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A medida que las elecciones presidenciales en 2016 y ahora en 2024 tomaron lugar, la salud de Donald Trump se ha convertido en un tema de creciente preocupación. La falta de detalles específicos sobre su estado de salud y los informes médicos limitados solo alimentan la incertidumbre.
Actualmente, a sus 78 años, Trump se niega a revelar detalles sobre su historial médico, lo que ha generado especulaciones y dudas sobre su capacidad para gobernar.
En 2015, Trump presentó una carta de cuatro párrafos firmada por su médico, que lo calificaba como el presidente “más saludable” de la historia.
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Sin embargo, en 2020, cuando estuvo hospitalizado por Covid-19, los médicos de Trump dieron una información mínima sobre su estado, que más tarde se reveló como mucho más grave de lo que se había informado inicialmente.
Según su exmédico en la Casa Blanca, Ronny Jackson, Trump tiene un historial de colesterol alto y obesidad. En 2018, su colesterol LDL era de 143, lo que representa un riesgo para su salud cardiovascular.
Si bien Trump ha reducido su peso en los últimos años, no se han hecho públicos los resultados de sus análisis médicos recientes.
La edad de Trump también ha generado preocupaciones sobre su salud cognitiva. Su padre padeció Alzheimer, una enfermedad que puede tener un componente genético.
Aunque Trump ha afirmado haber superado pruebas cognitivas, ha exhibido problemas similares a los de Joe Biden, como lapsus verbales y errores en sus discursos.
Anand Kumar, experto en psiquiatría geriátrica, considera que la función cognitiva de un jefe ejecutivo debe estar “al máximo rendimiento”.
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Después de su atentado en julio de 2024, muchas personas se han cuestionado si la salud mental del expresidente puede haberse afectado, relacionándolo con muchos de sus comportamientos erráticos que tuvo los meses siguientes en su campaña.
La salud de Trump es un tema que no se puede ignorar, y menos ahora que tomará el cargo de presidente de los Estados Unidos, ya que su bienestar físico y mental será fundamental para el ejercicio de sus funciones.
Además, la transparencia sobre su estado de salud es crucial para garantizar la confianza del pueblo estadounidense y la estabilidad política. La atención que se preste a este aspecto podría ser un factor clave en la evaluación pública de su mandato.
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