Miami.— La tragedia del Titán marcó un cambio de ruta para la empresa OceanGate Inc., propietaria del sumergible que el 18 de junio de 2023 implosionó mientras descendía a explorar los restos del Titanic a casi 4 mil metros de profundidad; todos los pasajeros a bordo murieron, incluyendo al CEO de la compañía, Stockton Rush, y a otros pasajeros. Inicialmente, el Titán desapareció del radar y días después de búsqueda se confirmó la tragedia.
Además de Rush también estaban a bordo Hamish Harding, un empresario británico y aventurero, conocido por sus récords de aviación y exploración. Harding era el presidente de Action Aviation, empresa de ventas de aviones. Otro pasajero era Shahzada Dawood, empresario y filántropo británico-paquistaní, vicepresidente de Engro Corporation, una de las mayores corporaciones de Paquistán. Era conocido por su trabajo en iniciativas educativas y de desarrollo. Suleman Dawood, hijo de Shahzada Dawood, estudiante universitario, acompañaba a su padre en la expedición. Y Paul-Henri Nargeolet, un experto francés en el Titanic y veterano buceador; había participado en numerosas expediciones para explorar los restos del Titanic y era considerado una de las principales autoridades mundiales en el naufragio.
Para muchos, tras la tragedia, la pregunta fue por qué hay gente que paga millones por experiencias riesgosas. En el caso del Titán, por ejemplo, el costo de un viaje por persona era de alrededor de 250 mil dólares (casi 5 millones de pesos, al tipo de cambio actual).
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La empresa Antarctic Logistics & Expeditions (ALE) ofrece viajes para esquiar al Polo Sur, luchando contra temperaturas de hasta -30 ºC. ¿El costo? 85 mil dólares (casi 1.6 millones de pesos). En los últimos años, el interés en este tipo de excursiones se ha triplicado, de acuerdo con la firma. Lo mismo ocurre con los viajes al Himalaya, donde han muerto más de 300 personas sólo en el Everest. En el verano de 2022, unas 200 personas llegaron a la cumbre del Everest; la cifra triplica la de 2021. Algunas expediciones premium, que incluyen video, pueden costar hasta 200 mil dólares (casi 3.8 millones de pesos), como en el caso de los viajes con la empresa Madison Mountaineering, propiedad del alpinista Garret Madison.
La tragedia del Titán se produjo después de años en los que se viralizaron otras excursiones de alto riesgo dirigidas y pagadas en exclusividad para grandes magnates. Richard Branson, fundador de Virgin Galactic, en 2021 subió a 80 mil metros de altura con su avión VSS Unity en compañía de cinco compañeros de su organización; cada asiento cuesta 450 mil dólares (casi 8.5 millones de pesos) para quien quiera vivir una experiencia de 60 minutos.
El siguiente fue Jeff Bezos, fundador de Amazon, quien subió con la nave New Shepard acompañado de tres personas más; un cuarto acompañante no pudo subirse por cuestiones de agenda y trabajo, aunque ya había pagado 28 millones de dólares (casi 527 millones de pesos) para tener su lugar. El tercero en hacerlo fue Elon Musk, propietario de Xspace y Tesla, quien llevó a cabo una misión espacial por primera vez con tripulantes civiles.
El millonario Jules Mountain atravesó en 2020 el océano Atlántico montado en un helicóptero ligero Bell 505, en una travesía de ocho días y 6 mil kilómetros. Mountain ha reconocido que fue una locura y que en algún momento pensó que no lo lograría y moriría, especialmente en un momento que tenía que librarse de una neblina y subir de altura donde las temperaturas podían congelar las hélices.
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Hay otras excursiones más accesibles, pero igualmente riesgosas, como subir al Monte Hua, en China, de 2 mil 160 metros de altitud y llena de rutas extremas. Le llaman “el camino más peligroso del mundo”, al tener un promedio de 100 muertes al año. Aun así, miles de turistas viajan para vivir la experiencia.
“Creo que sin duda hay algo de búsqueda de aventura y adrenalina que no se consigue haciendo las típicas actividades turísticas“, señalo Paul Chow, un joven estudiante de 24 años, de Singapur, a medios locales, tras perderse durante la escalada de una montaña en India. El miedo que le provocó no saber dónde estaba o hacia dónde ir no lo detuvo. Aseguró, una vez rescatado, que seguiría con sus expediciones, que inició hace más de dos años.
