Piedras Negras.— El hondureño Wilmer Orlando Pérez cuenta entre sus antecedentes cuatro deportaciones desde los Estados Unidos.
Tiene 34 años, y dice que la mitad de su vida ha estado migrando. Y a pesar de que el presidente Donald Trump ya anunció una “emergencia nacional” en la frontera de EU con México y dijo que “todas las entradas ilegales van a parar de inmediato”, Wilmer Orlando quiere volver a intentarlo.
“El que llega aquí es porque Dios lo ama”, comenta el migrante sobre su presencia en la frontera de Piedras Negras, Coahuila.
El hombre dice que su motor son dos hijas que viven en su país. “Tengo que sacarlas”, asegura.
Pero su historial lo obliga a una única forma de llegar a Estados Unidos: de forma ilegal. “No sé cuándo vaya a pasar. El propósito de Dios es grande. Por donde sea nos vamos a tirar, mi misión es llegar”, insiste.
Aunque no tiene familia en Estados Unidos, Wilmer Orlando dice que su meta es llegar a San Antonio, en Texas.
La primera vez que lo deportaron lo detuvieron militares en Phoenix, Arizona. “No tenía a nadie”, recuerda.
La última vez que lo atraparon fue en febrero del año pasado en San Antonio. Fue encarcelado y pidió su deportación porque su mamá había muerto.
Juan Pérez, migrante hondureño, fue deportado en 2023. Decidió entregarse a las autoridades migratorias en Piedras Negras y solicitarles el asilo, pero éstas se lo negaron. “No pasé el miedo creíble”, comenta.
A pesar de ello, decidió que en esta ocasión aplicaría para una cita a través de CPB One. Sin embargo, desde junio pidió la cita y es fecha que no se la dan, y ya no pasará, pues la aplicación dejó de funcionar este lunes.
En su trayecto estuvo en Monterrey para trabajar y hace 20 días llegó a Piedras Negras. En su país trabajaba en el campo, pero dice que quiere trabajar donde Dios le dé la oportunidad.
Ambos hondureños cuentan que la experiencia de su paso por México ha sido difícil.
“Me quisieron secuestrar, pero me les escapé”, relata Juan. “Me entregaron a la mafia y me metieron a una bodega, a golpearme”, dice Wilfredo.
Como muchas y muchos migrantes, Wilfredo y Juan llevan el nombre de Dios por delante.
“Voy con el nombre de Dios”, afirma Wilfredo. “Es la fe en Dios que tenemos”, respalda convencido su compatriota.
Para ambos migrantes, con antecedentes de deportación, lo que elimina sus posibilidades de entrada legal, regresar a Honduras no es opción.
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Albergues a 100 kms de la frontera
El alcalde de Piedras Negras, Jacobo Rodríguez, comentó que se habilitarán albergues en Allende y Nueva Rosita, Coahuila con capacidad de 5 mil personas ante posibles deportaciones.
El secretario del Ayuntamiento, Ignacio García, explicó que existe un acuerdo binacional para que los albergues de personas deportadas se instalen a 100 kilómetros del río Bravo, para evitar que quieran regresar a Estados Unidos.