Bruselas.— Acudir al dentista no suele ser una experiencia grata, y menos cuando el paciente es consciente de ser uno de los primeros en pasar al sillón dental en época de crisis sanitaria por coronavirus.

A partir del lunes, los especialistas en dentadura volvieron a la actividad en Holanda, país que combate el Covid-19 con una estrategia definida como “confinamiento inteligente”.

Es decir, el territorio tomó como punto de partida la supresión de toda actividad comercial que invita a la convivencia social, al tiempo que delegó en la población la responsabilidad de aislarse de los demás.

Con la reapertura, los dentistas se han convertido en los primeros profesionistas que vuelven a la acción y que por obvias circunstancias no pueden mantener la “sana distancia” de 1.50 metros que se requiere; además de que el paciente debe mantener la boca abierta.

Por u parte, el visitante, quien lleva semanas escuchando consejos para evitar contagios, se ve confrontado con un inusual sentimiento, al tener que navegar en una experiencia sin precedentes, como son prácticamente todas las medidas que se están tomando en el marco de la estrategia de la salida del confinamiento.

Además, se ve confrontado con un dilema, las agendas de los dentistas registran siete semanas de retraso, las citas de hoy fueron programadas hace dos meses, por lo que cancelar el encuentro, por desconfianza o medida preventiva, podría resultar en una apuesta arriesgada.

“No puede haber más de dos personas en la estancia”

“Llegó muy temprano, debe esperar afuera, no puede haber más de dos personas en la estancia”, dice a través de un tapabocas Bianca, asistente del dentista Diederik. En la sala de espera desapareció el sofá, en su lugar hay dos sillas notablemente separadas una de otra.

También brilla por su ausencia la máquina de café. A un costado, sobre una mesita hay servilletas de papel, gel antibacterial y un texto en el que se lee: “Desinféctese las manos”.

“¿Fue paciente de coronavirus y dado de alta?”

Bianca reaparece y a la distancia da lectura a un cuestionario obligatorio: “¿Padece usted coronavirus? ¿Fue paciente de coronavirus y dado de alta hace más de 14 días? ¿Tiene fiebre o le falta el aire? ¿Vive con una persona que dio positivo a la enfermedad? ¿Cómo se siente?”.

“Lo lamento, pero son preguntas obligatorias que tenemos que hacerle a todos. No hay de otra, hay que acostumbrarnos”, agrega.

El dentista, consciente de que toda persona representa un riesgo, debido a que hay asintomáticos que pueden trasmitir la infección, se protege con guantes, mascarilla clínica, gafas y una bata plastificada; pero ante todo, usando el criterio profesional.

Antes del tratamiento, se le pide al paciente enjuagarse la boca por un minuto con un líquido que contiene 1% de peróxido de hidrógeno, mejor conocido como agua oxigenada.

Al terminar la sesión, al margen de la básica limpieza de los utensilios dentales, aquellas zonas con las que pudo haber tenido contacto el visitante son desinfectadas. La habitación cuenta con suficiente ventilación, por lo que no se requiere un tratamiento adicional para recibir a la próxima visita. La factura se paga en formato electrónico y la cita de la próxima consulta es enviada por la vía digital.

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