Finalmente se desató la tormenta, y tras días de rumores el Comité de Inteligencia de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, con la aprobación de Donald Trump, publicó el polémico memorándum que quiere demostrar que la investigación del Rusiagate se basó en parámetros y negligencias partidistas.

La autorización fue una declaración de guerra pública y abierta al FBI, el Departamento de Justicia y la investigación de la trama rusa.

Trump decidió desobedecer las advertencias y consejos del FBI y el Departamento de Justicia y, guiado por su interés político y las ganas de que la trama rusa desaparezca de su lado, autorizó la publicación del memorándum confidencial, en un intento por desacreditar la investigación que quiere destronarlo.

“Lo hemos desclasificado, lo hemos enviado al Congreso. Es terrible, es una desgracia lo que está pasando en este país. Mucha gente debería sentirse avergonzada de sí misma”, dijo Trump a los periodistas en la Casa Blanca. Era el paso definitivo para que el material top secret viera la luz.

Al documento le faltó mucha sustancia, y todo lo que relató ya se sabía o se podría intuir. También carece de datos concretos y hechos importantes, las reiteradas “omisiones” de las que advertía el FBI. Lo que le sobró fue intención política.

El texto, preparado por varios congresistas republicanos, asegura que el FBI y el Departamento de Justicia obtuvieron las órdenes judiciales para espiar a Carter Page, un asesor de la campaña de Trump, usando sólo como base el famoso “dossier Steele” con material sórdido sobre el magnate, elaborado por un ex espía británico y pagado, en parte, por el Partido Demócrata.

Los republicanos afirman que nunca advirtieron al juez que autorizó el “pinchazo” a Carter que detrás había fines partidistas, lo que demostraría la mala praxis de la agencia de inteligencia y el ministerio de Justicia, especialmente de aquellos que la lideraban.

“El memorándum levanta serias preocupaciones sobre la integridad de las decisiones tomadas por altos mandos del Departamento de Justicia y el FBI”, señaló la portavoz presidencial, Sarah Sanders.

Varios medios estadounidenses refutaron información, asegurando que algunos de los hechos que aparecen en el texto son falsos.

Nadie se quedó callado ante lo que muchos ven como una deshonra a la democracia de EU y preludio de una crisis institucional. Los más vociferantes fueron los demócratas, alarmados por el sesgo del memorándum, decisión que intenta menoscabar la legitimidad de las agencias de inteligencia por fines políticos y lo que intuyen que es una excusa para presionar a los investigadores de la trama rusa y apalear la confianza de los estadounidenses sobre la neutralidad de las pesquisas sobre el Rusiagate.

“Un memorándum deshonesto y engañoso”, lo calificó el ex director del FBI James Comey (citado en el informe), que en su opinión sólo sirve para “arruinar la confianza en la comunidad de inteligencia” y “exponer inexcusablemente la investigación clasificada de un ciudadano estadounidense”.

Su sucesor en el cargo, Christopher Wray —en la mirilla de Trump para ser despedido por su negativa a revelar el memorando— alentó a sus subordinados a seguir con su trabajo y seguir creyendo en su institución y lo que representa.

La duda es cuál será el próximo paso. Los demócratas estudian si revelar su versión de los hechos, un memorándum que no fue aprobado para distribución por el Congreso y que, aseguran, pone en contexto muchas de las imprecisiones que incluye el documento de lo republicanos.

Pero a lo que todo el mundo está atento es a saber si Trump estará dispuesto a rematar la faena e intentar descabezar la investigación de la trama rusa, empezando por las dos personas que se resistieron a publicar el documento: Wray y Rod Rosenstein, vicefiscal general de EU, quien se prevé que sea la primera víctima de la guillotina del presidente.

Fuentes de la Casa Blanca aseguraron a Reuters que no se había hablado del tema, aunque Trump jugó a la distracción diciendo a los periodistas que “deduzcan qué va a pasar” con el número dos del Departamento de Justicia y supervisor de la investigación de la trama rusa.

A pesar de eso, la publicación del memorándum le daría vía libre a desterrarlo, bajo el argumento de que no cumplió con su deber y no merece la confianza del presidente ni del pueblo estadounidense.

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