdo con la Academia de Derecho Internacional Humanitario y de Derechos Humanos, asociada a la Facultad de Derecho de la Universidad de Ginebra, hay más de 110 conflictos armados en activo, algunos de reciente data, otros llevan más de 50 años. La ONU suma un cumpleaños más sin que exista entre sus 193 Estados miembros el consenso político para hacer valer las normas internacionales y de protección de los derechos humanos.

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En Gaza hay hambruna, exterminio constatado por los miembros de la Asociación Internacional de Estudiosos sobre el Genocidio y niveles de aniquilación de periodistas nunca vistos en la era moderna: “Al ritmo al que los periodistas están siendo asesinados en Gaza por las Fuerzas de Defensa de Israel, pronto no quedará nadie para mantener informado al mundo”, afirma Thibaut Bruttin, director general de Reporteros Sin Fronteras.

El progreso social y la sostenibilidad son otras promesas que figuran en la larga lista de buenos propósitos del principal órgano deliberativo y de representación de las Naciones Unidas.

Sólo 35% de las metas de la Agenda 2030 sobre Desarrollo Sostenible están en camino de alcanzarse o han logrado avances modestos, alrededor de la mitad avanza demasiado lento y 18% va en retroceso; por ejemplo, una cuarta parte de la humanidad sigue careciendo de agua potable y 354 millones de personas todavía practican la defecación al aire libre.

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“Es ampliamente reconocido que en las últimas décadas la ONU se ha convertido en una empresa cada vez menos funcional. La situación es peor que en los años de la Guerra Fría cuAndo, al menos, en algunos aspectos clave, había cierto grado de consenso en el Consejo de Seguridad”, afirma a EL UNIVERSAL Ian Lesser, miembro distinguido del German Marshall Fund of the United States.

“En términos prácticos, es un instrumento cada vez menos funcional en el sistema internacional. No es una historia nueva, pero francamente no veo ninguna probabilidad de cambio”.

Para el experto en política exterior, relaciones transatlánticas y multilateralismo, la base del desfase radica en el Consejo de Seguridad, concretamente en los cinco socios permanentes con derecho a veto (Estados Unidos, Francia, Reino Unido, Rusia y China), en donde ha habido resistencia al cambio. Hay un desfase entre el momento en el que la ONU y la Asamblea General fueron creados y el mundo actual; la institución no refleja el universo de hoy, caracterizado por diversos centros de poder.

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“La institución no es la adecuada para el contexto actual. Peor aún, transita por un momento en el que los principales actores están menos comprometidos con ella, comenzando por Estados Unidos, que siempre ha tenido una actitud ambigua respecto a la ONU y que con [su presidente Donald] Trump, no le interesa fomentar su papel y el de la asamblea. Esto es adicional a su disfuncionalidad.

“Es un momento en el que Naciones Unidas, incluyendo la Asamblea General, debería estar desempeñando un papel relevante, pero no está en posición de hacerlo. Nos encontramos en un impasse”.

Caroline Harper, directora del programa sobre Igualdad de Género e Inclusión Social del think tank Overseas Development Institute (ODI Global), afirma que además de generar dudas sobre la sostenibilidad futura y la eficacia de la ONU como institución internacional capaz de promover la paz, el desarrollo, los derechos humanos, la seguridad y la igualdad, la situación actual está teniendo consecuencias en otros frentes con serias implicaciones para los más vulnerables.

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“En las negociaciones sobre derechos humanos, y en particular sobre los derechos de las mujeres, cada vez es más difícil alcanzar un consenso. Hoy en día, normas de derechos humanos ya acordadas, como las relativas a la igualdad de género o la inclusión, están siendo cuestionadas y activamente rechazadas”.

Recuerda que el año pasado, en la Asamblea General de las Naciones Unidas, Rusia estuvo a punto de descarrilar las discusiones sobre el Pacto para el Futuro debido a sus objeciones sobre el lenguaje empleado sobre los derechos sexuales y reproductivos y el empoderamiento de género en general.

