“Seré todo o no seré”, escribió José Alberto Mujica Cordano en un poema de primaria que se convirtió en una especie de presagio de lo que sería su vida: campesino, exguerrillero tupamaro, fugitivo, poeta y filósofo de ocasión, legislador, presidente, referente de la izquierda latinoamericana pero, por sobre todas las cosas, político hasta la última gota de su sangre.
“Seré todo o no seré/mas es mi lema luchar/para ingresar en las filas/de los que saben triunfar: y colmar la aspiración/de mi patria y mi mamá”, decía aquel poema que, muchos años después, regresó a las manos de Pepe Mujica, ya como presidente, de la mano de un excompañero.
De lenguaje directo hasta la incomodidad, Mujica, fallecido ayer a los 89 años por un cáncer de esófago que se le extendió, sumado a otros padecimientos que venía arrastrando de años atrás, vivió como quiso y resumió su vida mejor que nadie. “Pertenezco a una generación que quiso cambiar el mundo, fui aplastado, derrotado, pulverizado, pero sigo soñando que vale la pena luchar para que la gente pueda vivir un poco mejor y con un mayor sentido de la igualdad”.
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Se esté de acuerdo o no con su estilo o visión política, lo que no puede decirse de El Pepe, de ascendencia vasca e italiana, es que no fue una persona auténtica.
No sólo hablaba de austeridad, sino que la vivía. Durante su presidencia (2010-2015), decidió donar su salario; rechazó vivir en la residencia presidencial y optó por vivir en su chacra, su casa en las afueras de Montevideo donde solía cultivar flores y hortalizas, con su vochito de siempre, con su amada Lucía Topolansky y su perrita Manuela, con la que dijo quería ser enterrado.
“Yo no soy un presidente pobre”, dijo en una entrevista con la agencia AFP, una de las tantas donde dejó claro su rechazo a la descripción que de él se hacía como “el presidente más pobre del mundo”. “Pobres no son los que tienen poco. Pobres son los que quieren mucho”, añadió.
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En algún momento, como guerrillero del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros (MLN-T), pensó que su vida se acababa.
De ascendencia vasca y piamontesca, Facundo, como fue bautizado en la guerrilla antes de recibir el apodo definitivo de Ulpiano, recibió una bala en el páncreas que casi lo mata. Fue detenido cuatro veces; se fugó dos. Cumplió una pena en prisión. Salió. En la batalla conoció a Topolansky; la cárcel los separó.
Bajo la dictadura de Juan María Bordaberry, Mujica fue capturado y permaneció preso 13 años en condiciones infrahumanas, torturado.
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Restaurada la democracia uruguaya, Mujica quedó libre el 15 de marzo de 1985; se reencontró con Topolansky y decidió buscar por las urnas lo que no logró por la vía de las armas.
Así, Mujica se convirtió primero en diputado (1989); luego, en senador (2000). Con la llegada de Tabaré Vázquez a la presidencia, el líder izquierdista se convirtió en ministro de Ganadería, Agricultura y Pesca (2005). Pero su estilo no gustó a todos y terminó dando un paso al costado en 2008.
Designado candidato del Frente Amplio —que integró a exguerrilleros tupamaros— en las elecciones de 2009, los políticos uruguayos minimizaron su carisma y capacidad de convencimiento. En marzo de 2010, años después de haber encabezado ataques y operativos guerrilleros, de haberse fugado a través de las cloacas, Mujica juraba como presidente frente a líderes internacionales, convertido en un rockstar con quien todos, del brasileño Luiz Inácio Lula da Silva —con quien siempre fue muy cercano—, a Aerosmith, pasando por Sean Penn, querían una foto, y de quien Emir Kusturica haría un documental (El Pepe, una Vida Suprema).
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Admirador de Hugo Chávez, crítico de Nicolás Maduro, Mujica dejó su huella durante sus cinco años de gobierno: despenalizó el aborto —una promesa que había hecho desde 2008— hasta la duodécima semana de gestación, aduciendo que aunque “nadie puede estar a favor del aborto como cuestión de principios, hay un cuadro de mujeres que se ve en la amargura de tener que tomar esta decisión” y que la interrupción clandestina del embarazo se traducía en muertes. “Ponerlo arriba de la mesa, legalizándolo, nos da la posibilidad de obrar”.
Luego, pondría a Uruguay a la vanguardia al convertirlo en el primero en el mundo, en 2013, en regular la producción, distribución y consumo de cannabis, todo bajo control del Estado. “90 años sin los resultados esperados”, dijo sobre la fallida guerra contra las drogas enfocada en la “represión”, y que, sin embargo, no logró reducir su presencia, sino acrecentarla. Uruguay, subrayó, decidió “experimentar con un camino nuevo y distinto”, pese a las críticas de que convertiría al país en destino “narcoturista” y a los temores de que se dispararía la drogadicción.
La tercera reforma clave en la era de Mujica fue la legalización del matrimonio entre personas del mismo sexo, segundo país en Latinoamérica en conseguirlo. “Parece que estamos descubriendo un fenómeno moderno, pero la realidad es que esto es más viejo que el agujero del mate. Hemos decidido aceptar la existencia de la realidad”, dijo.
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En economía no le fue mal a Uruguay con Mujica: el PIB creció mientras bajaron el desempleo y la pobreza. Sin embargo, sí dejó un gran pendiente: la educación. Su intento de reforma educativa se quedó a medias; el sistema público, en crisis. Él mismo admitió que la educación fue su gran deuda. Mujica dejó la presidencia, pero no los hilos del poder. Volvió a ser senador un tiempo (hasta 2020). Hasta el último día, su respaldo fue clave para líderes políticos y candidatos presidenciales, incluyendo el actual mandatario, Yamandú Orsi.
Por su chacra siguieron desfilando figuras internacionales.
Según sus allegados, Mujica añoraba llegar a los 90 años, que cumpliría el próximo 20 de mayo. Pero el cáncer no se lo permitió. Apenas el domingo, su esposa confesaba que Mujica estaba en etapa “terminal”.
El exmandatario era consciente de que su vida se apagaba. “Ya terminó mi ciclo. Sinceramente, me estoy muriendo. El guerrero tiene derecho a su descanso”, dijo en enero pasado, al señalar que no recibiría más tratamientos.
El hombre que tras la desaparición de los estudiantes de Ayotzinapa calificó a México de “Estado fallido”, para luego desdecirse ante la polémica causada, dijo a Kusturica que se arrepentía de una sola cosa en su vida: no haber tenido hijos.
El gobierno de Uruguay declaró luto nacional hasta el 16 de mayo. Mujica recibirá un funeral de Estado en el Parlamento; luego, según su deseo, será cremado. Mujica dijo que quería ser enterrado al lado de su perrita, Manuela, fallecida en 2018.
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“No me voy, estoy llegando”, dijo Mujica al dejar la presidencia. Se fue El Pepe, perdura su legado.