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Washington.— En Estados Unidos hay dos formas opuestas de enfocar una crisis de coronavirus, que ya supera los 500 muertos y los 41 mil casos positivos —ha pasado del décimo al tercer país del mundo con más contagios en un día, sólo por detrás de China e Italia.
Una, la del presidente Donald Trump, más preocupado por la afectación en la economía y dispuesto a “reabrir al país” en pocas semanas, flexibilizando las condiciones de sanidad pública y distanciamiento social para evitar más contagios. La otra es la de la mayoría de autoridades estatales y locales, endureciendo las condiciones de la población para evitar que el Covid-19 se propague entre la población.
A pesar de que Trump prometió que puede hacerse cargo de dos cosas a la vez, en la dicotomía economía versus salud pública apuesta por la primera claramente. “No vamos a hacer que [un problema médico] se convierta en un problema financiero eterno”, dijo el republicano en su conferencia de prensa, convertida en un podio de declaraciones sin fundamento y desvaríos.
Según varios reportes de prensa, el mandatario lleva días pensando que la afectación económica de la pandemia está siendo excesiva. Quizá considerando más su reelección que el bienestar social, cree que sin una buena economía su cargo está en juego y ha avisado que revisará sus medidas de contención de la propagación del Covid-19. “No puede ser que la cura sea peor que el problema”, tuiteó la medianoche del domingo y reiteró varias veces ayer.
Las cifras económicas asustan a Trump. La directora gerente del FMI, Kristalina Georgieva, auguró una “recesión al menos tan mala como durante la crisis financiera mundial o peor”. Las cifras de paro proyectadas se disparan por las nubes.
Trump habla de una reapertura del país que implicaría supervisar los focos con más contagios y la población de riesgo, mientras el resto del país se “mueve para adelante”. El presidente sufre por una economía en la que las bolsas siguen en rojo y no repuntan ni con la decisión sin precedentes de la Reserva Federal de compra ilimitada de deuda para evitar la quiebra de empresas y administraciones públicas.
Sus asesores sanitarios no comparten la idea y el presidente no lo oculta. “No, no está de acuerdo”, aseveró sobre Anthony Fauci, director del instituto nacional de alergias y enfermedades contagiosas que, con el paso de los días, se ha convertido en la única figura confiable para la opinión pública sobre el tema. “Si fuera por los doctores, cerraríamos el mundo entero”, añadió el republicano, descartando esa propuesta porque “no se puede cerrar la primera potencia mundial”.
El director de salud pública, Jerome Adams, advirtió que esta semana “será mala” y que hay que seguir con la presión para que la población se quede en casa.
Entre las nuevas medidas aplicadas por la Casa Blanca está un decreto para perseguir a los que acumulen material médico que escasea en el país para sacar provecho manipulando los precios de mercado, como mascarillas o instrumental médico. Además, se anunció el inicio de ensayos clínicos con fármacos para la malaria en Nueva York; unas pruebas que llegan después que una persona muriera después de escuchar el nombre del medicamento en boca del presidente y automedicarse, cuando no había ningún indicio ni constancia de que funcionaba.
Para lo que no hay respuesta todavía es el tiempo que seguirá cerrada parcialmente la frontera entre Estados Unidos y México. Según un funcionario estadounidense, este fin de semana se ha reducido el tráfico 66%, sin afectación al comercio. La reapertura se hará cuando el virus “ya no sea una amenaza”.
En las antípodas de las soluciones a corto plazo están las medidas de los gobernadores de todo el país. Ya son 15 los estados que han decretado cuarentenas obligatorias a sus ciudadanos, limitando mucho su interacción social pero sin llegar a los extremos de confinamiento de algunos países europeos.
Más de 144 millones de personas, 44% de la población del país, a las que hay que sumar los millones de ciudades como Philadelphia, Dallas o San Antonio, donde las autoridades locales también han endurecido las condiciones de vida, priorizando la salud pública al impacto en las economías de sus localidades.
Por primera vez, la cifra de muertos diaria superó los 100 y no parece que se vaya a llegar al pico de la curva pronto. Los hospitales de Nueva York, según su alcalde Bill de Blasio, sólo tiene insumos médicos para aguantar esta semana. Hospitales que, por orden del gobernador Andrew Cuomo, tienen que ampliar su capacidad en 50%.