Donald Trump es la descripción perfecta de un presidente bully: amenaza a diestra y siniestra con aranceles, con “recuperar” zonas que nunca fueron suyas y con aplastar a cualquiera que se ponga en su camino.
Ahora, el bully Trump está usando el poder que le da ser el presidente de Estados Unidos para echar por los suelos los sueños palestinos de tener su Estado, o siquiera un hogar: el mandatario estadounidense afirma que “comprará” Gaza, sacará a los palestinos y volverá la zona una “Riviera” en Medio Oriente.
Su propuesta ha desatado la indignación de la comunidad internacional, excepto por Israel, que se frota las manos con un plan que le viene como anillo al dedo.
Gaza está devastada. Hasta ahora, ningún plan ha funcionado para acercar a israelíes y palestinos, sentarlos a negociar con miras a la solución de dos Estados. Tras más de un año de guerra, se requieren recursos millonarios para la reconstrucción y dar a los palestinos condiciones dignas de vida. En vez de apoyar un plan internacional para levantar Gaza, Trump optó por proponer que los palestinos se vayan a vivir a otro lado y reconstruir Gaza, no para ellos, sino para beneficio de Trump… .
El problema, en estos momentos, es que Trump es el tipo de bully que no ha encontrado quién le diga que no.
Lo intentó el presidente colombiano, Gustavo Petro —en pésimas condiciones, con una respuesta de botepronto, impulsiva, fuera de sus cabales—, y así le fue. Terminó aceptando las condiciones de Trump que, fiel a su estilo, lo humilló hasta el cansancio, mostrando “quién es el que manda”.
Con Panamá, tras amenazar con “recuperar” el control del canal —que nunca fue suyo—, Trump logró que el presidente José Raúl Mulino frenara sus acuerdos comerciales con China y fortalezca la cooperación con Estados Unidos en materia de narcotráfico, migración e inversiones.
Con México, obtuvo el compromiso del gobierno para enviar 10 mil efectivos de la Guardia Nacional a la frontera; con Canadá, la declaración de los cárteles como terroristas, la designación de un zar del fentanilo y la creación de una fuerza de ataque conjunta para combatir el flujo de esta droga, y del crimen organizado.
El presidente de El Salvador, Nayib Bukele, aceptó recluir migrantes convictos de otros países que le envíe Estados Unidos para encerrarlos en sus cárceles.
En el caso de Jordania y Egipto, que hasta ahora rechazan la idea de recibir a millones de palestinos para cumplirle a Trump su capricho, el magnate ya amenazó con suspender la ayuda a ambas naciones si no acogen palestinos.
También queda por definirse cómo presiona a Ucrania y a Rusia para que se sienten a negociar.
Con Europa está usando ya el arma arancelaria en busca de mayor cooperación en temas que van del presupuesto de la OTAN a las inversiones en Estados Unidos.
Por ahora, la presidencia está resultando ser un buen negocio para Trump, que a punta de golpes se está saliendo con la suya en el escenario internacional. Si el valiente vive hasta que el cobarde quiere… ¿quién será el valiente que se le ponga enfrente al bully y demuestre que su poder y capacidad de acción no son infinitos? O mejor planteado: ¿Cuándo vendrá la unidad que es la única forma en que los países le puedan plantar cara al matón de Trump?