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Los sirios salieron a las calles este domingo para celebrar el sorprendente avance rebelde que puso fin a los 50 años de férreo gobierno de la familia Assad, pero que ha desatado incertidumbre mundial sobre el futuro del país y la región.
¿Cuál es el problema en Siria?
La familia Assad ha gobernado Siria desde el golpe de Estado de 1970. Son alauitas, una secta minoritaria que es una rama del Islam chiita.
Bashar al-Assad tomó el poder en el año 2000 y desde entonces gobernó con mano dura.
En lugar de una apertura política, Assad se volcó a las reformas económicas. Levantó lentamente las restricciones económicas, permitió la entrada de bancos extranjeros, abrió las puertas a las importaciones y empoderó al sector privado. Damasco y otras ciudades, durante mucho tiempo sumidas en la monotonía, vieron florecer centros comerciales, nuevos restaurantes y bienes de consumo. El turismo se incrementó.
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En el extranjero, se apegó a la línea que había establecido su padre, basada en la alianza con Irán y una política de insistir en la devolución completa de los Altos del Golán anexionados por Israel, aunque en la práctica Al-Assad nunca confrontó militarmente a Israel.
En 2005 sufrió un duro golpe con la pérdida del control de Siria sobre la vecina Líbano, que había durado décadas, después del asesinato del ex primer ministro Rafik Hariri. Muchos libaneses acusaron a Damasco de estar detrás del asesinato, Siria se vio obligada a retirar sus tropas del país y un gobierno proestadounidense llegó al poder en Beirut.
En 2011, estalló la guerra civil, en lo que se conoció como la primavera árabe, cuando en una serie de países la gente, harta de gobiernos autoritarios, se rebeló.
El “reformista Al-Assad respondió a las protestas pacíficas con una represión brutal.
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El estallido se convirtió en un conflicto sangriento y multifacético en el que participaron grupos de oposición locales, facciones extremistas y potencias internacionales, entre ellas Estados Unidos, Irán y Rusia. Más de 500 mil sirios han muerto y millones más han huido de sus hogares.
Las acusaciones contra Al-Assad incluyen el uso de armas químicas, una denuncia ratificada por la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas, OPAQ, así como el uso de tortura y ejecuciones extrajudiciales.
Tras varios años de guerra, y con el apoyo de Irán, Rusia y la milicia libanesa Hezbolá, el gobierno de Al-Assad logró recuperar a sangre y fuego gran parte del territorio que había perdido ante los rebeldes.
Pese al control de Al-Assad, el territorio sirio está dividido:
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Damasco
Bajo control de los rebeldes liderados por Hayat Tahrir Al Sham (THS), que significa Organización para la Liberación del Levante, un grupo islamista respaldado por Turquía y acusado de organización terrorista por Estados Unidos y Naciones Unidas. Fue este grupo el que organizó una operación relámpago que provocó la caída del régimen.
Las acusaciones de Estados Unidos de terrorisimo tienen que ver con el origen de THS, que comenzó a formarse a principios de la guerra civil de Siria, con yihadistas ligados al Estado Islámico y Al-Qaeda.
A mediados de 2016, el Frente Nusra intentó desprenderse de sus raíces extremistas y se unió a otras facciones para fundar Hayat Tahrir al-Sham. Sin embargo, aún es clasificado como terrorista.
El líder del grupo, Abu Mohammad al-Golani, excomandante de Al-Qaeda, dice ahora abrazar el pluralismo y la tolerancia religiosa.
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El comandante rebelde Anas Salkhadi, que anunció la “liberación" de Siria, intentó tranquilizar a las minorías religiosas y étnicas de Siria, diciendo: “Siria es para todos, sin excepciones. Siria es para drusos, suníes, alauíes y todas las religiones”.
Sur de Damasco
Bajo control del Ejército Libre de Siria, tiene bajo su control la ciudad de Daraa, donde comenzó la guerra civil, cerca de la frontera con Israel.
Los kurdos
Las fuerzas de la minoría étnica kurda de Siria se convirtieron en el principal socio local de Estados Unidos en la lucha contra el Estado Islámico en Siria, bajo la bandera de las Fuerzas Democráticas Sirias.
Controlan la ciudad de Deir ez-Zor en el noreste sirio, y el cruce estratégico de Al-Bukamal, que une al país con Irak. En su zona de control crearon una región autónoma. Son enemigos de Turquía, que los vincula con la insurgencia separatista kurda.
