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San Diego, California.- Cuando Beto se unió a la caravana migrante que en enero lo trajo a la frontera de Tijuana, Baja California, para tratar de ingresar por San Diego, California, Estados Unidos, sabía que iba a sufrir muchos contratiempos, que su vida iba a enfrentar muchos riesgos y que nada le garantizaba que fuera a lograr su objetivo de pedir asilo en la Unión Americana: “No fue nada fácil llegar hasta acá [a Estados Unidos] y resulta que [ahora] no sé si me van a llevar a México a esperar lo del asilo que solicité desde hace ya unos meses”, dice a EL UNIVERSAL. Él es un hondureño que llegó a Estados Unidos en una de las primeras caravanas de inicios de 2019.
“Varios que conocí ya los devolvieron a México a esperar, como ya pedimos asilo y ya está en proceso no podemos escondernos, o sí podemos, si queremos, pero eso estaría peor”, comenta muy confundido, después de enterarse que agentes del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés) llevan a distintas ciudades fronterizas mexicanas a migrantes que ya hayan llegado hace meses. Esta acción en Estados Unidos la llaman Protocolo de Protección de Migrantes, pero es conocida como Permanecer en México.
Reiteradas veces el presidente Andrés Manuel López Obrador y su secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, han repetido que la nación no ha firmado ningún acuerdo con Estados Unidos para convertirse en un tercer país seguro, lo que implicaría que los indocumentados soliciten asilo en México antes que en la Unión Americana.
Lo que ocurre en la práctica es que Estados Unidos envía a la frontera con México a miles de no mexicanos, en su gran mayoría centroamericanos, para que ahí esperen, del lado mexicano, el proceso de solicitud de asilo que iniciaron después de cruzar como indocumentados y entregarse, en algún momento, a las autoridades estadounidenses.
“Ahora va a resultar que de nada sirvió lo de las caravanas y los riesgos que pasamos, para que terminemos en México porque quién sabe cuánto tiempo [pase] hasta que nos den lo del asilo”, comenta Beto. Sigue: “Si es que nos lo dan, porque tampoco es seguro, pero uno viene con lo que a uno le dicen desde allá [en Centroamérica] que lo de la espera es acá [en la Unión Americana], también por eso uno se anima y paga todo ese dinero que piden”.
Beto desembolsó 7 mil dólares para el viaje y el arribo a Estados Unidos: “No, nunca hay garantía de lograrlo, pero uno se arriesga y además como iba con una caravana en grupo y entrándole duro, era más seguro”, dice confiado. “No me quejo, sí me pasaron y ya estoy aquí, pero eso de que puedan llevarme a México, eso sí sería terrible porque no es lo mismo”, asegura el inmigrante.
A otros indocumentados no les quedó de otra, fueron devueltos a México tiempo después de haber solicitado asilo en Estados Unidos.
“Me regresaron acá a México y me dieron un permiso [las autoridades] para transitar las calles mexicanas por 180 días [seis meses]”, cuenta Christian Francisco Coro, originario de Guatemala.
“Yo creí que íbamos a estar allá [en la Unión Americana], mientras nos decían qué pasaba con lo que pedimos del asilo: “Ahora sí me la pusieron bien difícil porque acá [del lado mexicano] está mucho más difícil todo”, asegura; “no sé siquiera si voy a tener dónde dormir, casi no traigo dinero y no sé dónde puedo buscar trabajo”, dice muy desanimado.
“Por el momento me voy a quedar, voy a ver qué pasa y si de verdad ya no podemos hacer nada para regresarme al otro lado”, asegura.
Pero hay quienes no quieren tomar más riesgos: “Yo no me voy a quedar a esperar que pase eso [el proceso de asilo], estamos lejos y sin trabajo y ahora en México; no, no me voy a esperar”, comenta Agapito González, originario de Honduras.
“Antes de que nos sacaran [de Estados Unidos] escuchábamos que decían que la espera era de casi un año y otros decían que hasta dos, y no es lo mismo esperar allá [en la Unión Americana] que de este lado [en México], aquí no hay dólares y los pesos apenas alcanzan y para sufrir aquí o en mi país, mejor me regreso”, señala este centroamericano, quien además no le tiene confianza a las autoridades y piensa que hay muchos riesgos, “aquí también estamos en peligro de muerte, los narcos nos buscan y nos obligan a meternos a sus grupos y si no hacemos lo que quieren nos matan o desaparecen”.
En julio pasado se duplicó el número de migrantes que entre enero y junio habían sido devuelto a ciudades fronterizas mexicanas desde la Unión Americana para esperar su proceso de asilo. En julio el total sumó más de 26 mil extranjeros no mexicanos afectados por la administración de Donald Trump, enviados a México a esperar, según un análisis del Transactional Records Access Clearinghouse de la Universidad de Siracusa de Nueva York. Para el cierre de agosto, los cálculos de extranjeros devueltos a esperar a México suman 42 mil.
Grupos proinmigrantes desde Estados Unidos se movilizan para seguir dándole la pelea a Trump y tratar de frenar este tipo de políticas migratorias consideradas anticonstitucionales por muchos especialistas, pero mientras eso sucede, se sabe por datos oficiales del gobierno mexicano, que alrededor de 40 mil extranjeros más esperan en las ciudades fronterizas del norte de México para solicitar el asilo en la Unión Americana.