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Mientras Somalia se enfrenta a lo que los expertos llaman su peor sequía en una década, los niños son los más afectados. Los padres luchan para alimentarlos y es probable que casi la mitad de la población del país menor de cinco años sufra desnutrición aguda para junio.
Nimco Abdi pone con delicadeza a su bebé de seis meses en un recipiente de plástico sujeto con cuerdas de sisal. La balanza de la que cuelga la palangana indica 4 kilos. Eso es casi menos de la mitad de lo que debería ser el peso ideal del niño.
La bebé es demasiado pequeña para su edad. Sus ojos están hundidos, los huesos sobresalen y su piel está arrugada y pálida. Deja escapar un grito débil, apenas audible, cuando Nimco la levanta.
"Solía amamantarla. Pero caí enferma por la falta de comida. Adelgazó tanto que decidí traerla aquí. Al menos aquí podemos tener leche y medicamentos", dice Nimco.
Nimco acaba de llegar a un centro de estabilización de la desnutrición en Luuq, a 500 kilómetros de de Mogadiscio, en el suroeste de Somalia. Allí le dan una cama que deberá compartir con otra madre.
Su caso es similar al de muchas otras madres que enfrentan la posible muerte de sus hijos por desnutrición.
"Si no se hace nada, se prevé que para este verano 350.000 de los 1,4 millones de niños con desnutrición severa que hay en el país, perecerán", advierte Adam Abdelmoula, de la Oficina de las Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA).
"Ya en este país, el 70% de los niños en edad escolar no asisten a la escuela. Solamente en una zona de Jubaland, la sequía ha provocado el cierre de 40 escuelas. Esa será la tendencia en muchas áreas afectadas por la sequía", dice Abdelmoula y agrega quea algunas niñas las están casando antes de tiempo porque sus familias no pueden alimentarlas.
Pueblos desiertos
Fatuma Mohamed, enfermera del centro de desnutrición de Luuq, dice que la capacidad de las camas alcanza para 18 personas, pero hay más de 50 niños y sus madres.
"Nuestra preocupación es la gran cantidad de gente que estamos recibiendo. Estamos sobrecargados y operando más allá de nuestra capacidad total. Nos hemos ido quedando sin suministros médicos", dice.
Algunos de los niños están tan débiles que mueren en el camino.
"Las mujeres vienen con niños severamente desnutridos. La mayoría tienen también diarrea acuosa aguda y sarampión", continúa.
Este centro es solo un vistazo a a situación en Somalia. La sequía ha afectado a 4,5 millones de personas. Al río Juba, el más caudaloso de Somalia, apenas le queda agua.
Según la ONU, casi 700.000 personas se han visto obligadas a abandonar sus hogares en busca de comida y agua para ellos y sus animales. Y las cifras siguen aumentando.
Ha habido cuatro temporadas de lluvias escasas y las temperaturas son insoportablemente altas: el 90 % del país está seco.
A lo largo de los caminos en las áreas rurales, los cadáveres de los animales están esparcidos por todas partes: cabras, burros y camellos. Esto es catastrófico para los numerosos somalíes que se ganan la vida criando y vendiendo animales.
Los precios de los alimentos y el agua están aumentando. Las aldeas han quedado desiertas a medida que la gente se acerca a los centros urbanos en busca de alivio.
Los que se quedan atrás son los ancianos, que esperan, ya sea que llueva o a que los más jóvenes regresen con agua.
La sequía está afectando no solo a Somalia, sino al resto del Cuerno de África y muchas otras partes del continente. El Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) dice que al menos una cuarta parte de todos los africanos se enfrentan a una crisis de seguridad alimentaria.
También hay un aumento dramático en el número de personas desplazadas. La crisis del hambre también se ve eclipsada por la guerra entre Rusia y Ucrania, ya que allí se concentran todos los esfuerzos, la ayuda y la financiación.
Los campamentos para desplazados internos están dispersos por todo el país. Y siguen surgiendo nuevos. Algunas personas ni siquiera se habían recuperado de la sequía de 2017, que fue declarada desastre nacional, antes de que ocurriera esta.
Lo peor está por venir
En un campamento en Galkayo, cientos de millas al norte de Luuq, Hawa Fargod, embarazada de siete meses, está sentada con sus dos hijos pequeños. Su choza, improvisada como cientos de otras aquí, está hecha de palos y cubierta con sacos de yute y ropa. El fogón ha estado apagado durante días.
La vecina de Hawa Fargod, Hawa Sharif, narra su viaje de tres días al campamento en un carro tirado por burros, con sus cinco hijos. El animal murió nada más llegar al campamento.
"Ese burro fue el último animal sobreviviente que teníamos. Todo lo demás murió".
La sequía ha separado a las familias: los hombres se han ido a las ciudades para ganarse la vida, mientras que las mujeres y los niños se mudan a donde puedan obtener ayuda.
Las agencias humanitarias dicen que hay una gran crisis de financiación. Tienen apenas el 3 % de lo que se necesita para intervenir en el país.
Están tratando de enviar camiones de agua, suministros de alimentos y ayuda médica. Pero esto no alcanza para todos y en las próximas semanas será difícil, a menos que haya más fondos y donaciones disponibles.
Frente al pronóstico de precipitaciones de abril en el promedio o por debajo de éste, se teme que lo peor esté por venir.
Lasensación de una catástrofe inminentees algo que Hawa Fargod conoce muy bien. Entre la enfermedad renal que padece y con sus niños enfermos, no tiene esperanzas para el futuro.
"Temo por mis hijos", dice fatídicamente.