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En su primer discurso sobre el estado de la Unión como presidente, Donald Trump hizo un llamado a la unidad de Estados Unidos, especialmente en el tema más candente de la política actual: la inmigración. Pero sus palabras no coincidieron con el tono de su retórica, que se mantuvo divisiva y criminalizadora con los inmigrantes, alejando una vez más la opción de reforma del sistema migratorio y todavía sin vistas a solución para los dreamers.
Trump dijo tener la “mano abierta para trabajar con ambos partidos” para solucionar el problema, pero cerró el puño para vincular a los migrantes —especialmente latinoamericanos— con las bandas criminales. Llamó al cierre de fronteras e insistió en un plan migratorio descartado por la mayoría de legisladores.
“Los estadounidenses también son soñadores”, dijo el presidente, quien así intentó poner a los ciudadanos de EU por delante de los inmigrantes, usando la palabra soñador con la que se alude a los jóvenes indocumentados —dreamers— que buscan desesperadamente una protección para evitar la deportación y a quienes Trump no dudó en tachar de “ilegales” más de una vez.
Es la base del America First (EU primero) que marca su política y que refuerza con un enfrentamiento del nosotros (los estadounidenses) contra ellos (los extranjeros). “Las fronteras abiertas han permitido que drogas y bandas penetren en nuestras comunidades más vulnerables. Han permitido a millones de trabajadores de bajos salarios competir por empleos y salarios de los estadounidenses más pobres”, dijo. Vinculó la migración con la criminalidad al extremo, invitando al palco de honor a padres que perdieron a sus hijas adolescentes a manos de la Mara Salvatrucha, integrada, según Trump, por “inmigrantes ilegales”.
El politólogo David Schultz, de la universidad de Hamline, opinó en un análisis enviado a EL UNIVERSAL que con su discurso migratorio Trump quiso “cubrir a su base” con la retórica que los alimenta, sin preocuparse de que “dividirá y alienará” al resto.
La propuesta del mandatario no sorprendió. Fue el mismo plan de cuatro puntos que se conocía de hace una semana, con ampliación de dreamers por regularizar (1.8 millones) a cambio de mayor seguridad fronteriza, el fin de la migración familiar y el sistema de lotería de visados.
“Estos cuatro pilares generarán una legislación que cumpla con mi firme promesa de sólo firmar un proyecto de ley que priorice a Estados Unidos. Así que vamos a unirnos, dejar de lado la política y finalmente hacer el trabajo”, pidió. En una parte de su discurso migratorio, Trump fue abucheado por los demócratas, mal augurio al futuro del problema.
Y es que no hubo mejor representación de la división del Congreso y del país que los aplausos al discurso de Trump: los republicanos lo vitorearon más de 110 veces en 80 minutos —el tercer discurso del estado de la Unión más largo de la historia—, mientras los demócratas se quedaban sentados y aplaudían a cuentagotas.
El llamado de Trump a la “unidad de la familia estadounidense” no se cumplió ni en su persona: Llegó solo al Congreso —su esposa Melania llegó aparte al Capitolio, entre versiones de crisis de pareja—, tras un traslado donde decenas de personas lo esperaban en las calles con carteles de “mentiroso” y “no eres mi presidente”.
En otros asuntos, Trump aseguró que “nunca ha habido un mejor momento para empezar a vivir el sueño americano”, y se felicitó de los éxitos de su administración en economía. “La era del sometimiento económico [de EU] se ha acabado”, afirmó, al tiempo en que insistió en poner fin a los “malos acuerdos económicos”, sin mencionar por su nombre el TLCAN. Sorprendió al decir que mantendrá abierto el penal de Guantánamo y al solicitar más fondos para el ejército y su plan de infraestructuras.
La principal respuesta de los demócratas vino de Joe Kennedy III, quien tras definir el mandato de Trump como “caótico” y “divisivo”, habló a los inmigrantes, especialmente los soñadores: “Ustedes son parte de nuestra historia. Vamos a luchar por ustedes y no nos vamos a alejar”, dijo en español.