Miami.— El 8 de mayo de 2018, cuando el entonces y ahora mandatario firmó la retirada unilateral de Estados Unidos del Plan de Acción Integral Conjunto (JCPOA), el acuerdo que desde 2015 contenía el programa nuclear iraní, no lo hizo a oscuras ni lo hizo engañado, sino a pesar de las advertencias de los informes de sus agencias de inteligencia, de los datos del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), del respaldo de sus aliados europeos y de la palabra de sus propios negociadores.

“Rompió el acuerdo porque quería hacerlo, porque lo había firmado Barack Obama y porque su administración estaba decidida a borrar el legado de Obama a como diera lugar; incluso si eso significaba borrar con él los mecanismos que contenían la amenaza más peligrosa del golfo Pérsico”, dice Daniel Álvarez, experto en temas de Medio Oriente, a

“El JCPOA no era perfecto, pero funcionaba. Fue el resultado de más de una década de negociaciones entre y el grupo denominado P5+1 [Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Rusia, China y Alemania] y obligaba a Irán a limitar severamente su capacidad nuclear”, explica Álvarez. Bajo sus cláusulas, Irán debía mantener su nivel de enriquecimiento de uranio por debajo de 3.67 %, reducir su inventario a 300 kilogramos, inutilizar el reactor de Arak, abandonar las actividades nucleares en Fordow y desmantelar más de dos tercios de sus centrifugadoras. A cambio, se levantarían las sanciones internacionales y se descongelarían fondos retenidos. El OIEA tendría acceso constante a todas las instalaciones nucleares del país y mecanismos extraordinarios de verificación entrarían en vigor por al menos 15 años.

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El brazo militar en pugna. Fuente: de IISS y Military Balance
El brazo militar en pugna. Fuente: de IISS y Military Balance

Desde su implementación, Irán cumplió. En enero de 2018, el entonces director nacional de inteligencia, Dan Coats, declaró ante el Congreso de Estados Unidos: “Irán sigue cumpliendo sus compromisos”.

El entonces secretario de Defensa de Trump, James Mattis, admitió: “Sí, creo que debemos mantenernos en el JCPOA. A pesar de sus imperfecciones, está funcionando”. Pero Trump eligió ignorar a todos. Como reconoció su exasesor de seguridad nacional, John Bolton, la decisión fue visceral: “Trump no necesitaba saber si el acuerdo funcionaba. Lo odiaba porque lo firmó Obama”.

No sólo se retiró Estados Unidos, también impuso sanciones unilaterales contra Irán, presionó a Europa para que no mantuviera relaciones comerciales con Teherán, bloqueó los canales financieros habilitados por el acuerdo y amenazó con penalizar a cualquier país que intentara preservar los términos del pacto. Europa intentó sostenerlo mediante un mecanismo de pagos llamado INSTEX, pero fracasó. Irán, asfixiado económicamente, permaneció inicialmente dentro de los límites. Pero en 2019 comenzó a responder, “primero reactivó sus centrifugadoras, luego elevó el nivel de enriquecimiento, más tarde redujo el acceso de los inspectores”, apunta el especialista. Para 2020, ya había rebasado 20 % en el enriquecimiento de uranio; en 2021, 60 %.

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Según el informe publicado por la OIEA en junio de 2025, Irán ha acumulado al menos 409 kilogramos de uranio enriquecido a 60 %. Esa cantidad, si se refina a 90 %, permite fabricar entre seis y nueve ojivas nucleares. Las cámaras de vigilancia han sido retiradas, los registros borrados, los sitios más sensibles sellados al escrutinio externo. El OIEA declaró por primera vez desde 2003 que Irán se encuentra en “incumplimiento material” de sus obligaciones como firmante del Tratado de No Proliferación Nuclear. Israel, que durante años denunció el acuerdo como una rendición disfrazada, dejó de esperar y sin aviso previo, aviones israelíes bombardearon, en especial, instalaciones clave para enriquecimiento de uranio en Natanz, Arak e Isfahán, pero no han logrado dañar Fordow, la planta subterránea de enriquecimiento de uranio más protegida y estratégica de Irán, sigue intacta. Según el exinspector David Albright, “los ataques han sido significativos, pero no decisivos. El núcleo del programa nuclear iraní sigue operativo”.

El líder supremo, Ali Khamenei, calificó los bombardeos como una agresión sin precedentes y advirtió que “Irán responderá con medidas asimétricas en todo Medio Oriente”. El gobierno iraní declaró que cualquier nueva agresión será considerada “una declaración de guerra”. Al mismo tiempo, intensificó sus actividades nucleares. “Hoy, Irán no sólo tiene la capacidad material de construir una bomba atómica, también tiene la infraestructura técnica, la experiencia operativa y el impulso político para hacerlo”, subraya Álvarez. Trump repite que “Irán no tendrá nunca un arma nuclear”.

Los republicanos alineados con Trump defienden la ruptura como un acto de firmeza. Tom Cotton ha pedido una ofensiva militar conjunta con Israel. Jim Banks ha afirmado que “el acuerdo nuclear era una farsa desde el inicio”. Pero entre los republicanos moderados, la incomodidad crece. Rand Paul lo declaró que “no fue Irán quien cruzó la línea, fuimos nosotros quienes la borramos”. Susan Collins reconoció públicamente que la retirada del JCPOA fue “precipitada, ideológica y profundamente costosa”.

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En el ala demócrata, las críticas son aún más frontales. Chris Murphy declaró que “esta crisis tiene nombres y fechas. El nombre es Donald Trump y la fecha, mayo de 2018”.

Aunque el general Charles Q. Brown Jr., jefe del Estado Mayor Conjunto, no ha hablado específicamente sobre la bomba iraní, sí ha subrayado que “Israel continúa enfrentando la amenaza de ataque por parte de Irán y sus grupos proxy” y que la región vive “una tensión operativa que exige máxima preparación”. La CIA, bajo el mando de William Burns, ha evitado declaraciones tajantes, pero informes filtrados a medios afirman que la agencia considera “altamente probable” que Irán complete su capacidad para armar una ojiva nuclear antes de que termine el año, si así lo decide.

Suzanne Maloney, desde Brookings, calificó la retirada del JCPOA como “una catástrofe autoinfligida”. Ali Vaez, del Carnegie Endowment for International Peace dijo que “nunca antes la brecha entre advertencia y capacidad fue tan corta. Nunca antes Estados Unidos tuvo tan pocas herramientas estratégicas”. Incluso Michael Pillsbury, exasesor informal de Trump y uno de los ideólogos de la “máxima presión”, admitió que “se subestimó la capacidad iraní de resistir y adaptarse”.

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