“Esto demuestra cómo la reacción global contra los derechos se está infiltrando en los procesos de las Naciones Unidas, y es indicativo de la creciente fragmentación entre los Estados miembros en un mundo multipolar que está socavando aún más la eficacia del multilateralismo”.

Palestinos junto a los cuerpos amortajados de sus familiares fallecidos en los ataques israelíes contra la Ciudad de Gaza, en el hospital Al-Shifa, el martes pasado. Foto: Omar Al-Qattaa / AFP
Palestinos junto a los cuerpos amortajados de sus familiares fallecidos en los ataques israelíes contra la Ciudad de Gaza, en el hospital Al-Shifa, el martes pasado. Foto: Omar Al-Qattaa / AFP

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La Asamblea General fue creada en 1945 en virtud de la Carta de Naciones Unidas. A lo largo de su historia, su poder ha radicado en dar forma al marco normativo que rige la convivencia entre las naciones y en atraer la atención planetaria sobre asuntos relevantes y acuciantes.

Si bien es difícil sintetizar ocho décadas de trayectoria, Harper resalta entre sus logros principales la capacidad de reunir a todos y permitir el diálogo entre sí, sin necesidad de estar o no de acuerdo, y sin importar el tamaño o nivel de influencia.

Su aportación ha sido igualmente valiosa en establecer normas y estándares globales, entre otros, destaca la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948, la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible de 2015, el Tratado sobre la Prohibición de Armas Nucleares de 2017 y la Declaración sobre la Concesión de la Independencia a los Países y Pueblos Coloniales de 1960, resolución que condujo a la independencia de más de 80 naciones.

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“Sin embargo, el hecho de que las resoluciones de la ONU no sean vinculantes y que existan pocos mecanismos de aplicación ha obstaculizado su eficacia”, señala Harper.

“A lo largo de las décadas, los logros de la Asamblea General se han dado en atraer la atención a ciertos asuntos clave, incluso cuando no ha estado en la posición de producir una acción determinante. Así que todavía tiene un papel significativo en configurar la agenda ética”, señala Lesser.

“Su mayor fracaso radica en su debilidad para tomar decisiones y crear mecanismos de aplicación, pero insisto, la falta de capacidad para actuar con determinación, por mucho, es consecuencia de un Consejo de Seguridad disfuncional”, dice el estudioso.

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El experto con sede en Bruselas apunta que es muy probable que la institución simplemente continúe navegando por aguas turbulentas sin peso alguno, al tiempo que contempla un mayor retroceso de su influencia en el tablero internacional.

“Ese es el escenario más probable. En ese sentido, el papel de la ONU como centro de atención y de decisión es muy probable que paulatinamente sea reemplazado por organizaciones multilaterales regionales, una especie de mini-multilateralismo.

“Al ver que es posible actuar a nivel regional y no global, cada vez más actores estarán interesados en trabajar en esa vertiente. Ese es el camino más probable. El menos, una reforma fundamental del sistema de la ONU, pese a que existen múltiples argumentos favorables”, afirma Lesser.

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Harper igualmente anticipa tiempos aún más difíciles para la ONU y su capacidad para orientar y acordar acciones colectivas ante los apremiantes retos mundiales.

“Sin este foro multilateral internacional para debatir cuestiones críticas, será cada vez menos probable que nuestros problemas se resuelvan de forma pacífica. La fortaleza de las Naciones Unidas depende de los Estados miembros y de su compromiso de actuar de buena fe para alcanzar un consenso en pro del bien común mundial”.

Ante un horizonte adverso, la apuesta de los defensores del multilateralismo es la de intentar preservar los logros alcanzados y en concentrar los esfuerzos de cara a 2027, cuando la Asamblea General se pronuncie sobre la Convención de las Naciones Unidas sobre Cooperación Fiscal Internacional.

Explica que el convenio supondría un gran paso para abordar la desigualdad de riqueza a nivel mundial y equilibrar las condiciones para los países en desarrollo, ya que dotaría a cada país de un voto, lo que supondrá un cambio histórico hacia una representación más justa en la toma de decisiones económicas internacionales.

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