Por ello, combatientes de la oposición respaldados por Turquía luchan contra los kursos en esta región.
A esta división se suma el Estado Islámico, que se mantiene activo en algunas áreas remotas y los Hermanos Musulmanes, más influyentes entre la oposición exterior.
¿Cómo logró THS derrocar el régimen de Al-Assad?
El conflicto parecía haberse estancado en los últimos años, en los que el gobierno de Al-Assad había recuperado el control de la mayor parte del territorio sirio.
Aunque Damasco seguía bajo estrictas sanciones occidentales, los países vecinos habían comenzado a resignarse al continuo dominio de Al-Assad. La Liga Árabe restableció la membresía de Siria el año pasado, y Arabia Saudita anunció en mayo el nombramiento de su primer embajador en Siria desde que cortó lazos con Damasco 12 años antes.
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Sin embargo, la marea geopolítica cambió rápidamente con una ofensiva sorpresa lanzada a finales de noviembre por grupos de oposición con base en el noroeste de Siria.
La ofensiva se produjo en momentos en que los aliados de Al-Assad: Rusia, Irán y Hezbolá, estaban ocupados con sus propios frentes: Moscú en la guerra con Urcania; Irán, Hezbolá y Hamas, en el conflicto con Hamas, y se mostraron reacios a intervenir con fuerza para frenar a los rebeldes sirios.
Tras la caída de Al-Assad, ¿qué sigue?
"Estoy contenta. Mañana, ya veremos. Pero ahora hay que celebrarlo”, comentó una periodista de origen sirio residente en España, resumiendo el sentir de buena parte del pueblo sirio. Se palpa, sobre todo entre la diáspora siria, una mezcla de esperanza y recelo. Y es que la incertidumbre sobre hacia dónde va el país es absoluta.
Todos los escenarios, desde una transición más o menos ordenada a la caída en el caos o la guerra civil son posibles, dada la gran cantidad de actores -y países- involucrados.
Por ahora, los grandes ganadores de todo lo que ha pasado en Siria son Turquía, que siempre receló de una Siria que se había convertido, desde su perspectiva, en una especie de condominio ruso-iraní, y el islamismo sirio.
Dos son los principales intereses de Ankara para la nueva Siria. En primer lugar, el libre retorno de los cerca de tres millones de refugiados que se alojan en sus fronteras, y que se habían convertido en el chivo expiatorio de una parte de la sociedad turca ante sus problemas económicos. En segundo, evitar la creación de un entidad kurda autónoma en la frontera común que pueda ser utilizada como retaguardia por el PKK, el partido nacionalista kurdo que ha sostenido una insurgencia en la península de Anatolia durante más de 40 años.
Las intenciones del otro ganador, el islamismo sirio, no están tan claras. Para empezar, más que un actor, es un movimiento plural formado por más de una decena de partidos y milicias. Sin duda, el más fuerte es HTS. Pero no es el único. Habrá que ver qué papel, por ejemplo, juegan los Hermanos Musulmanes, más influyentes entre la oposición exterior. Y el rol que asumen los países que hasta ahora han apoyado a la oposición siria, como Estados Unidos. El gobierno saliente de Joe Biden ha dicho, por ahora, que no intervendrá.
De momento, HTS ha demostrado una astucia política y una templanza sorprendentes. Si ha podido tomar muchos pueblos y ciudades sin apenas combatir se debe a que ha negociado de forma inteligente con milicias y tribus locales. Durante la fase más violenta de la guerra, muchas cancillerías, empezando por la estadounidense bajo Barack Obama, temían que si una milicia islamista se amparaba del país, lo primero en hacer sería ajustar cuentas con las minorías cristiana y chií, además de las principales figuras del régimen.
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En cambio, de momento, no ha habido venganza. Las imágenes del primer ministro protegido por barbudos combatientes asegurando que continúa al frente del país para liderar la transición, quizás sea la señal más esperanzadora sobre el futuro de Siria.
Siria es un país plural, y no parece probable que ninguna facción pueda imponer completamente su voluntad sobre el resto, ni tan siquiera HTS. Antes de la guerra, la comunidad musulmana sunita representaba poco más del 60% de la población, pero en su seno, había una importante fracción laica. No todos son islamistas. De hecho, la segunda milicia más importante, el Ejército Libre Sirio, no es islamista. Además, Siria cuenta con importantes minorías hostiles al proyecto islamista: cristianos, kurdos, alauitas (chiitas), la comunidad de Al-Assad, o los drusos.
Con información de La Nación/GDA