“Lo divertido de ese tipo de actividades de aventura es que no son aburridas. Son muy emocionantes. Son entretenidas. Creo que eso explica probablemente por qué la gente participa en ese tipo de actividades aventureras”, afirmó a Channel News Asia el profesor asociado Zhang Kuangjie, catedrático de marketing de la escuela de negocios de la Universidad Tecnológica de Nanyang (NTU).
Zhang, investigador del comportamiento del consumidor y la sicología, comparó el turismo de alto riesgo con la experiencia que dejan las películas de terror, o las “casas del terror” en los parques de diversiones. ”Te enfrentas a algo que puede ser aterrador o arriesgado, pero lo has conseguido. Durante el proceso, tienes una sensación de excitación y estimulación”, dijo.
Los expertos detallan que las actividades de riesgo liberan sustancias químicas en el cerebro que pueden crear adicción. Por eso, cuando una persona ha hecho turismo de alto riesgo, lo más probable es que querrá más, a pesar de que en ello le pueda ir la vida.
Participar en actividades turísticas de riesgo provoca euforia y la sensación en quienes las realizan de que son otras personas una vez que terminan su aventura.
La seducción de visitar lugares poco accesibles donde hay tragedia, leyenda e historia es otro factor. Eso explica el atractivo de visitar, por ejemplo, los restos del Titanic.
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En otros casos, lo que empuja a una persona a emprender un viaje riesgoso es la admiración por alguien que ya lo realizó, como quienes viajan a la Antártida para rendir homenaje al explorador Ernest Shackleton, primero en descubrirla al mundo.
También hay otras opiniones científicas, como el de la especialista en física espacial, la doctora Julia Martínez Bretón, para quien la Tierra ciertamente está sufriendo una serie de desgastes que lo están acabando; “lo que nos puede salvar es tener más conciencia y si el turismo espacial va a permitir concientizar la fragilidad del mundo, es probable que podamos hacer algo para conservar el ambiente. Quienes van en esos viajes tienen mucha responsabilidad”, declaró en 2021.
El destino de OceanGates
Sin embargo, no todos los turistas de alto riesgo tienen la fortuna de contar sus experiencias, como quedó demostrado con la tragedia del Titán.
En medio de las críticas y a un año del accidente, OceanGates ha enfrentado millonarias indemnizaciones y demandas. Después del accidente, la compañía inició conversaciones con los familiares de las víctimas para abordar el tema de las indemnizaciones. La empresa reconoció la gravedad de la situación y expresó su disposición a ofrecer compensaciones.
Muchas de las negociaciones resultaron en acuerdos confidenciales entre OceanGate y las familias afectadas. Estos acuerdos suelen incluir cláusulas de no divulgación, por lo que los detalles específicos de las sumas de dinero o los términos exactos no se conocen. Sin embargo, se sabe que estaban destinadas a cubrir los costos de funerales, apoyo emocional y financiero y, en algunos casos, compensaciones adicionales por la pérdida de ingresos y el sufrimiento emocional.
Algunos familiares optaron por emprender acciones legales contra OceanGate, al argumentar negligencia y fallos en las medidas de seguridad. Estos procesos buscaron no sólo compensaciones económicas, sino también respuestas claras de las causas del accidente y responsabilidades específicas. Las demandas llevaron a un mayor señalamiento público sobre las prácticas de seguridad de la empresa.
Las indemnizaciones y demandas tuvieron un impacto financiero en OceanGate, que enfrentó dificultades para mantener su operación y reputación, lo que complicó aún más su situación tras el accidente. La respuesta a la tragedia fue un tema de gran interés público. La compañía prometió revisar y mejorar todos sus protocolos de seguridad y trabajar de cerca con las autoridades para garantizar que incidentes similares no se repitan.
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Además, OceanGate se comprometió a apoyar a las familias de las víctimas a través de diversas iniciativas, incluyendo la creación de fondos de apoyo y programas de becas en memoria de los fallecidos. A pesar de la tragedia, las críticas han sido variadas.
Para OceanGates ya no hay futuro. Inmediatamente después del accidente, se lanzaron varias investigaciones por parte de autoridades de seguridad marítima y agencias gubernamentales de diferentes países, a fin de determinar las causas exactas de la implosión y evaluar si la compañía había cumplido con todas las regulaciones de seguridad y mantenimiento. La empresa suspendió todas sus operaciones de turismo submarino de manera indefinida y también detuvo la construcción y desarrollo de nuevos submarinos.
Aun así, un año después de la tragedia, Larry Connor, millonario dedicado a los bienes raíces, planea viajar hacia los restos del Titanic, cerca de los cuales están los del Titán. Lo hará en un submarino de 20 millones de dólares que llevó una década construir: el Tritón, de la empresa del mismo nombre.