Roma.— “Entré a la habitación y el Papa tenía los ojos abiertos. Intenté llamarlo, pero no contestó. Le di una caricia”.
Son palabras del cirujano romano Sergio Alfieri, quien contó en entrevistas a los diarios Corriere della Sera y La Repubblica que cuando llegó a Santa Marta en la mañana del lunes pasado —cuando murió Francisco—, vivió momentos dramáticos. El Papa ya había caído en coma, ya no había nada que hacer, detalló y también aseguró que, en su opinión, Jorge Bergoglio sabía que estaba llegando su fin.
Alfieri —quien conoció bien a Francisco porque lo operó dos veces de colon (en 2021 y 2023) y lo acompañó en los últimos y difíciles meses de vida—, contó que en la madrugada del lunes el enfermero personal del Papa, Massimiliano Strappetti, pensó que había que volver a llevarlo al hospital Gemelli, pero que ya no había nada que hacer.
“El lunes a eso de las 5:30 me llamó Strappetti: ‘El Santo Padre está muy mal, tenemos que volver al Gemelli’. Puse a todos en alerta y 20 minutos después estaba en Santa Marta. Sin embargo, me parecía difícil pensar que fuera necesaria una internación”, dijo. “Entré en la habitación y él tenía los ojos abiertos. Constaté que no tenía problemas respiratorios y entonces intenté llamarlo pero no contestó. No respondía a los estímulos, ni siquiera a los dolorosos. En ese momento entendí que no había nada que hacer. Estaba en coma”, añadió.
Alfieri confirmó además que como sucede con cualquier persona, el Papa prefería morir en su casa.
“Corríamos el riesgo de hacerlo morir en el traslado [al Gemelli] y expliqué que una internación habría sido inútil. Strappetti sabía que el Papa quería morir en casa, cuando estábamos en el Gemelli lo decía siempre”, reveló. “Murió sin sufrir, y en su casa. Cuando estaba en el Gemelli no decía ‘quiero volver a Santa Marta’, decía ‘quiero volver a casa”, confirmó.
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Tras su muerte, Alfieri se quedó en la habitación de la suite 201 de Santa Marta junto a Massimiliano Strappetti, el otro enfermero personal, Andrea Rinaldi, los secretarios y otros asistentes.
“Después llegaron todos y el cardenal [Pietro] Parolin nos pidió que rezáramos y recitamos con él un rosario. Me sentí un privilegiado y ahora puedo decir que lo fui. Esa mañana le di una caricia como último saludo”, repasó sin ocultar su emoción.
Alfieri, que durante los 38 días de internación de Francisco por una neumonía bilateral que marcó el principio de su fin, se convirtió en un virtual único vocero médico de su estado —dio una conferencia al principio de la hospitalización y otra al final, para anunciar un alta protegida— y que tejió con él una relación más que especial desde que lo conoció en 2018 por sus problemas de intestino, vio por última vez al Papa vivo el sábado pasado.
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Fue después del almuerzo, en vísperas del Domingo de Pascua. “Puedo decir que estaba muy bien, también me lo dijo él. Le llevé una pastafrola oscura como le gusta a él y charlamos un poco y él me dijo: ‘Estoy muy bien, retomé mi trabajo y me cae bien’”, contó. “Sabía que al día siguiente iba a impartir la bendición Urbi et orbi y nos dimos cita para el lunes”, agregó. Pero el lunes fue cuando el Papa murió a las 7:35 después de un derrame cerebral que le provocó un coma y un colapso cardiocirculatorio irreversible, según certificó esa misma noche el Vaticano. “Estaba contento de haber ido a la cárcel de Regina Coeli el Jueves Santo. Se daba cuenta, sin embargo, que a su físico ya le costaba seguir la cabeza. Lamentaba no haber podido lavarle los pies a los detenidos. ‘Esta vez no pude’, es lo último que me dijo”, precisó.
Confirmó que el Papa desde la primera operación de colon en 2021 siempre le pidió a los médicos evitar el ensañamiento terapéutico: “Durante la última internación pidió expresamente no proceder en ningún caso a la intubación”. A Alfieri no le pareció mal que el Papa hubiera desobedecido la prescripción de al menos 60 días de convalecencia.
“Estuvo bien así. Él es [lo dijo en presente] el Papa. Volver a trabajar hacía parte de la terapia y él nunca se expuso a los peligros”, dijo. “Es como si, acercándose al final, hubiera decidido hacer todo lo que tenía que hacer, así como sucedió el domingo cuando aceptó la propuesta de Strappetti de dar una vuelta entre la multitud en la Plaza de San Pedro o como hizo hace 10 días, cuando me pidió que organizara un encuentro con todas las personas que lo habían cuidado. Entonces le dije que eran 70 personas y que quizás era mejor hacerlo después de Pascua, al final de la convalecencia”, contó. Llamó en su momento la atención y pareció contradictoria esa audiencia después que le hubieran recomendado evitar reunirse con grupos grandes. Pero la respuesta de Francisco fue: “Los recibo el miércoles”, le dijo. “Hoy —concluyó— tengo la sensación de que él sentía que tenía que hacer una serie de cosas antes de morir”.