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Uno era un joven médico que quería salvar vidas. El otro, un adolescente que soñaba con trabajar de policía para ayudar a sus padres.
Así describen sus familiares a Marco Antonio Samillán, de 31 años, y a Brayan Apaza, de 15, dos de las últimas del cerca de medio centenar de vidas segadas en la ola de protestas que sacude Perú desde que Pedro Castillo fuera detenido y destituido de la presidencia en diciembre por su intento de disolver inconstitucionalmente el Congreso.
El trágico balance se eleva a 49 muertos, entre ellos un policía. Más de 600 civiles y 400 agentes han resultado heridos, según el último parte de la Defensoría del Pueblo.
La violencia se ha disparado en las últimas semanas en medio de los intentos de los manifestantes de tomar aeropuertos en el sur del país.
El gobierno de Dina Boluarte, que declaró el estado de emergencia para hacer frente a las protestas, se ha fijado como prioridad garantizar la libertad de tránsito y acusa a los manifestantes de atacar a las fuerzas de seguridad.
Las imágenes de manifestantes arrojando piedras y otros objetos contundentes a las fuerzas del orden, y agentes lanzando gases lacrimógenos y otro material antidisturbios se han vuelto habituales.
El primer ministro, Alberto Otárola, aseguró el jueves que "quien ha sido agredida es la Policía, quien ha sido Agredido es el Estado".
Pero la confirmación por parte de la Fiscalía de que 17 manifestantes muertos el lunes en Juliaca, Puno, lo fueron por herida de bala cuestionan la actuación policial.
También lo hacen los testimonios de los familiares de algunos de los fallecidos, que aseguran que la Policía disparó munición letal contra civiles inocentes.
BBC Mundo solicitó su versión de los hechos a la Policía Nacional del Perú, pero al cierre de esta nota no había recibido respuesta.
Esto es lo que nos contaron familiares de Marco Antonio Samillán y Brayan Apaza.
"Solo quería ayudar"
Cuando la violencia estalló el lunes en Juliaca, el doctor Marco Antonio Samillán, médico internista de 31 años en un hospital local, decidió echarse a la calle para auxiliar a los heridos.
"Amaba su profesión y quería ayudar; por eso se fue con otro grupo de voluntarios a la calle", le dijo a BBC Mundo su hermana Milagros.
Según el testimonio de sus familiares, dos impactos de bala terminaron con su vida.
Aunque la familia no ha tenido aún acceso a los resultados de la autopsia que se le practicó, Milagros asegura que su cadáver mostraba dos impactos de bala, uno a la altura de los riñones y otro en el pecho.
Milagros acusa directamente a la Policía y al gobierno de Dina Boluarte de la muerte de su hermano. Dice que los agentes dispararon contra él, pese a que ni siquiera tomaba parte en la protesta.
La familia Samillán está rota e indignada. "Dicen que los que murieron eran delincuentes. Mi hermano no era ningún delincuente, es un héroe que murió tratando de salvar a los demás", clama Milagros.
Empleado en el mismo centro sanitario al que llevaron a los heridos del lunes, el hospital Carlos Monge Medrano de Juliaca, Marco Antonio soñaba con completar sus estudios de especialidad para llegar a ser algún día neurocirujano.
Ya no podrá ser. "A pesar de que iba uniformado como médico los policías le dispararon", denuncia Milagros.
"Estaba con otro grupo de voluntarios intentando atender a los heridos y entonces recibieron el ataque de los policías. Corrieron para resguardarse y entonces mi hermano se dio cuenta de que había otra persona herida. Cuando se agachó a atenderle, recibió el primer impacto de bala", narra Milagros.
El Gobierno ha prometido que se investigarán todas las muertes en las protestas para depurar responsabilidades, pero en casa de Milagros no creen esas promesas.
"No se pueden permitir más muertes en Perú; esa señora tiene que renunciar", reclama Milagros desde la casa familiar en Juliaca, donde toda la familia velaba este lunes el cuerpo de Marco Antonio antes de darle sepultura en el Cementerio La Capilla.
Desde allí, acompañada de los 6 hermanos que le quedan, recordaba entre lágrimas a Marco Antonio.
"Aunque no era el mayor de los hermanos, él era la fuerza de la familia, y cuando mi mamá y una hermanita murieron en accidente de auto hace seis años él se convirtió en un papá para todos nosotros".
Con 27 años, Milagros trabaja como vendedora para costear sus estudios de Psicología en la Universidad Andina de Juliaca.
Aunque ahora se le hará más difícil porque no estará el hermano en el que encontrabas su energía.
"Era una persona, muy positiva y altruista. Siempre quería ayudar. Le gustaba tocar y bailar el sikuri (una música folklórica local) y jugar al fútbol. Era hincha de la U" (como se conoce popularmente al club Universitario de Deportes de Lima).
Milagros cuenta que su hermano no participaba en política, pero "como peruano le dolía lo que estaba pasando, cómo estaba reaccionando la señora Dina (Boluarte) y todas las muertes que ha habido"
Ahora, recién enterrado Marco en un espacio cedido por la beneficencia municipal, Milagros y su familia buscan consuelo en la fe.
"Nos da paz pensar que ahora está junto a mi mamá y mi hermanita que ya se fueron".
Pero el camino que se abre ahora no va a ser fácil. "La verdad es que no sé cómo voy a poder seguir adelante sin él".
"Un chico sano" que quería ser policía
Cerca de donde murió Marco Antonio Samillán, lo hizo Brayan Apaza, de 15 años.
"Le dispararon una bala en la cabeza", le contó a BBC Mundo su hermana Rocío, desde el hospital de Juliaca, donde Brayan murió el miércoles después de 48 horas en coma.
Los esfuerzos de los médicos resultaron inútiles.
De acuerdo con el relato que ofreció entre lágrimas su hermana, Brayan perdió la vida por fuego de la Policía pese a que no participaba en la protesta en torno al aeropuerto.
"Pasó el día comprando verduras con mi mamá, pero se alejó unas cuadras para encontrarse con un amigo y se topó con la policía que venía persiguiendo a los manifestantes. La Policía les disparó a quemarropa y una de las balas le cayó a mi hermano en la cabeza", relata Rocío.
"Era una persona muy alegre, muy bromista. Tenía mucha energía y estaba muy unido a su familia", dice de Brayan su hermana.
"Siempre les decía a mis papás que no se preocuparan porque él iba a trabajar y ganar plata. Quería ser policía".
Por ahora, el muchacho estudiaba secundaria y ayudaba a su padre en los trabajos de construcción con los que se gana la vida en San Pedro de Putina Punco, una localidad en la selva cercana, pero había viajado a Juliaca para reunirse con sus hermanas por las fechas navideñas.
"Toda la familia está destrozada y ninguna autoridad se ha puesto en contacto con nosotros para darnos una explicación", denuncia Rocío, que culpa a la presidenta de lo ocurrido.
"Todos en Puno sentimos una gran impotencia hacia Dina Boluarte. Si hubiera renunciado, mi hermano estaría aquí".
La suya es una de las voces que acreditan que el desgarro producido por la violencia reciente en el sur de Perú ha abierto una herida que no va a ser fácil cerrar.
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