Madrid.— Desde que las personas transexuales eran repudiadas y reprimidas, sobre todo durante la dictadura franquista, hasta el reconocimiento de sus derechos en la España democrática, han tenido que pasar varias décadas en las que el colectivo LGBTTTIQ+ y las reivindicaciones de activistas han jugado un papel determinante en la lucha por conseguir una mayor aceptación social.
Los transexuales, al menos sobre el papel, ya no son considerados ciudadanos de segunda. La normativa ibérica ha reforzado los derechos de la comunidad transexual en los últimos 20 años y el último anteproyecto de ley aprobado por el gobierno socialista prevé que a los 16 años cualquier persona pueda optar legalmente por cambiar de género a través de una declaración expresa, sin otro requerimiento que el libre ejercicio de su voluntad, por lo que no será necesario el permiso de terceros.
Sin embargo, a pesar de lo que se ha avanzado, en muchos casos los transexuales siguen enfrentando trabas laborales, afectivas o familiares. Algo que podría cambiar en los próximos años, ya que cada vez más las nuevas generaciones aceptan la diversidad sexual sin ninguna reserva.
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“La transición es un proceso por el cual algunas personas transgénero empiezan a vivir sus vidas en el género con el que se identifican en vez del sexo que les fue asignado al nacer. Este puede o no incluir terapia hormonal, cirugía de reasignación de sexo y otros procedimientos médicos”, señala la organización humanitaria Human Rights.
Una vez que la persona mayor de edad ha decidido cambiar de género, tras asumir que su mente no coincide con sus señas natales, puede optar por una transición meramente social o elegir la alternativa médica, lo que implica recibir el tratamiento adecuado y, llegado el caso, pasar por el quirófano para ser intervenido por un especialista.
El proceso de conversión que en España será mucho más permisivo cuando se apruebe la nueva ley transexual, probablemente este mismo año, inicia con la obtención por parte del interesado del permiso de especialistas, que tienen que emitir un informe médico y sicológico favorable a la reasignación de sexo.
En el caso de los hombres trans, el tratamiento puede incluir terapia hormonal, mastectomía (extirpación de las mamas), histerectomía (extracción de los órganos reproductivos internos femeninos), faloplastia (construcción de un pene usando piel de otras partes del cuerpo) o metaidoioplastia (aumento del tamaño del clítoris).
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Por su parte, las mujeres transexuales pueden ser sometidas a una o varias de estas modalidades: terapia hormonal, prótesis en pechos y glúteos, orquiectomía y penectomía (extirpación de los testículos y el pene), o intervención para crear la vagina (vaginoplastia), el clítoris y los labios característicos del genital femenino.
En cualquier caso, ya se opte por la transición social o médica, el proceso de conversión no es fácil. Además de las inquietudes, dudas o temores que puedan surgir durante el proceso, en ocasiones las personas transexuales no cuentan con el suficiente respaldo familiar; además, el cambio de identidad puede afectar el entorno laboral o dificultar la relación con amigos y conocidos, por lo que se recomienda el acompañamiento en todos los aspectos de la salud física y mental del interesado para evitar mayores problemas durante la transición.
Hay transexuales que voluntariamente deciden no pasar por el quirófano, pero otros desisten de hacerlo porque no pueden costearse la cirugía, algo que sucede en muchos países.
En España, la operación de reasignación de sexo está cubierta total o parcialmente por la Seguridad Social en varias regiones autónomas, aunque todavía hay personas que, debido a la lista de espera o la falta de cobertura en su comunidad, acuden a la medicina privada, lo que supone un fuerte desembolso.
El precio de las intervenciones quirúrgicas en clínicas privadas puede oscilar entre los 10 mil y los 25 mil euros (entre 209 mil y 523 mil pesos mexicanos), dependiendo del tipo de conversión y del número de cirugías, lo que obliga a algunos transexuales desasistidos a recurrir a sitios de crowdfunding como GoFundMe, para recaudar los fondos necesarios.
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