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La amenaza latente de un devastador megaterremoto “The Big One” en la costa oeste de Estados Unidos en un futuro próximo toma cada vez más sustento entre la comunidad científica.
La revista Science Advances publicó un estudio en donde se elaboró el primer mapa de la zona de subducción de Cascadia, una megafalla dividida en cuatro segmentos que, en caso de romperse alguno de ellos, podría desatar un desastre natural que cambiaría para siempre la vida de millones de personas que hoy viven en Washington, Oregon y el norte de California.
La investigación duró 41 días, en los que un barco arrastró un cable repleto de hidrófonos a lo largo de los más de 885 kilómetros que tiene la megafalla, con el objetivo de escuchar el fondo marino. Con base en la manera en que rebotaba el sonido en esas profundidades, construyeron una imagen de alta precisión sobre cómo es exactamente esta fractura geológica.
A raíz de los datos recabados, los investigadores descubrieron que la megafalla de Cascadia es mucho más compleja de lo que se pensaba. Esta zona de subducción está dividida en cuatro segmentos, de distinta peligrosidad, que podrían romperse de forma independiente o todos juntos en simultáneo.
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Qué se sabe sobre el "Big One" que amenaza a California, Oregon y Washington
Los geólogos ya venían anticipando desde hace décadas la posibilidad de que la costa oeste de Estados Unidos afrontara durante este siglo un nuevo The Big One, como se los llama a los megaterremotos de 8 puntos o más de magnitud, que tienen una estremecedora capacidad destructiva.
En la información oficial del Servicio Geológico de Estados Unidos (USGS, por sus siglas en inglés), hay registros de siete terremotos en la sección Parkfield de la Falla de San Andrés: el Fuerte Tejón, en 1857 y en 1881; y el de Parkfield, en 1901, en 1922, en 1934, en 1966 y en 2004.
Sin embargo, ninguno de ellos se acercó a los 9 puntos de magnitud, algo que no se descarta para el próximo The Big One en la zona de subducción dentro de las previsiones de los investigadores.
Se cree que la última vez que tuvo lugar uno de estas dimensiones fue en 1700, a partir del análisis de registros de tsunamis huérfanos en Japón, historias orales de los pueblos nativos de Estados Unidos, evidencia de bosques fantasmas ahogados por agua salada y mapas limitados de la falla.
Harold Tobin, coautor del artículo y director de la Red Sísmica del Noroeste del Pacífico, advirtió: “Tenemos el potencial de que se produzcan terremotos y tsunamis tan grandes como los mayores que hemos experimentado en el planeta”. “Cascadia parece capaz de generar uno de magnitud 9”, aseguró el también profesor de la Universidad de Washington.
No hay muchos precedentes de la destrucción y devastación que podría generar un terremoto de esta potencia en las ciudades de la zona, como Crescent City, California; Eugene, Salem, Portland, Newport, Lincoln City, en Oregon; y Seattle y Astoria, en Washington. Según un plan de evacuación de la Agencia Federal de Gestión de Emergencias (FEMA, por sus siglas en inglés), podría provocar olas de tsunami de hasta 24 metros de altura y dañaría más de medio millón de edificios.
Cómo se realizó el mapeo de la megafalla de Cascadia
El mapa detallado de la megafalla de Cascadia aporta un impresionante valor agregado a la investigación geológica de esta zona de subducción. Para elaborarlo, los investigadores tomaron imágenes sísmicas de fuentes activas en el mar. La técnica consiste en enviar sonido hacia el fondo del océano y, a través de hidrófonos, procesar el rebote de ese mismo sonido.
Así, recorrieron con una embarcación los 885 kilómetros de la megafalla y, arrastrando un cable de 14 kilómetros de longitud y cargado de mil 200 hidrófonos, lograron recabar los datos suficientes como para realizar el mapeo. Mientras tanto, observadores de mamíferos marinos permanecían alerta en busca de señales de ballenas u otros animales para avisarle a la tripulación, ya que el sonido generado por este cable puede ser dañino para este tipo de seres vivos.
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El mapa elaborado consta de una precisión sin precedentes. “Es como tener unos lentes hechos con botellas de coca cola y después te los quitas, y tienes la prescripción correcta”, comparó Suzanne Carbotte, autora principal del estudio, geofísica marina y profesora de investigación en el Observatorio Terrestre Lamont-Doherty de la Universidad de Columbia. “Antes teníamos una visión muy borrosa y de baja resolución”, remarcó.
Mientras tanto, la megafalla permanece bajo una sospechosa calma. Los científicos creen que esta zona de subducción podría estar cada vez más silenciosa por la acumulación de estrés en esta fractura geológica, lo que significaría que se podría estar aproximando la catastrófica fecha. En cualquier caso, el estudio recientemente publicado arroja luz a una amenaza latente de la que se sabe poco y cuyos efectos podrían marcar un antes y después en la región.
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