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Marsella.- El papa Francisco celebró el sábado una multitudinaria misa al término de una corta visita a Marsella (sureste de Francia), desde donde llamó a Europa a la "responsabilidad" con los migrantes y denunció el "fanatismo de la indiferencia".
Antes de las 16H00 (14H00 GMT), el papamóvil del Pontífice argentino hizo su entrada en el Estadio Velódromo, tras recorrer las calles de la ciudad mediterránea, donde fue acogido entre aplausos del público --las autoridades esperaban 57 mil personas-- y gritos de "¡Papa Francesco!".
"Venimos de lejos, pero era importante estar aquí, porque estaremos en comunión con toda la comunidad religiosa, católica", dijo a la AFP Aurea Dias Neto, una mujer de 52 años nacida en Santo Tomé y Príncipe, pero residente en el centro de Francia.
La liturgia, en la que se leerán plegarias en varias lenguas entre ellas español, armenio y árabe, concluye un viaje de dos días de Jorge Bergoglio a la segunda ciudad de Francia, con motivo de la clausura de los Encuentros Mediterráneos entre jóvenes y obispos de los países ribereños.
Ante este foro, el jesuita de 86 años pidió en la mañana "responsabilidad europea" para enfrentar el "fenómeno migratorio" tras denunciar la víspera el "fanatismo de la indiferencia" hacia los migrantes. "Quien arriesga su vida en el mar no invade, busca acogida", reiteró.
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Su viaje tiene lugar días después que unos 8 mil 500 migrantes llegaran a la pequeña isla italiana de Lampedusa tras cruzar el Mediterráneo, donde más de 28 mil desaparecieron desde 2014 en su intento de alcanzar Europa desde África, según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).
Desde su elección como sumo pontífice en 2013, una de sus prioridades ha sido alertar sobre las tragedias de los migrantes, desde el Mediterráneo a Centroamérica o Venezuela, pasando por África, Medio Oriente, Europa o Estados Unidos, y pedir su acogida.
Sus nuevos llamados se producen en un contexto cada vez más hostil para estos exiliados en Europa. Ejemplo de ello, Francia advirtió, de boca de su ministro del Interior Gérald Darmanin, que "no acogerá" ninguno de Lampedusa.
El presidente francés, Emmanuel Macron, conversó este sábado una media hora con Francisco, con quien evocó la cuestión migratoria y a quien expuso sus planes sobre la ayuda activa a morir que debe presentar "en las próximas semanas", indicó la presidencia francesa.
El papa Francisco había advertido poco antes contra la "perspectiva falsamente digna de una muerte dulce".
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"Esperanza"
Su 44º viaje apostólico al extranjero y el primero a Marsella de un papa desde 1533 suscita un gran interés pese al declive del catolicismo en Francia, país laico desde 1905 y donde las acusaciones de abusos sexuales en la Iglesia aceleraron la crisis.
"Bienvenido Santo Padre", rezaba en español uno de los carteles que acogían en el barrio de Saint Mauront, uno de los más pobres de la ciudad portuaria, donde en la mañana desayunó y mantuvo un encuentro con personas necesitadas de varios países, de Albania, Armenia e incluso Colombia.
"Es magnífico conocer al papa. En nuestro barrio la vida es dura, es difícil, pero (...) va a dar esperanza a toda la gente que sufre", declaró a AFP Arbana Arifaj, una albanesa presente en el encuentro.
La oenegé SOS Méditerranée le obsequió además con uno de los salvavidas que utilizaron para salvar a "cientos de bebés y niños" y que sirvió "hasta hace pocas semanas", indicó la organización en un comunicado.
Pero su visita también vino acompañada de polémica en Francia. La oposición de izquierda criticó la presencia de Macron, junto a su esposa Brigitte, en la misa, al considerar que "pisotea" la neutralidad religiosa.
"Yo considero que mi lugar es asistir. No iré como católico, sino como presidente", se defendió la semana pasada el mandatario centrista, quien será el primero desde Valéry Giscard d'Estaing en 1980 en asistir a una misa papal.
El historiador Jean Garrigues quita hierro a las críticas sobre un atentado contra la laicismo y explica que "existe una tradición de presidentes católicos, creyentes e incluso practicantes", del general Charles De Gaulle a Nicolas Sarkozy.
Macron, bautizado como católico con 12 años y educado en los jesuitas, es un presidente sensible a la espiritualidad y se define actualmente como agnóstico.
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