San José. – Cuando el canciller de Venezuela, Yván Gil, proclamó el lunes pasado que el Tren de Aragua, una siniestra mafia venezolana que nació en una cárcel de ese país hace más de 15 años y se propagó al exterior, “no existe” y es solo “una ficción”, desató la ira del presidente de Chile, el izquierdista Gabriel Boric, y abrió una nueva crisis diplomática en América Latina, ahora entre Caracas y Santiago.
“Las afirmaciones irresponsables del canciller de Venezuela, desconociendo la existencia del Tren de Aragua, son preocupantes y constituyen un grave insulto a quienes han sido víctimas de esta organización”, acusó Boric anteayer en la capital chilena.
“Demuestran una falta de compromiso con la cooperación internacional necesaria en materia de seguridad, lo que no es justo ni tolerable”, advirtió, sobre el comentario de Gil el lunes en Colombia y al llamar a consultas al embajador de Chile en Venezuela, Jaime Gazmuri.
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Gil argumentó que “el Tren de Aragua es una ficción creada por la mediática internacional para tratar de crear una etiqueta inexistente” y describió que “ahora inventan un llamado Tren de Aragua (…) que existió en Venezuela, localizada, y que luego se ha tratado de poner como marca”.
“Ridículamente aparecen videos incluso de gente que dice (…) ‘somos del Tren de Arangua’, dicen algunos o con acento peruano y otros chileno. Se trata de crear una marca”, aseguró.
En una tajante respuesta, y sin contrarréplica todavía de Caracas, la ministra del Interior de Chile, Carolina Tohá, afirmó que la declaración de Gil “es un insulto, no al gobierno de Chile sino al pueblo de Chile y a los pueblos de Latinoamérica”.
“Inaceptable (...) Personas han perdido sus familiares, han perdido la tranquilidad de sus barrios, han perdido sus negocios por eso”, recordó.
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El profundo malestar del gobierno de Boric con el régimen izquierdista de Venezuela se asentó en una realidad: Chile se convirtió en una víctima más del despliegue desde 2018 del Tren de Aragua en suelo chileno, con narcotráfico, sicariato, trata de personas para explotación sexual, migración irregular, secuestros, extorsiones, contrabando de armas y torturas.
El Tren de Aragua llegó a Chile con un despliegue limitado a finales de 2017 y ya con fuerza en 2018, como parte de su agresiva expansión de Venezuela a Brasil, Colombia, Perú, Ecuador, Bolivia, Centroamérica, México y Estados Unidos.
Fuentes chilenas revelaron a EL UNIVERSAL que la red consiguió infiltrarse en Chile a variantes criminales de alta intensidad con millonarias ganancias, como las extorsiones, para efectuar incesantes transferencias financieras a Venezuela.
El Tren, que nació en la cárcel de Tocorón en el norcentral estado venezolano de Aragua hace más de 15 años, logró en 2024 mantener control de al menos ocho de las 52 prisiones de Venezuela.
Las fuentes registraron seis centros penitenciarios de Chile con operativos de el Tren: cuatro del norte (Arica, Iquique, Antofagasta y Copiapó), dos del centro (Santiago y Rancagua) y uno del sur (Puerto Montt).
“Hemos sufrido en Chile tipos delictuales y modalidades de comisión que se han asociado” a esa organización venezolana, dijo el ingeniero civil industrial chileno Daniel Johnson, director ejecutivo de la (no estatal) Fundación Paz Ciudadana, de Chile.
“Se ha establecido la presencia en Chile de personas que en su historia han estado vinculadas al Tren de Aragua. También hay inmigrantes que directamente se han declarado miembros de esta organización”, relató Johnson a este diario, al subrayar que los “antecedentes dan cuenta de vínculos´” de esta mafia con delincuentes en Chile.
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En coincidencia, los delitos “más violentos”, como los homicidios, aumentaron y generaron “alta preocupación” en la ciudadanía y en las autoridades”, confirmó.
Por el uso de armas de fuego, la planeación y otras características, esos hechos “se pueden vincular” a organizaciones delictuales que se instalaron “en ciertas zonas del país que han sido afectadas también por fuertes olas migratorias”, agregó.
El gobierno chileno informó a mediados de 2023 que la tasa de homicidios por cada 100 mil habitantes de Chile subió de 4.5 en 2018 a 6.7 en 2022 y que el total de asesinatos aumentó de 845 en 2016 a mil 322 en 2022.
Para infiltrarse y propagarse, el Tren consolidó el control del masivo éxodo sin visas o irregular hacia los más diversos destinos del exterior de venezolanos que huyeron de la honda y prolongada crisis socioeconómica, política e institucional de Venezuela y que de 2014 a 2024 sumó más de 7 millones 800 mil personas. El Tren se posicionó en fronteras de Chile con Bolivia y Perú, de acuerdo con las fuentes.
“Un líder de el Tren vivía en 2018 en Recoleta”, municipio capitalino chileno, precisó el arquitecto y urbanista chileno Matías Garretón, jefe del Observatorio de Conflictos del (no estatal) Centro de Estudios de Conflictos y Cohesión Social (COES), de Chile.
A consulta de este periódico, indicó que la presencia de el Tren en Chile “es un problema de más larga data y asociado a la crisis humanitaria venezolana” por la masiva migración irregular al exterior desde Venezuela.
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“No quiero criminalizar al migrante. Al contrario: esta masa humana que migra en forma precaria es victimizada por organizaciones criminales de tráfico de personas, lo que se traduce en trata de personas en países de destino, como prostitución y extorsiones”, señaló.
Tras mencionar que “los que más sufren por la violencia” son los migrantes irregulares, reveló que “si se es migrante en Chile se tiene el doble de posibilidades de morir asesinado que un chileno”.
“Desde 2018 se duplicó la tasa de homicidios sin imputado conocido de 20% sin saberse quien fue (el autor) ni detenidos a 40%. Es muchísimo. Del (restante) 60% llevado a juicio, un tercio sale libre. Hay tres sobre cinco de salir impune: pésima señal que fomenta el homicidio”, alegó.
Al alertar que el fenómeno crece “en frecuencia”, lo definió como “círculo vicioso en tendencia” desde 2018… cuando el Tren paró en Chile.