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Kiev.— De Mariupol a Leópolis, el drama de la guerra en Ucrania tiene olor a muerte.
Sólo en Mariupol en “nueve días, mil 207 civiles muertos. Nueve días de genocidio de la población civil”, afirmó la alcaldía en un mensaje en Telegram, unas horas después de que los bombardeos rusos destruyeran un hospital pediátrico de la ciudad.
El suelo tembló a más de un kilómetro de distancia cuando el complejo de Mariupol fue alcanzado por una serie de explosiones que reventaron las ventanas y arrancaron gran parte del frente de un edificio. La policía y los soldados acudieron para evacuar a las víctimas y sacaron en camilla a una embarazada sangrando. Otra mujer lloraba mientras abrazaba a su hijo. En el patio, los autos destrozados ardían y un cráter de explosión se extendía al menos dos pisos de profundidad.
El presidente Volodimir Zelensky escribió en Twitter que había “personas, niños bajo los escombros” y calificó el ataque de “atrocidad”. El video compartido por Zelensky mostraba pasillos alegremente pintados y cubiertos de metal retorcido. Zelensky llamó a los europeos a condenar el “crimen de guerra ruso”.
“Hay pocas cosas más depravadas que atacar a los vulnerables e indefensos”, tuiteó el premier británico, Boris Johnson, y agregó que el presidente de Rusia, Vladimir Putin, deberá “rendir cuentas por sus terribles crímenes”. Naciones Unidas pidió “el cese inmediato de los ataques a las instalaciones de salud, hospitales, trabajadores de la salud, ambulancias”.
Bajo un incesante bombardeo ruso, trabajadores en la asediada ciudad de Mariupol están sepultando apresuradamente y sin ceremonias a numerosos civiles y soldados muertos en tumbas colectivas. Una zanja profunda de 25 metros de longitud cavada en un viejo cementerio en el centro se está llenando con cadáveres recolectados por trabajadores de servicios sociales de morgues y residencias privadas. Los empleados se persignan tras empujar los cuerpos a la zanja. No hay familiares ni otros dolientes para decir el último adiós.
En todo el país, se cree que miles de personas han muerto desde que las fuerzas del presidente Putin comenzaron la invasión hace dos semanas. Más de 2 millones de personas han huido de Ucrania desde el inicio de la ofensiva, según la ONU.
En Leópolis, en el oeste de Ucrania, una mujer acariciaba un ataúd de madera: “Mi sol, mi pequeño, vamos a ganar”. Su hijo zapador murió en un bombardeo ruso cerca de Mariupol. “Su nombre era Vassyl Vychyvany, tenía 28 años”, contó su padre, con la espalda erguida y cabello gris, de pie frente a la puerta abierta del coche fúnebre donde seis jóvenes militares acababan de introducir el féretro. Su hijo estaba intentando sembrar minas en los alrededores de un puente para impedir que los rusos avanzaran cuando los cohetes Grad cayeron donde se hallaba y lo mataron al instante, relata. “No hay cuerpo ahí, sólo fragmentos”, explicó.
Zelensky clamó: “¿Cuánto tiempo más el mundo seguirá siendo cómplice, ignorando el terror? (...) ¡Cierren los cielos ahora! ¡Detengan los asesinatos! Tienen el poder, pero parecen estar perdiendo humanidad”.
En Mariupol, una mujer se paró en las puertas del cementerio para preguntar si su madre estaba entre las víctimas que enterraron; sí estaba.