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San José.- El Covid-19 obligó a América Latina y al Caribe a cerrar centenares de miles de centros educativos y desarticular un viejo esquema de enseñanza presencial para acudir de urgencia a la comunicación vía internet y televisiva y evitar contagios masivos. Sin embargo, el recorrido ensanchó las brechas entre el aparato de educación público y privado, urbano y rural, diurno y nocturno y con o sin acceso a tecnología.
“Todo lo que se conocía tiene que revisarse a fondo y debe contarse con la capacidad de ver lo que se viene. Habrá que construir, desde ahora, lo que será un futuro alterado”, advierte el informe Educación Superior y Pandemia: ¿innovamos, dilatamos el riesgo o perecemos?, con varios análisis sobre el panorama del subcontinente.
La investigación abarcó Argentina, desarrollada por Damián del Valle y Daniela Perrotta; Brasil, a cargo de Célia Caregnato y Bernardo Sfredo; Costa Rica, con Carmen Caamaño; Ecuador, con Freddy Álvarez, y México, que contó con Axel Didriksson.
El estudio alertó que “lo que puede verificarse y que está metido hasta el fondo de la actual tragedia pandémica es que quienes más la padecen son los pobres, los trabajadores que viven al día, quienes no cuentan con ninguna protección laboral o de salud.
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“En su gran mayoría, son los jóvenes quienes tienen que hacerse cargo de las precarias condiciones de la familia y cumplir con las absurdas tareas de un sistema —tanto de salud como educativo— que no piensa en ellas ni en ellos”, subraya el documento, del que EL UNIVERSAL tiene copia.
“También [padecen] aquellos estudiantes que no tienen acceso a una computadora o que sus teléfonos móviles no cuentan con el crédito suficiente para pasar las horas de clases que se les imponen”, sentencia.
En una evaluación paralela, el educador costarricense Lorenzo Guadamuz, doctor en pedagogía, notó un fracaso en “la apuesta por lo virtual” para la educación pública y privada.
“No debemos engañarnos. Los pocos que pudieron dar clases virtuales, porque en los hogares había internet y los estudiantes tenían o un teléfono inteligente o una computadora portátil, nunca dieron clases 100% dentro de la modalidad virtual”, aclara.
“Usaron plataformas interactivas con videollamadas, algunos programas o búsquedas guiadas de internet, pero un sistema verdadero, integrado, correlacionado de clases virtuales con todos los multimedia incorporados o telepresencial con maestros virtuales, entre otros requerimientos, no. De eso no hubo. No nos engañemos”, dice.
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El reporte sobre las cinco naciones insistió en “el cuestionamiento de un sistema educativo que se ha volcado hacia lo virtual, dejando de lado a millones de personas, estudiantes y profesores que no cuentan con las condiciones para mantenerse activos y partícipes en estas plataformas.
“Ha sido la salida pragmática y tecnocrática que sigue alentando las ganancias de los grandes corporativos tecnológicos (y en el sistema de salud, de las farmacéuticas transnacionales)”, puntualiza el documento.
Asimismo, el análisis indica que la fórmula fue introducida “sin que se imaginen o se produzcan alternativas que se sustenten en nuevos conocimientos, en la innovación académica, en la inclusión social más amplia, en la incidencia y mejoramiento de las comunidades más marginadas.
“Son sectores desplazados por tecnologías (...) que se ensalzan como la mejor alternativa”.
Por lo anterior, pone en duda “esta salida limitada y buena para una minoría y que está apuntalando la tendencia hacia la universidad-empresa, la mercantilización de la educación superior y una mayor desigualdad”.
También señala que la escuela globalizada “es ahora obligada a cancelarse (...) la educación digital será una buena noticia para los neoliberales. Su deseo se hace realidad: la computadora eliminará las futuras inversiones en la infraestructura educativa”, advierte.
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De acuerdo con los expertos, “el profesor no será más que un tutor, un coach que preparará videos, PDF, y organizará los contenidos según los estándares, porque las plataformas virtuales harán lo demás, y mientras éstas mejoran, el profesor, tal como hasta ahora lo conocemos, irá desapareciendo para volverse un trabajador a contrato.
Al alertar que “aprender a aprender habrá alcanzado su cara más siniestra —‘si no aprendes es porque no quieres’”, el texto asevera que las desigualdades sociales “no tendrán su causa en el mercado, porque no faltará la tecnología y el internet como factor fundamental para la posible salida de la crisis: el capitalismo digital.
“La escuela de los mejores no tendrá más opositores, puesto que el acto educativo y pedagógico se reducirá a una acción individualista que privilegia a los que sí tienen todas las oportunidades para educarse, dejando intactas las desigualdades”, recalca.
Además, el informe anticipa que “el más fuerte sobrevivirá y los excluidos, migrantes, pobres, afrodescendientes y mujeres caerán más abajo mediante la continuación de la misma fórmula de la crisis de 2008: más austeridad, lo que deja intactas dos preguntas: ¿Qué nos enseña la pandemia? ¿Cómo educar para garantizar la vida de todas y todos ahora y en el futuro?”.