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Roma.— Hace frío en la capilla de Santa Marta. El silencio es sepulcral, roto solamente por el sollozo repentino de algunas personas que al enfrentarse al fretro no pueden contenerse. A diferencia de los demás, no pueden quedarse rezando ante los restos mortales del papa Francisco, ni arrodillarse o persignarse y quedarse unos minutos allí, rezando en silencio, en la despedida limitada a la “familia vaticana” a la que La Nación pudo tener acceso.
La gente queda descolocada al ver a ese cuerpo sin vida de un Papa que si algo tuvo fue vitalidad, entrega total hacia los demás, hasta su último respiro.
Jorge Bergoglio yace en un ataúd de madera simple, como él quiso. Está revestido con un paño color bordó. Para que sea visible, está colocado sobre dos tarimas muy sencillas, totalmente distintas de los antiguos catafalcos papales dignos de monarcas que hizo saber que no quería. Tampoco quiso el triple ataúd de madera, zinc y roble: no quiso privilegios.
El rostro es muy distinto al que el mundo conoció la noche del 13 de marzo de 2013, cuando Francisco se presentó como el nuevo Papa: ahora está cerúleo, deshinchado, con los ojos cerrados y una expresión serena. Tiene un hematoma cerca de su ojo izquierdo, producto del derrame cerebral que provocó su muerte.
Lleva el anillo de plata de arzobispo y sus zapatos ortopédicos de cuero negro y cordones que tanto sorprendieron al principio porque tenían las suelas gastadas.
La gente va dejando ramos de flores; hay girasoles, pero la mayoría son rosas blancas, las que amaba el papa Francisco. En la fila hay ujieres, jardineros, obreros, sacerdotes, monjas de diversas congregaciones, un obispo ortodoxo, una persona con muletas, familias que llegan con niños en brazos.
Está también Emilce Cuda, la teóloga argentina que en febrero de 2022 se convirtió en la primera mujer nombrada secretaria de la Pontificia Comisión para América Latina. Tiene los ojos hinchados de lágrimas. Como la mayoría, está consternada, se siente huérfana. Son los últimos momentos de Francisco en Santa Marta. Desde hoy, estará en la Basílica de San Pedro para que los fieles puedan despedirlo y, a partir del sábado, en el lugar donde reposará por siempre: la Basílica de Santa María la Mayor.