Bruselas.— A pesar de que la pandemia ha quedado atrás y las economías paulatinamente se han venido recuperado a favor del empleo, el estrés en los entornos laborales va en aumento, aunque en algunos sectores los trabajadores la están pasando peor que en otros.
De acuerdo con la empresa especializada en análisis laborales Randstad, tras la salida de los drásticos confinamientos para frenar la propagación del nuevo coronavirus los trabajadores están enfrentando entornos de mayor presión laboral.
Si bien puede ser un signo de crecimiento dentro de la empresa o una forma de llevar a los empleados a niveles de mayor rendimiento, el entorno de alta tensión también puede conducir a mayores niveles de estrés y ansiedad, dos factores que pueden afectar el bienestar del empleado. Los entornos laborales de más alta presión suelen ser aquellos en donde las pausas durante el día son pocas, las cargas de trabajo son constantes, las tareas repetitivas y los plazos de entrega son estrictos. Estos se desarrollan de múltiples formas, puede ser de pie durante todo el día o sentados atendiendo a clientes a lo largo de largas jornadas padeciendo además inseguridad laboral.
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Si bien una encuesta realizada por Vivian Health, un agencia de empleo estadounidense especializada en el sector sanitario, muestra que independientemente del sector, la mitad considera su trabajo como estresante, hay industrias en donde los índices se disparan.
Randstad identifica concretamente a la construcción, la educación, los servicios financieros, la salud, la hostelería, la industria de las tecnologías de la información, la logística, la manufactura y la venta al por menor. Según un estudio reciente, 26% de los trabajadores de la industria manufacturera admite sufrir estrés excesivo en su puesto.
“Aunque estos sectores pueden parecer muy diferentes, tienen algo en común: todos ellos tienen lugares de trabajo de alta presión que pueden ser física y mentalmente estresantes para los trabajadores”, indica en un análisis el grupo holandés. Es un hecho que todo trabajo implica cierto nivel de estrés, pero cuándo es excesivo pude afectar el bienestar de la persona y desencadenar numerosos problemas, como la ansiedad, la depresión, la falta de energía y de sueño, dolores de cabeza y corporales, agresividad, problemas cardiovasculares, obesidad y dolores crónicos.
Esto puede conducir al burnout. Según un estudio reciente, 43% de los trabajadores a nivel mundial dicen estar agotados, 42% estresados, 35% abrumados y 23% deprimidos. Estos factores han provocado que 63% de los trabajadores de todo el mundo se sientan exhaustos por el trabajo, siendo las mujeres las más afectadas.
“Estos problemas, a su vez, pueden afectar directamente al rendimiento, el absentismo y la productividad en el lugar de trabajo y provocar altos niveles de agotamiento de los trabajadores”, señala el análisis divulgado por Randstad y elaborado por Sandra Ebbers.
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“La realidad es que el estrés a largo plazo puede disminuir la satisfacción laboral, lo que expone a la empresa a un mayor riesgo de perder a algunos de sus mejores empleados”.
Al peligro que implica para la salud del personal, se agrega el elevado costo económico de trabajar en contextos tóxicos. La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que los problemas mentales cuestan a las empresas de todo el mundo un billón de dólares al año, principalmente por la pérdida de productividad. La factura por baja laboral temporal por depresión y la ansiedad sale en 12 mil millones de dólares al año a escala planetaria.
Tan solo en EU, los trabajadores insatisfechos cuestan a las empresas más de 550 mil millones de dólares anuales, ya sea por absentismo, malestares o agotamiento.
En la Unión Europea (UE) se calcula que más de 84 millones de personas tienen problemas de salud mental, fenómeno cada vez más asociado al contexto laboral. La Agencia Europea para la Seguridad y la Salud en el Trabajo estima que 46% de los europeos están sometidos a una fuerte presión de tiempo o padecen sobrecarga de trabajo.
Los confinamientos introducidos por los gobiernos para frenar la propagación del Covid-19 alteraron profundamente los entornos laborales y llevaron a las personas a replantear sus prioridades de vida.
Randstad sostiene que a los trabajadores de la era de la pospandemia están empeñados en preservar el equilibrio entre la vida laboral y la familiar y que resultó del distanciamiento sanitario. De acuerdo con el último Workmonitor, reporte que examina las tendencias en 34 mercados de trabajo, incluyendo México, la mitad de los empleados dice que no aceptaría un trabajo que pudiera afectar negativamente ese equilibrio, 57%. Ese dato es superior al de quienes estarían dispuestos a cambiar de empleo a cambio de un mejor salario, 55%, o mejores prestaciones, 50%. El concepto de “primero la felicidad” ha escalado desde el fin de la pandemia. El 60% ven su vida personal como más importante que su vida laboral.
Con el fin de atender los problemas relacionados con la seguridad y los ambientes de trabajo, los estados parte de la Organización Internacional del Trabajo adoptaron el Convenio 155 y la Recomendación 164. Los instrumentos dotaron a los países del marco legal para proteger la salud y la seguridad de los trabajadores. Cuatro décadas después de la adopción de la directiva por parte de la Conferencia General de la Organización Internacional del Trabajo, al menos hasta 2020, la gran mayoría de los países seguía incumpliendo el compromiso.
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El último Atlas de Salud Mental de la OMS muestra que sólo 35% de los países cuentan con programas nacionales de promoción y prevención de la salud mental relacionada con el trabajo. Los estudiosos de Randstad señalan que en el mercado laboral actual hay un creciente déficit, por lo los empresarios de estos entornos de alta presión no pueden permitirse perder a sus mejores trabajadores, porque pondría en riesgo su competitividad ante las dificultades existentes por incorporar talento cualificado. Aseguran que corresponde a los directivos de las empresas crear un entorno de trabajo saludable. Por ejemplo, en los empleos que requieren estar de pie y realizar trabajos manuales, pausas programadas pueden ayudar a aliviar parte del agotamiento y mejorar la productividad.
Los directivos pueden desempeñar un papel de liderazgo en la creación de una cultura saludable. “Aunque no se puede obligar a los empleados a actuar, sí se les pueden proporcionar las herramientas que necesitan para mejorar su bienestar físico, mental, emocional y financiero. Los líderes de las empresas y las partes interesadas deben tomar la iniciativa en la puesta en marcha de programas e iniciativas”, indica Ebbers.