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En las urnas de Florida se meten votos y se sacan polémicas.
Menos de dos décadas después del sonado escándalo electoral tras el que George W Bush llegó a la presidencia de Estados Unidos, la península es nuevamente el centro de cuestionamientos y denuncias por los resultados de sus votaciones.
Tras los comicios de mitad de periodo del pasado martes, el estado comenzó este sábado a lo largo de sus 67 condados el primer recuento total de boletas de su historia, tras constatar el reñido margen entre los candidatos al Senado, a gobernador y a comisionado de agricultura.
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El secretario de Estado de Florida, Ken Detzner, explicó que el nuevo conteo se debía a que la diferencia entre los aspirantes a los tres cargos (y a otros tres para el Congreso local) era inferior a 0.5%, el mínimo necesario por la ley para un recuento automático.
En la contienda por el escaño al Senado, los resultados no oficiales revelaron una ínfima brecha de 0.15% entre el demócrata Bill Nelson y el saliente gobernador republicano Rick Scott.
Mientras, Ron DeSantis, candidato al puesto que dejará vacante Scott, obtenía una victoria para los republicanos por 0.41% frente al demócrata Andrew Gillum, quien ya había concedido la derrota y este sábado se retractó y pidió un nuevo conteo "sin compromisos ni disculpas".
El presidente Donald Trump, quien durante la campaña viajó personalmente a Florida para apoyar a los candidatos de su partido, respondió a la noticia del recuento con una cadena de tuits en la que acusaba a los demócratas de intentar "robar" las elecciones.
No fue el único.
Scott, quien proclamó su victoria el martes, alegó que se había cometido un fraude, en tanto Nelson aseguró que hay boletas que no se contabilizaron en los resultados.
Entre tanto, las protestas han ido asomando esporádicamente a lo largo de la península y también en Arizona y Georgia, otros dos estados donde los resultados todavía penden de un hilo.
Pero en Florida, lo que acontece ahora ha sido para muchos el regreso de un mal recuerdo, un déjà vu de una prolongada tensión electoral que dejó varias sombras sobre el "estado del sol" hace 18 años.
Están tratando de ROBAR dos importantes resultados electorales en Florida. ¡Observamos atentamente!
En el centro de la polémica, otra vez, están Palm Beach y Broward, dos condados de tradición demócrata que también marcaron los resultados finales de las elecciones presidenciales del año 2000.
Pero ¿qué pasó entonces y por qué, para muchos, ese fantasma sobrevuela nuevamente Florida?
Florida, un estado que decide
Con sus casi 21 millones de habitantes, Florida es considerado como el mayor de los "estados péndulo", aquellos en los que la afinidad por un partido suele cambiar con el almanaque electoral y lo mismo puede teñirse de rojo que de azul.
Para que se tenga una idea, en 2012, Barack Obama triunfó allí con solo 0,9% de diferencia frente a Mitt Romney y, en 2008, con 2,8% frente a John McCain.
Pero aunque ahora, por primera vez realiza un conteo total y por partida triple, el caso más emblemático tuvo lugar a finales del 2000, cuando George W. Bush y Al Gore se vieron las caras en las elecciones presidenciales.
Las elecciones de 2000
En aquel entonces, los dos candidatos sabían que su triunfo dependía de Florida y de sus 29 votos electorales. Pero también eran conscientes de que los resultados serían reñidos.
Sin embargo, nadie imaginó entonces que sería por un margen tan estrecho: inicialmente, ambos candidatos obtuvieron alrededor del 49% de los votos de los 6 millones emitidos en el estado, con una ligera ventaja de 1.784 boletas para Bush que luego se redujo a 537.
La diferencia era menor al 0.5%, por lo que la ley de Florida obligaba a repetir los conteos en los condados donde el margen se había contraído.
Dos días y un recuento automático más tarde Bush seguía a la cabeza, pero no por mucho: su margen de victoria se había reducido a solo 327 votos, mientras crecían las denuncias de fraude y de supuestas irregularidades en las boletas.
La ley de Florida establece que si la diferencia es menor a 0.25% se debe abrir camino entonces al extenuante y prolongado conteo manual.
Los números lo favorecían y Gore no tardó en solicitarlo para cuatro condados.
La decisión
Pero el tiempo comenzó a pasar, las tensiones a crecer y llegó diciembre sin que todavía se conociera quién sería al mes siguiente el nuevo presidente de Estados Unidos.
Fue entonces cuando la entonces secretaria de Estado de Florida, Katherine Harris, cercana al entonces gobernador Jeb Bush, hermano del candidato republicano, alegó que no encontraba razones para continuar los recuentos.
Declaró a George W. Bush como vencedor en Florida y, con ello, los votos del estado necesarios para la presidencia tuvieron finalmente un nombre.
Gore no se quedó de brazos cruzados: apeló a la Corte Suprema de Florida para obtener una orden para el recuento.
Pero al día siguiente, la Corte Suprema de Estados Unidos intervino, ordenó la suspensión del recuento y, por tanto, Bush se convirtió en el nuevo inquilino de la Casa Blanca.
Esos comicios son desde entonces un mal recuerdo para Florida, que vio su reputación dañada a nivel nacional por las dudas sobre la competencia de las autoridades locales que sembró y que ahora vuelven a resurgir.
Ese fantasma sobrevuela otra vez la península, mientras se cuentan nuevamente las boletas, día y noche.
Se espera que los resultados definitivos estén para el próximo jueves.
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