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Madrid
Las migraciones por motivos climáticos se han convertido en las últimas décadas en uno de los fenómenos más dramáticos a nivel mundial. Sin embargo, a pesar de su impacto social, económico y cultural, estos desplazamientos no logran alcanzar la visibilidad de otras crisis humanitarias.
El cambio climático está obligando a millones de personas a abandonar sus hogares y muchas comunidades se hallan en riesgo de tener que desplazarse en el futuro, según los expertos.
La confluencia de tormentas de alta intensidad, sequías más agudas, el aumento del nivel del mar, la desertificación o la contaminación de los acuíferos, agravan las vulnerabilidades existentes y están incrementando las probabilidades de que se produzcan nuevos desplazamientos masivos.
“Las migraciones climáticas no son tan visibles porque nunca tienen una sola causa y muchas de ellas se van produciendo de forma escalonada. El cambio climático sin duda afecta, pero siempre hay vulnerabilidades previas que fuerzan el desplazamiento. En los países con menores ingresos las personas tienen hasta cinco veces más posibilidades de verse desarraigadas por fenómenos meteorológicos extremos”, señala Eva Garzón, responsable de desplazamiento global de Oxfam-Intermón, a EL UNIVERSAL.
La migración por causas climáticas afecta en mayor medida a los países en vías de desarrollo ubicados en el sur del planeta y a colectivos como las mujeres, los niños, las personas de mayor edad y los indígenas, agrega la experta.
En muchos casos los desplazamientos provocan que los migrantes caigan en círculos de explotación todavía más complejos. Tras abandonar las parcelas que adquirieron con préstamos bancarios por el desajuste climático, se ven obligados a trabajar para empresarios que se hacen cargo de sus deudas a cambio de que laboren para ellos en condiciones cercanas a la esclavitud.
Las áreas costeras del sur del planeta y las regiones que padecen una sequía extrema, junto a los países que se ubican a pocos metros sobre el nivel del mar y que podrían acabar sumergidos por el ascenso de las aguas, se encuentran entre las zonas más expuestas al cambio climático que provoca las migraciones forzosas.
En África es la franja subsahariana del Sahel la que se halla en alto riesgo por la desertificación, que genera desplazamientos de la población, aunque también hay países africanos que viven de la pesca que son afectados por el efecto invernadero, indican los especialistas.
En Asia, Bangladesh y Myanmar (Birmania) son algunos de los países más vulnerables al cambio climático y las migraciones ligadas a este fenómeno, sobre todo porque no han desarrollado instrumentos de resiliencia y adaptación.
Entre 2008 y 2016, según un estudio de Oxfam-Intermón, hubo una media de 21.8 millones de desplazamientos internos por causas vinculadas al cambio climático, a los que habría que sumar las migraciones transfronterizas y las provocadas por fenómenos climáticos de lenta evolución.
Otros informes revelan que en 2017 se produjeron 18 millones de desplazamientos internos asociados al cambio climático y 1.3 millones derivados de la sequía.
En su proyección más pesimista, el Banco Mundial (BM) estima que se producirán hasta 2050 un total de 143 millones de nuevos desplazamientos internos provocados por el deterioro ambiental, de los que 86 millones se registrarían en África, 40 millones en el sur de Asia y unos 17 millones en América Latina.
“Hay migrantes que se consideran económicos, cuando en realidad cruzan las fronteras por el cambio climático. Habría que diferenciar además entre los migrantes ambientales, que se mueven por el aumento de fenómenos extremos, como tormentas o huracanes, y los migrantes más estrictamente climáticos, que son los que se desplazan por la degradación del suelo por sequías o las inundaciones, y que siguen rutas más graduales”, señala Valeria Bello, investigadora de United Nations University y experta en globalización y movilidad.
El aumento de la inversión en desarrollo sostenible, el compromiso de los países industrializados para apostar por energías renovables y frenar la emisión de gases de efecto invernadero, las mejoras de las predicciones sobre cómo serán los movimientos climáticos para incorporarlos a las estrategias de desarrollo local y poder reconocer y administrar la migración climática como un mecanismo de resiliencia y gestión del riesgo comunitario, son algunas de las medidas más urgentes que habría que adoptar para frenar el deterioro y el impacto en las concentraciones humanas del sur del planeta.
Las expertas de Oxfam y United Nations University indican que habría que facilitar la migración temporal, la migración circular y la migración estacionaria, de tal modo que las personas puedan diversificar sus medios de vida en un momento del año en el que hay una sequía flagrante, pero que también puedan regresar a sus hogares de manera cíclica.
Junto a ello, el intercambio de experiencias a nivel internacional y la innovación se perfilan como mecanismos de respuesta al fenómeno de la migración climática que ha aumentado por el efecto invernadero y las altas temperaturas.
Los desplazamientos por motivos climáticos inciden también en las solicitudes de refugio, las cuales se dispararán en los próximos años en los países más afectados por el calentamiento global.
Los informes prevén que sólo en Europa se registrarían 600 mil peticiones de asilo más al año en caso de que se mantenga el incremento de la temperatura del planeta, apunta Bello, luego de subrayar que la migración es la última opción de los que cuentan con recursos para desplazarse, porque son más las personas que se quedan por falta de medios.
El desajuste climático es un problema grave, pero los expertos puntualizan que la migración bien gestionada puede convertirse en un mecanismo de resiliencia y de adaptación, más allá de que nadie debería verse obligado a dejar su hogar.