Arabia Saudita, los Emiratos Árabes Unidos, Qatar, Omán, Bahréin y Kuwait apenas empezaban a alternar sus sectores estratégicos cuando Occidente yles dice que tienen que reenfocarse en el ecosistema petrolero. Con las nuevas vocaciones económicas, la cultura de estas naciones ya es otra. Lo vemos no sólo en el desarrollo de ciudades modernas, infraestructura de negocios y banca internacional, sino con gran apertura al turismo, los deportes, la industria del entretenimiento y los videojuegos.

Al momento de la verdad, las potencias emergentes detienen que demostrar que son más que rentistas de hidrocarburos y que sus nuevas industrias son más que imagen. El mundo sigue siendo dependiente del petróleo, mas convive con tecnologías digitales, transporte electrificado y la carrera de los semiconductores, en medio de escasez de agua y desertificación. La Meca quizá nunca se mueva de su sitio, pero el oro negro puede agotarse.

Los “árabes del golfo” se han diversificado en la última década, aunque siguen financiados por el petróleo y el gas natural, rondando 40% de su PIB. En los Emiratos representa 30% y en Bahréin 18%. El presupuesto público de Arabia Saudita depende 85% de la exportación de crudo, gas y petroquímicos.

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De la diversificación sugieron ambiciosas políticas públicas como Vision 2030 (saudita), Smart Dubai (emiratí), Connect 2020 (qatarí) y la estrategia digital e-Oman. Y se desprenden programas nacionales como el Fondo Público de Inversiones Saudita (PFI, 900 mil millones de dólares), Mubadala (300 mil millones de dólares) y ADIA (1 billón de dólares) de los Emiratos, enfocados a invertir y desarrollar la “transformación” industrial. Incluso, estos fondos árabes parecieran más ambiciosos que los de gigantes, como el noruego Norway GPFG, también financiado por el petróleo y el gas, y el chino CIC.

En 2023 Arabia Saudita invirtió 8.4 mil millones de dólares para una planta de hidrógeno “verde” en su ciudad de futuro NEOM. Los emiratís mostraron su propia planta en operación en la Expo 2020 Dubái. En concordancia, en 2022 Omán estableció su compañía nacional de hidrógeno Hydrom.

La compañía de energía renovable ACWA Power está listada en la bolsa saudita y se distinguió en 2024 por ganancias de 1.6 mil millones de dólares, una producción de hidrógeno verde a gran escala y por ser líder en desalinización de agua de mar. Su operación ha dado amplios resultados en Sudáfrica, Senegal, Mauritania, Filipinas, Uzbekistán e Indonesia. En Medio Oriente, Asia y África ha facilitado agua potable al desalinizar con tecnología de punta (ósmosis inversa, RO), menos energía y menor impacto ambiental.

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La ola digital árabe ya es significativa y se suma a agresivos anuncios de infraestructura. El Consejo de Cooperación del Golfo (GCC) promueve amplias inversiones en tecnología digital, tanto en el sector público como en el privado. Sus miembros han diversificado sus inversiones en tecnologías que van de ciberseguridad a inteligencia artificial, pasando por internet de las cosas (IoT), 5G, computación en la nube y realidad virtual.

Dentro de los proyectos más conocidos está el Parque Energético King Salman (SPARK). Una ciudad industrial sustentable que ofrece incubadoras de negocios y facilidades globales para la inversión extranjera. La Visión 2035 de Kuwait incluye una metrópoli inteligente verde que, con un presupuesto de $1mmd, será casa de 400 mil habitantes. Bah- réin promete el más innovador IoT con su operador Zain Bahrain.

Los Emiratos promueven proyectos diversos como autos de policía “autónomos” auxiliados por drones, un Mega Parque Solar en Dubái, un Hyperloop de Abu Dhabi a Dubái (cápsulas levitantes de transporte) y un Oasis Ecológico con fines turísticos en Liwa. Fuera de este club se encuentra Jordania, que constituyó en primer Ministerio de Energía Digital en el mundo árabe.

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Los Estados árabes del golfo apuestan por la atracción de inversión extranjera a gran escala, vocación que contrasta con regiones más pasivas como América Latina. Pese a ser grandes consumidores de autos y camiones de gasolina y diesel, no cuentan con marcas propias de vehículos de combustión interna, no las adquieren y no desarrollan tecnología automotriz nacional significativa, deficiencia similar a la de México, Nigeria y Venezuela.

Los sauditas con su fondo soberano han superado las barreras mentales de países productores de automotores, petroleros y miembros de la OPEC. Han adquirido más de la mitad de la empresa americana de coches eléctricos Lucid, superando los 3 mil millones de dólares y proyectado una producción 150 mil vehículos (Evs), en una planta en el mar Rojo para 2026. De concretarse, este sería un ejemplo mundial, que va más allá de presentar un prototipo eléctrico en un concurso de tecnología de preparatoria o feria universitaria.

En la era digital, la competencia energética y el cambio climático no hacen excepciones con árabes o persas. Ser árabe y petrolero no es sinónimo. Tampoco significa lo mismo participar en una revolución verde, que abandonar las ventajas financieras basadas en la exportación de gas y crudo.

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En Occidente, primero les dijeron que el petróleo era el pasado y que el futuro estaba en las industrias verdes y en un cambio de vocaciones. Ahora, les indican que muchos megaproyectos no son sostenibles, mas deben seguir fondeando la transición energética. Especialista en Geopolítica y miembro de Comexi

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