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Madrid.- Una segunda ola de coronavirus tendría consecuencias fatales para la salud mental del personal sanitario, que ya está soportando una sobredosis de estrés en sus primeras batallas contra la pandemia.
En entrevista con EL UNIVERSAL, el investigador y siquiatra Gonzalo Salazar de Pablo, quien participó en la elaboración de un informe sobre el impacto sicológico del Covid-19 en los trabajadores sanitarios a nivel mundial, asegura que un nuevo embate de la pandemia provocaría en este colectivo y en la población en general unas tasas muy altas de enfermedades mentales.
"Si la salud mental y la atención que prestan los profesionales del sector no adquieren mayor relevancia, en la nueva normalidad aumentarán drásticamente las patologías derivadas de la pandemia", advierte el especialista, quien realiza un programa de formación en el King´s College de Londres y un doctorado en la Universidad Complutense de Madrid.
¿Está preparado mentalmente el personal sanitario para enfrentar una segunda ola de coronavirus?
-Se ha avanzado en cuanto a las medidas de protección y también en la optimización de los recursos y el tratamiento, pero a nivel mental y sicológico no estamos preparados para otra oleada.
¿Cuáles pueden ser las consecuencias?
-Tanto en la población como en los sanitarios, puede haber unas tasas muy altas de enfermedades mentales, entre ellas insomnio, ansiedad y malestar en general para gestionar el día a día.
Esta falta de preparación síquica de los sanitarios ¿podría repercutir negativamente en su capacidad para luchar de nuevo contra el coronavirus?
-Efectivamente. Con la primera ola, que ha sido dura, ya ha habido mucha gente que lo ha pasado francamente mal y ha tenido muchos problemas. Habitualmente lo que se observa en la enfermedad mental es que cuando pasan meses, incluso años, es cuando se van desarrollando más los trastornos de estrés postraumático. Esto, unido a los problemas sociales y económicos generados por la crisis sanitaria, va a hacer que la gente sufra mucho a nivel sicológico.
¿Cuáles son los resultados más llamativos del informe que recién acaba de publicar sobre el impacto del Covid-19 en la salud mental de los trabajadores sanitarios?
-Ha habido varios coronavirus previos desde 2003 (SARS y MERS), que tuvieron mucho impacto en la salud mental de los profesionales. Pero no se hizo nada; y a éste hemos llegado sin ningún tipo de preparación. También nos llama la atención que algunos problemas relacionados con el sueño o la ansiedad han tenido tasas muy altas, mientras que ha habido pocos síntomas de estrés postraumático. Estos podrían aflorar en los próximos meses, sobre todo si hay una segunda ola.
La pandemia ha puesto de manifiesto la precariedad de recursos sanitarios, tanto materiales como humanos, lo que ha obligado a una sobrecarga laboral de los trabajadores del sector. ¿En qué medida esta sobrecarga ha contribuido a empeorar los padecimientos síquicos?
-Los ha agravado mucho, sobre todo provocando un gran estrés entre los profesionales que, con la misma plantilla y teniendo previamente una carga laboral alta, debieron hacerse cargo del trabajo adicional y de la atención a pacientes, algunos de ellos muy graves. Además, han tenido que cubrir el desempeño de compañeros que estaban de baja o fueron afectados por el Covid.
En esas circunstancias los errores pueden multiplicarse...
-Así es. Cuando no tienes el tiempo suficiente para ver a un paciente y el tiempo que se le debería dedicar a uno de ellos, se lo dedicas a tres, pues es mucho más fácil cometer errores. Sobre todo con guardias de 24 o 30 horas, atendiendo sin parar a uno detrás de otro.
¿Qué medidas deberían adoptar los trabajadores sanitarios para amortiguar el impacto sicológico, especialmente ante la llegada de una segunda ola?
-Lo primero que tienen que hacer es pedir ayuda sicológica cuando sea necesario, aunque en el caso de los médicos no es fácil, ya que por el trabajo que ejercen dan muchas veces por sentado que tienen que ser muy fuertes y sobreponerse a la situación. Por su formación para afrontar muertes y eventos negativos, lo consideran parte de sus obligaciones profesionales. Pero estas actitudes desafiantes pasan factura, por lo que hay que evitarlas en la medida de lo posible. Y desde luego, tomar todas las precauciones; fuera del trabajo también.
¿La ciudadanía en su conjunto será capaz de soportar nuevas restricciones en el caso de que la pandemia se prolongue?
-El confinamiento tendrá sus consecuencias negativas, y más ahora en el caso de que haya un retroceso y la gente vuelva a tener que recluirse. Por un lado está lo que se conoce como el "síndrome de la cabaña": que la gente tenga miedo a salir por si se contagia; y por otro, el sentimiento de insatisfacción por no poder tomarse unas vacaciones o hacer lo que uno estaba esperando hacer desde el mes de marzo, cuando empezó a propagarse la pandemia.
¿Existe el riesgo de un aumento de la agresividad como consecuencia del estrés provocado por la pérdida de las muestras de afecto y las restricciones impuestas a la población?
-Creo que cuando uno se encuentra insatisfecho, la frustración es más difícil de tolerar. Una persona que en condiciones normales es capaz de afrontar determinado hecho, en una situación de hartazgo ese mismo evento puede generarle mucho más malestar. En casos extremos conduce a la agresividad.
¿Cómo evitar que un sector de la ciudadanía visibilice al otro como enemigo, por ser un potencial contagiador?
-Es precisamente lo que ha ocurrido en algunos casos con los profesionales sanitarios que, al ser percibidos como una fuente de infección, han sido estigmatizados. En la enfermedad mental en general las campañas de información y concienciación son lo más efectivo para ayudar a las personas a que adopten una actitud más positiva, tanto en lo que se refiere al coronavirus, como al papel primordial que juegan los profesionales de la sanidad.
El impacto mental de una segunda ola de coronavirus ¿podría ser más perjudicial que el primero?
-Se suma uno al otro, ya que hay que hacer frente al segundo cuando el primero está todavía coleando y teniendo consecuencias, haciendo efecto. Ocurre lo mismo con los eventos traumáticos que, cuando se repiten en el tiempo, pueden resultar mucho más dañinos.
¿Cuáles fueron los síntomas sicológicos más comunes que detectaron en el estudio sobre el personal sanitario?
-Más allá de preocupaciones y miedos, que hasta cierto punto son comprensibles, los problemas más comunes fueron el insomnio y los relacionados con la ansiedad, más que los depresivos.
¿Tendrá mayor importancia la salud mental en la nueva normalidad?
-Estoy convencido de ello, porque si la salud mental y la atención que prestan los profesionales del sector no adquieren mayor relevancia, aumentarán drásticamente las patologías derivadas de la pandemia.