Washington.— Por segunda vez Donald Trump se va a sentar en el banquillo de los acusados del Senado de Estados Unidos. Y lo más probable, si no hay sorpresas, es que salga exonerado de cualquier culpa o delito. El proceso histórico del segundo juicio o impeachment al expresidente —nunca antes un gobernante estadounidense había sido tantas veces acusado— inicia hoy con la certeza de que no hay la mayoría suficiente para condenarlo, ni siquiera por su papel en alentar a la turba que asaltó el Capitolio el pasado 6 de enero.

El juicio que comienza este martes es la última sobra del ataque de las turbas trumpista al Congreso con la intención de evitar, de manera violenta, la confirmación de Joe Biden como presidente de Estados Unidos. Las efervescentes e inflamatorias arengas de Trump hacia sus seguidores para que “lucharan” por él terminaron siendo la base para que la Cámara de Representantes, gracias a la mayoría demócrata, lo acusara de “incitación a la insurrección”.

Desde hoy el caso pasa al Senado, que se convierte en un tribunal para decidir si Trump es culpable o no de ese delito.

Los argumentos

Las dos partes enfrentadas tienen claros sus argumentos. La defensa de Trump hace días que alimenta la falsedad de que el proceso es inconstitucional porque Trump ya no está en el cargo y es un ciudadano privado, pero sabe que lo más importante para retener el apoyo de los senadores republicanos es convertir el impeachment en una pelea centrada en el ámbito político.

En términos generales, los abogados de Trump afirman que este proceso no es otra cosa que la supuesta cacería de brujas contra el expresidente, fórmula que tanto usó Trump cada vez que alguien ponía en duda sus comportamientos o declaraciones.

“Complacer el hambre de los demócratas de la Cámara [de Representantes] por este teatro político es un peligro para nuestra República, la democracia y los derechos que apreciamos”, escribieron los letrados del exmandatario, en su último documento previo al proceso que empieza hoy. Además, insisten que las palabras de Trump “no ordenaron a nadie cometer acciones ilegales”, y que no merece castigo por la conducta de “pequeños grupos de criminales”. El exmandatario, señala, sólo ejerció su derecho a la libertad de expresión.

Todos esos argumentos son rebatidos frontalmente por los congresistas demócratas que actuarán de fiscales. “Creemos en una nación gobernada por la ley, no por una turba violenta incitada por presidentes que no aceptan su derrota electoral”, respondieron, al asegurar que las pruebas de mala conducta de Trump son “abrumadoras”, así como los indicios de que “traicionó” al pueblo estadounidense.

Sea como sea, nadie espera ninguna sorpresa. El senador republicano Lindsey Graham dijo que a pesar de decir que Trump tendrá “un lugar en la historia” de los disturbios, el resultado del juicio “no está en duda”. Una frase parecida dijo antes de que empezara el juicio tras el primer impeachment, que terminó con Trump exonerado.

Parece muy complicado que 17 republicanos salten del barco y se unan al bloque demócrata, cifra mínima para condenar a Trump. Es por eso que todo apunta a que los propios senadores intentarán acelerar al máximo el proceso y convertirlo en un juicio exprés que termine pronto y así poder pasar página. De hecho, no se espera que haya testigos. (Trump descartó testificar bajo juramento, como le solicitaban los demócratas), dejando la puerta abierta a que el juicio se base sólo en la exposición del caso y el voto para condenarlo o no.

Para hoy no se espera mucho más que una repetición del voto para resolver si el proceso es constitucional o no, que hace unos días ya se produjo en la Cámara Alta con sólo cinco republicanos apoyando al bloque demócrata en la idea de seguir adelante con el juicio. La cifra es insuficiente y poco agorera para aquellos que creen en la culpabilidad de Trump y la necesidad de condenarlo para dar ejemplo y sentar un precedente, aunque ya no esté en el cargo.

La esperada exoneración de Trump contrasta con la opinión pública del país. Según las últimas encuestas, más de la mitad de la población (entre 56% y 57%, de acuerdo con el sondeo) está a favor de que Trump sea condenado y se le prohíba ocupar un cargo federal en el futuro. Como contraste, alrededor de 80% de los republicanos no quiere que se impida a Trump poder aspirar a un nuevo cargo.

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